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Con ustedes, Los Gigantes de Áncash: el músico invidente y su lazarillo-socio [video]

Rómulo Crespín y Pedro Vergaray recorren cementerio de Chimbote para "alegrar" con su arte a los difuntos

Rómulo Crespín y Pedro Vergaray, Los Grandes de Áncash, llevan su música a quienes ya no están en esta tierra. Foto: ANDINA/Gonzalo Horna

Rómulo Crespín y Pedro Vergaray, Los Grandes de Áncash, llevan su música a quienes ya no están en esta tierra. Foto: ANDINA/Gonzalo Horna

16:45 | Chimbote, nov. 3.

Rómulo Crespín Cerna toca el acordeón con tanta precisión y seguridad que nadie podría imaginar que detrás de esos lentes oscuros se esconden unos ojos que, en 74 años, jamás vieron la luz. Esta es la historia de un músico invidente, muy solicitado en los cementerios de Chimbote, región Áncash, para tocar junto a su socio y amigo en honor a quienes ya no están en esta tierra.

Don Rómulo llegó a Chimbote en 1964 desde su natal Pallasca. Nació con discapacidad visual y encontró en la música la forma cómo desarrollar el oído y el tacto, quizás hasta mejor que una persona que goza de sus cinco sentidos.

Rómulo Crespín  y Pedro Vergaray recorren el cementerio Divino Maestro de Chimbote para ofrecer sus servicios musicales.

“Yo nunca vi la luz, no conozco qué es la luz porque nunca la conocí, pero sí conozco la música. Toco y siento que puedo transmitir muchas cosas”, relató en diálogo con la Agencia Andina.

Además del acordeón, don Rómulo toca el charango, el arpa, entre otros. Él aprendió a leer con el sistema braile, que le sirvió de base para manejar tan bien los instrumentos.


Su amigo, su lazarillo, su socio


Por cuarto año consecutivo, durante este fin de semana, don Rómulo deleitó a centenares de familias con sus acordes en el cementerio Divino Maestro de Chimbote. Es muy requerido los primeros días de noviembre para la celebración de Todos los Santos.

Pero su recorrido no lo hace solo. Rómulo camina apoyado en el hombro de su amigo de toda la vida, Pedro Vergaray Quezada (65), a quien conoció a los 17 años y se ha convertido en su lazarillo y su socio musical.

“Él no ve, yo lo ayudo; los dos caminamos de arriba para abajo. Si contratan a uno, contratan a los dos, somos un equipo”, comentó Pedro Vergaray.

Mientras que las familias elevan plegarias por sus muertos o les dejan flores, la dupla inseparable, que ha sido bautizada como Los Gigantes de Áncash, toca una melodía que era del agrado del ahora difunto. 

Rómulo Crespín toca con tanta maestría el acordeón, que pocos podrían imaginar que sus ojos jamás vieron la luz.

“La música es algo maravilloso, yo no veo, pero siento; eso me ha enseñado la música”, aseveró Rómulo.

“Tocando en cementerios he descubierto el valor de la vida, veo cómo la gente llora al recordar a sus seres queridos, en realidad es una lección porque no es hasta que perdemos algo o a alguien que realmente lo valoramos”, reflexionó Pedro.

Ambos amigos formaron el grupo de música folclórica Los Gigantes de Áncash y desean seguir llevando entretenimiento con sus notas musicales y, sobre todo, seguir sintiendo que no hay obstáculos que puedan contra ellos.

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(FIN) GHD/JOT

Publicado: 3/11/2019