Los turistas adivinaban sus movimientos por los celulares, por las voces y las luces de los portales de la plaza Sucre. Cuando la urna del Señor del Santo Sepulcro ingresó la noche del viernes 15 por la calle 9 de diciembre a la principal plaza de Ayacucho, el alumbrado público se apagó en señal de respeto. Las bombillas ausentes paradójicamente parecían subrayar la fe en el ambiente.
Sobre el cielo, el queso de la luna también tenía encendida su propia vela: un disco de luz rodeaba al cuerpo celeste. Le llaman halo lunar.

Los feligreses, vestidos en su mayoría de negro, avanzaban llevando velas encendidas. Cargaban las andas del señor y el Coro de Caballeros del Santo Sepulcro entonaba compungidas melodías. Otro gran grupo de turistas registraba en sus celulares desde las veredas de la plaza todo el acontecimiento: es que aquel Cristo sin alma, en esa cama blanca que avanza en una urna transparente, son una gran obra artística y sorprende hasta a los hombres y mujeres que no abrazan el catolicismo.

Una cuadra más atrás, venían las andas de la virgen Dolorosa. Ambas imágenes dibujarían la misma ruta, desde el templo de Santo Domingo avanzarían una cuadra por 9 de diciembre, darían la vuelta a la plaza de armas de Ayacucho y volverían al templo mencionado.
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Dios hecho carne ha muerto. Las velas se volvieron a encender después de tres años para acompañar la tradicional procesión del Viernes Santo en Ayacucho.

A diferencia de la procesión del “Miércoles de Encuentro”, cuando las andas del Jesús Nazareno y la virgen Dolorosa salen de la iglesia de Santa Clara y se encontraron en esta misma y multitudinaria plaza, donde tomaron sus largas pausas y avanzaron lentamente mientras el patrón de Huamanga recibía el saludo de diversas instituciones. A diferencia de aquella, la del Viernes Santo parecía que avanzó de forma más ligera, solo deteniéndose en cada esquina. Apurada.

Pero los conocedores sostienen que no ha variado: el Arzobispado de Ayacucho ha mantenido este año de retorno el recorrido original y sus secuencias.
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El señor Edgar López, vecino huamanguino, oraba y cuidaba con una mano que no se apague su vela. Estaba contento porque volvía a ver la Semana Santa como un acto de mucha fe, con mucha religiosidad, que es el sello ayacuchano.

Comparando con sus recuerdos de las procesiones de 2019 para atrás, Vanesa Condori estaba segura que este 2022 inclusive hay más número de visitantes que acompañan al Señor del Santo Sepulcro.

“Los ayacuchanos nos caracterizamos por ser religiosos, católicos y siempre estamos participando en toda la Semana Santa”, afirmó.
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Han pasado tres años desde la última procesión de Viernes Santo que vieron las calles de Ayacucho. “Se ha renovado y se ha incrementado la fe por la pandemia que hemos vivido. Se nota gente que ha venido haciendo penitencia, lo que pude escuchar, de Tacna a Tumbes”, afirma Deysi Ayvar, de la Hermandad de Cargadores de Jesús de Nazareno, quienes también colaboran los Viernes Santo con la hermandad del Señor del Sepulcro.

Deysi Ayvar lleva una mantilla y está luto, como todos los miembros de la hermandad. Es de los ayacuchanos que sin fallar retornan cada año a su tierra por Semana Santa. “Es un compromiso adquirido desde que mi padre fundó en los setentas la primera hermandad de cargadores de Jesús de Nazareno del Miércoles de Encuentro”.
En la hermandad ve este año muchos jóvenes que se han sumado para las procesiones tradicionales ayacuchanas.

La abogada Elvira Villalobos ha grabado videos de todas las procesiones de la Semana Santa para mostrárselas a sus amistades en el extranjero y que se animen a venir el próximo año a Ayacucho.

Es la primera vez en su vida que visita Ayacucho, una ciudad que siempre quiso conocer. “Yo siento bastante (aquí) el espíritu identificado con la religión católica”, dice la abogada que visita la ciudad junto a dos de sus amigas. Todas llevan velas y resaltan el carácter hospitalario de los ayacuchanos.
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Mientras el Señor del Santo Sepulcro y la virgen Dolorosa retornaban a Santo Domingo envueltos en velas y recogimiento, atrás, en esa estela de fe, los visitantes, sobre todo los jóvenes, iban tomando con sus voces y su energía la plaza de armas de Ayacucho y los alrededores. Cerca de las once de la noche, las comparsas atravesaron cantando huainos populares las primeras cuadras de los jirones 28 de julio alejándose del centro, envueltos en los colores de la noche. El Viernes Santo había terminado.
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