Andina

Barrio Quijote: un espacio para soñar y crecer en Puente Piedra

Un modelo para la lectura

ANDINA/Juan Carlos Guzmán

10:57 | Lima, ene. 29.

Por José Vadillo

En el distrito de Puente Piedra, 25 familias de escasos recursos económicos se han beneficiado con módulos de lectura, gracias al proyecto "Familias lectoras en el barrio Quijote", que busca formar lectores críticos.
Las mototaxis escalan como gacelas el serpentín que contornea la Asociación de Pobladores Lomas de Chalhuani, en Puente Piedra. El calor encuentra su multiplicador entre los cerros y las casas parecen adheridas a las escaleras ciempiés que las unen en un cordón umbilical de cemento interminable al resto del distrito y, de ahí, a Lima.

Desde las laderas, los perros muestran sus colmillos a los intrusos. Por suerte, los niños son valientes y los mandan callar.

El hogar de Ruth tiene paredes de madera contraplacada y techo de eternit. Su papá es albañil y la construyó hace ocho años para labrarse un futuro con su esposa y sus cinco hijos. Desde la radio, alguien habla del Evangelio y una vecina lava la ropa a mano, bajo el sol inclemente. Junto a una corona navideña y un calendario en su enero, hay un letrero en la entrada de la casa de Ruth que desafía a los clichés. Dice orgulloso: Aquí se lee.

Ruth Laime tiene 10 años y en el primero de los dos ambientes de la casa ocupa un lugar especial el nuevo mueble: la biblioteca. Sus papás la montaron en una mototaxi y la trajeron justo el sábado 18 de enero, cuando Lima celebraba su aniversario número 485. Para ella y sus cuatro hermanitos es su espacio de sueños y fantasías.

Familias lectoras


Su familia es una de las 25 beneficiadas por el proyecto "Familias lectoras en el Barrio Quijote", posible gracias a un premio del Ministerio de Cultura (Mincul).

Este año, Ruth pasa al quinto grado. Se ha jurado que cuando sea grande, estudie y triunfe les comprará una casa a sus padres.

Con esa meta, Ruth asistirá por las tardes al colegio Fe y Alegría. Ahora, en el verano, de martes a sábado, camina muchas cuadras, cuesta abajo, junto con su hermanito Marcos, hasta el barrio Quijote, en la vecina comunidad Santa Rosa, donde la profesora Lis Pérez les enseña por las mañanas lecturas colectivas que la hacen viajar por otros mundos, pintan, crean historias y, sobre todo, juegan.

Diseño Detonante


Es la segunda vez que los diseñadores colombianos Carolina Martínez y Héctor Tabarez, del colectivo Diseño Detonante, llegan al barrio Quijote.

Su mirada no es convencional ni creen que el diseño sea solo para las refinadas élites. Ellos lo asocian al “reconocimiento de uno mismo”; a “intervenciones, interrupciones o irrupciones” en la vida de las personas. “A detonar en cuestionamientos, desde el diseño”, como dicen.

Carolina y Héctor diseñaron en 15 días los módulos de bibliotecas tras visitar las 25 casas donde llegarían estos muebles. Buscaban que el diseño “detonara” en cada hogar. Entonces se fijaron en los denominadores comunes:

1) En la mayoría de los hogares, la televisión ocupa un espacio especial; 2) la mayoría de los niños y niñas viven en cuartos compartidos con otros adultos y niños; 3) una singularidad: en las 25 casas ya había un pequeño librero construido de una java de frutas: los niños tendrían pocos recursos económicos, pero la lectura no es ajena en sus vidas.

Por todo ello, su propuesta de diseño del mueble de 2.25 metros de ancho y 1.65 de largo no solo era la de un estante para apilar libros, sino también “un espacio para calmarse, sentarse y tener un espacio especial para la lectura”, con diferentes funciones; que cuente con una pizarra y una zona acolchonada, donde ellos, bajo una luz LED, puedan tumbarse y leer.

Pero la idea de la biblioteca es involucrar a toda la familia. Por eso en la de Jhon Arroyo –un niño de 10 años que desde los 6 participa en talleres de música, danza y lectura en el barrio Quijote– la biblioteca tiene también libros de autoayuda y marketing, que les consultan a sus dos hermanos mayores, ya universitarios.

Lo que también buscaron los artistas colombianos fue que esos tableros OSB –hechos de fibras de distintas maderas y unidos por 100 tornillos– sean armados en un trabajo comunitario. Ahí les llamó la atención otro tema “no tan chévere” de los peruanos: quienes se acercaban eran solo las mamás; ellas lijaban en el taller de carpintería que se improvisó en el centro cultural Luis Berger. Muy pocos papás, como el de Ruth, se sumaron.

Los promotores


Los promotores Lis Pérez y Eddy Ramos empezaron este sueño en Puente Piedra, cuando en el 2007 inauguraron la biblioteca Don Quijote y su Manchita. Ahí empezó hace una década el proyecto "Quijote para la vida" –ganador de varios premios–, de la asociación Pueblo Grande, que también ha dado vida al centro cultural Luis Berger, en el ya famoso Quijote, un barrio cultural que se erige en una zona donde, además de la extrema pobreza, la violencia familiar y sexual es común.

El año pasado, los Quijotes ganaron un premio de 25,000 soles del Programa del Libro del Mincul, gracias al cual pudieron adquirir libros con gráficos, empastados, en cantidades de 10 ejemplares por título. “Antes, si queríamos hacer una lectura colectiva, cada niño debía tener su fotocopia, y eso nunca impacta igual. Ahora, cada niño se apropia, le gusta leer y sin darse cuenta aprende de memoria los libros”, cuenta Lis.

Tampoco tienen miedo de prestar los libros para que los niños se los lleven a casa y que se pierdan o maltraten. Los niños se apropian de los ejemplares, y el objetivo del proyecto no es ser un repositorio, sino formar “el hábito de lectura crítica”.

El año pasado, los niños del barrio Quijote empezaron a escribir sus propias obras de ficción. Primero eligieron y leyeron en grupo cinco libros, entre ellos Una niña hecha de libros, La peor señora del mundo y Las aventuras de Juanito. Después de inspirarse, empezaron a crear personajes y aventuras que interactuaban con Quijotes o Dulcineas. Los 25 niños y niñas que participaron en ese taller son los beneficiarios de las bibliotecas familiares.

Espacios caseros


En estos espacios caseros tienen un espacio privilegiado en el que se exhiben estos libros-objeto que han escrito y encuadernaron (los alumnos del Centro de la Imagen les enseñaron cómo hacerlo). Y los viernes por la noche, las familias llegan al barrio Quijote: mientras los padres reciben charlas y opinan sobre diversos temas en la biblioteca (género, violencia, familia, etcétera), al otro lado del “patio de la cultura”, en el centro Luis Berger, los niños disfrutan de una película.

“El gran reto es cómo hacemos que las familias se involucren en la lectura”, recordó Eddy Ramos el día de la entrega de los módulos. En la ceremonia participaron el director de la Biblioteca Nacional, Ezio Neyra, y los directores del Libro y la Lectura del Mincul y de la Casa de la Literatura. Todos escucharon a estos niños y niñas, llenos de curiosidad y muy seguros; en sus manos y reflexiones se forja un país distinto.


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(FIN) DOP/JVV

Publicado: 29/1/2020