El Moody’s Ratings destaca la gestión conservadora del Perú sobre la deuda, la fortaleza en sectores clave como minería y servicios, y el auge del financiamiento local, que actúan como escudos protectores frente a la inestabilidad institucional.
En su más reciente evaluación prospectiva para el próximo año en América Latina y el Caribe, Moody’s Ratings arroja una luz de reposo sobre un panorama regional marcado por la inestabilidad.
Mientras los titulares se concentran con justicia en la polarización política y las fluctuaciones monetarias, el análisis revela un activo crítico y a menudo subestimado en el caso peruano, la solidez crediticia proyectada para las empresas no financieras hasta el 2026 se mantiene firme y estable.
Lejos de ser un fenómeno fortuito, esta solidez es la consecuencia directa de una gestión empresarial históricamente conservadora y disciplinada, señala artículo publicado en el Suplemento Económika del Diario El Peruano.
En un entorno donde el riesgo político interno es una variable constante, las corporaciones peruanas aprendieron a construir murallas financieras robustas.
El rating estable proyectado se sustenta en cimientos sólidos, destacando una gestión de deuda prudente, niveles de liquidez adecuados y, fundamentalmente, la resiliencia operativa en sectores clave.
La minería, las telecomunicaciones y el sector de servicios públicos o suministros actúan como verdaderos pilares.
Estos sectores, a menudo con ingresos diversificados o anclados a la demanda esencial, han mantenido su capacidad de generación de flujo de caja libre incluso frente a choques internos.
En la región
De manera complementaria, el mercado de financiamiento local peruano crece a niveles superiores al promedio regional, ensanchando las opciones para los emisores de deuda y mitigando la dependencia de los volátiles mercados internacionales.

De acuerdo con Moody’s Ratings, esta capacidad para diferir inversiones no esenciales o renegociar plazos, sin incurrir en un estrés financiero significativo, demuestra la madurez del músculo corporativo peruano. En esencia, la solidez no es solo una calificación; es un mecanismo de defensa que aísla parcialmente la economía real de la volatilidad del Congreso o de los vaivenes ministeriales.
Argumentar la solidez es crucial porque es el motor silencioso de la estabilidad macroeconómica. Una base corporativa con un crédito robusto facilita el acceso a financiamiento internacional en mejores condiciones, reduce el costo del capital y promueve la inversión a largo plazo.
Si las empresas clave pueden asegurar su financiamiento de manera eficiente, continúan operando, manteniendo el empleo y contribuyendo al producto bruto interno (PBI), incluso cuando la inversión pública flaquea o la confianza política se erosiona. Esto crea un amortiguador indispensable para el país.
Sin embargo, esta calificación estable es una fotografía del presente que demanda acción para el futuro. La evaluación de Moody’s Ratings es un espaldarazo a la disciplina financiera, no un cheque en blanco. La resiliencia crediticia de las empresas depende intrínsecamente de que el Estado garantice un marco regulatorio predecible y una disciplina fiscal responsable.
Reformas estructurales
La estabilidad corporativa ofrece a los líderes políticos y empresariales una ventana de oportunidad única para abordar las reformas estructurales largamente pospuestas.
Es imperativo que esta ventaja crediticia se maximice mediante la implementación de políticas que fortalezcan el Estado de derecho y combatan la permisividad regulatoria que siempre termina, a la larga, minando la confianza.
La calificación positiva de Moody’s no debe ser motivo de complacencia, sino una poderosa llamada a la responsabilidad: mantener esta fortaleza crediticia hasta el 2026 y más allá requiere una sinergia inquebrantable entre la prudencia corporativa y la visión de largo plazo del gobierno.
Datos
- Moody’s Ratings proyecta que el crecimiento del producto bruto interno en América Latina se mantenga moderado en el 2026, lo que ejerce presión sobre los flujos de ingresos corporativos y limita las mejoras crediticias generalizadas.
- A pesar de las caídas registradas en algunos países, la inflación en la región se mantiene estructuralmente alta en comparación con los promedios históricos, impactando los costos operativos de las empresas.
- La polarización continúa siendo un riesgo crediticio clave, pues obstaculiza la inversión y la implementación de reformas fiscales necesarias en varios países latinoamericanos.
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