Por Renato SilvaIntentos de suicidio y depresión entre otros problemas emocionales, hijos que dejaron sus estudios y deudas que aún no terminan de pagarse son algunos problemas que, 17 años después de la tragedia, todavía afectan a los deudos del incendio de
Mesa Redonda en el año 2001.
Como si fuese una sombra que los acompaña permanentemente, las secuelas de aquel 29 de diciembre se mantienen imborrables en la memoria de quienes perdieron a sus seres queridos y sus negocios, más aún cuando
un nuevo incendio o amago de incendio revive el recuerdo por estos días.
Pese a ello, siguen adelante en busca de una "verdadera justicia", dado que hasta hoy, consideran, no ha habido una sentencia ejemplar por el dantesco incendio ni han recibido una reparación económica que haga justicia frente al drama que pasaron y aún pasan.
“En mi mente aún está todo lo que ha pasado. Creo que el día que cierre mis ojos por última vez, será el día en el que me lleve todo conmigo”, dice con un nudo en la garganta Martha de la Cruz, presidenta de la
Asociación de Damnificados 29 de Diciembre.
Martha es una de las damnificadas que, para huir de las llamas, saltó de la ventana hacia el techo de un carro estacionado. Tenía quemaduras en su cuerpo y cuando estuvo internada su familia prefirió ocultarle la muerte de su hermana y sobrina. "Cuando me dieron de alta, me lo dijeron y me sentí morir. Quedé mal, quedé mal", relató a la Agencia Andina.
Un día, cuando aún tenía los pies vendados, pensó en lanzarse del puente ubicado en la Alameda Chabuca Grande, cerca de Palacio de Gobierno, pero de pronto, como si hubiese sido enviado por un ángel, se apareció un familiar y evitó su muerte.
Hasta hoy sin lista oficial
Ahora Martha quiere seguir adelante en su búsqueda de justicia. "Hemos tocado puertas. He mandado cartas a tantas instituciones y ninguna nos da solución. Lo más justo sería que una entidad nos ayude a hacer un listado único para saber quiénes y cuántos somos y a partir de ahí pedir y reclamar un derecho que nos asista".
El incendio acabó con la vida de 290 personas, según cifras oficiales, pero se presume que podrían haber sido muchas más; por eso, dice Martha, para nosotros es importante tener una lista oficial de damnificados.
En el 2007, el general PNP Luis Alberto Sánchez Arias y otras 11 responsables fueron condenados a 3 y 4 años de prisión por la tragedia. El primero por haber ordenado que se levante el cordón policial que restringía el paso de los artefactos pirotécnicos y los otros por comercialización ilegal de los productos.
La Corte Suprema también fijó una reparación civil que, repartida entre los deudos, a cada uno le tocaría 700 soles. La rechazaron. Una vida no valía 700 soles. Ellos quieren verdadera justicia. El general Sánchez Arias está libre y actualmente hay cinco asociaciones de víctimas. Ninguna es oficial y quizá por eso se sienten olvidados.
"Mis hijos dejaron de estudiar y hasta hoy pago deudas"
Otro ejemplo claro de que el drama aún persigue a los deudos es el caso de Carmen Domínguez, quien continúa pagando las deudas y las hipotecas por la mercancía que perdió en el incendio y cuyos hijos han dejado de estudiar.
"Cuando vinieron los juicios, los embargos, dije 'mejor me hubiese muerto porque así nadie tendría qué embargarme o quitarme nada', señala al tiempo de reconocer que su vida cambió totalmente después de la tragedia.
Pero después de respirar reconoce que necesita ayuda: "voy a pasar por terapia psicológica, porque el dolor es tan grande, me cuesta hablar. Me siento vacía, me siento perdida, siento cólera, rabia. Es difícil".
"Estoy deprimida"
A estos testimonios se suman los de Aquelina García, quien perdió a su esposo, y Saturnino Ferro García, cuya esposa también dejó de existir pero además sufrió el drama de perder su negocio.
Aquelina no pudo reconocer a su esposo porque su cuerpo estaba totalmente carbonizado, reducido. "Me sentí tan mal porque yo nunca pensé que mi esposo se iba a morir de esa manera. Tenía 3 hijos menores y no tenía nada".
Ella cuenta que cuando se enferma, los médicos le dicen: "usted no está enferma, está deprimida". Pese a que está decidida a seguir adelante, el dolor siempre la agobia: "no hay año que pasemos feliz porque toda la vida, todos los años, para nosotros es una tragedia. Jamás pasará ese dolor".
Saturnino, en tanto, llora al recordar la muerte de su esposa y la pérdida total de su negocio, pero además se indigna al recordar que hasta ahora no haya justicia para ellos.
Más visitantes, más peligro
Según la
Municipalidad de Lima, en hora punta la cifra de asistentes a Mesa Redonda bordea el millón de personas al día por las fiestas de fin de año; pero en 2001, cuando ocurrieron los hechos, la cantidad era 200 mil personas.
"Al igual que un delincuente salta para no ser capturado, los comerciantes de pirotécnicos ven la forma de no ser intervenidos. Se lucha contra eso pero hasta donde se puede porque no podemos revisar la ropa de la gente y buscar. Seguirá la lucha contra todo lo que sea clandestino", expresó Mario Casaretto, subgerente de Defensa Civil de la comuna limeña.
Pero el peligro subsiste, advierte César Suito, uno de los primeros bomberos que atendió la emergencia en el 2001. El considera que
ha mejorado la fiscalización, pero no la mentalidad de los consumidores que llegan en un volumen inmenso en fiestas de fin de año. "Yo creo que la gente no se ha olvidado de lo que ha pasado, pero sí se ha olvidado de que puede volver a pasar".
El pedido de los deudos es unánime y se resume en una sola frase, 17 años después de todo: "por favor, no nos olviden".
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(FIN) RRC-RSJ/RRC
Publicado: 26/12/2018