Mientras para algunos convertirse en adulto mayor puede ser sinónimo de achaques, soledad, dependencia o esperar la llegada del último suspiro, para otros la tercera edad es una etapa más de la vida, llena de desafíos, oportunidades y para la que hay que prepararse también, ya sea a nivel familia o individual.
La mirada al envejecimiento ha cambiado en los últimos años, refiere la psicogerontologa Miriam Lúcar, sobre todo debido a las mejoras a nivel de salud, lo que abre un abanico de posibilidades para vivirla distinto, con sentido, rompiendo estereotipos y dejando atrás esa idea de que nuestra vida entra a su etapa de “archivo”.
En entrevista con el programa Saludable Mente de Andina canal on line, la experta recuerda que nadie se convierte en adulto mayor de la noche a la mañana, como si se tratara de un interruptor que se prende el día que cumplimos 60 años (en Perú) o 65 años (en otras partes del mundo).
“Por largo tiempo se ha pensado que, si uno está en esta última etapa de vida, ¿para qué tener sueños? Y eso, felizmente, ha cambiado porque, además, cada persona envejece de una manera única”.
Lo más importante, afirma, es encontrar nuestra propia motivación, nuestras metas para el tiempo que viene. Si hay apoyo de la familia, de los amigos, de la pareja, bienvenido, pero “la persona mayor es el centro”.
Preguntas impostergables
Independientemente de la edad que tengamos, la experta sugiere comenzar por cuestionar ¿cuál es la mirada que tenemos del envejecer?
“Algunos hijos pueden pensar: yo sé mejor cómo usar su dinero, qué se le puede permitir hacer y qué no. Es allí donde la visión del individuo se funde con la de la familia y aparece la idea de dependencia, justamente lo que queremos romper.
Es necesario que haya sanos límites. Claro que somos un equipo, pero él o ella (adultos mayores) también son importantes, como sus opiniones”.
Lúcar reivindica la importancia de alentarlos a preguntarse o recordar ¿qué quiere? ¿O quiso en la vida? ¿cuál es el sentido de su vida? ¿cuáles son los valores que lo van a mover?
“Muchos padres, por ejemplo, se repiten: yo me dejo para después porque primero son mis hijos, algo que pasa mucho con quienes después son abuelos, sobre todo mujeres. No hay nada de malo en ello, pero cuidado si hay un desbalance, si hay algo que no está siendo asertivo y puede perjudicarlos”.
Liberarlos de la culpa
Miriam Lúcar, quien además es docente de la facultad de psicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú, comenta que en consulta observa mucha culpa entre los adultos mayores que quieren desviarse del camino trazado por los hijos, la familia o la sociedad.
“Hay mucha culpa en la vivencia individual de sus vidas. Ellos dicen: siempre eran mis hijos, mi familia, mi trabajo, y ahora que puedo ser el centro, no sé bien cómo serlo. Me siento culpable. Si salgo o quiero hacer algo más, me dicen: pero papá, mamá, si tu no haces nada más, por qué no nos ayudas”.
Ante situaciones como esas, recomienda reforzar muchísimo la autoestima, ayudarlos a que la jerarquía de valores familiar incluya también valores a nivel individual.
Si hay voluntad de la familia en ayudar en este proceso, podrían propiciarse preguntas abiertas sobre las creencias en esta etapa ¿Por qué no haces tal o cual cosa? ¿Por qué no deberías? ¿Lo has intentado? ¿si te haces sentir bien, por qué no lo intentas?
Amor y nuevas ilusiones
De otro lado, no son pocos los que llegan a la tercera edad solteros, separados o viudos y con mucho temor a darse el permiso de volver a ilusionarse con un nuevo amor.
“A veces son más los hijos o hijas quienes tienen ciertas reservas sobre el tema. Hay una mirada más tradicional, con frases como ‘si mi mamá siempre estuvo con mi papá ¿ahora qué? ¿por qué está queriendo conocer a alguien? Ya no es tiempo para eso’. El trabajo con el entorno también es importante”.
En otros puede surgir dudas como ¿para qué ilusionarme si ya no hay mucho tiempo por adelante? Y la respuesta es muy simple, afirma la psicóloga: porque aún estás aquí y hay vida.
Pide descartar la idea de que las personas adultas mayores son como niños porque no es precisamente lo que ocurre y porque además este pensamiento olvida su capacidad de seguir construyendo o definiendo su propia vida.
“Un aspecto que, por ejemplo, se ha invisibilizado en ellos es la sexualidad, dejando de lado que es algo que nos acompaña toda la vida”, afirma.
Reconoce que, si bien se tendrán que hacer algunas adaptaciones, desde lo físico, porque el organismo es diferente, son básicamente ciertas creencias las que frenan esta vivencia.
Ante dicha situación, aconseja darse espacio para preguntas como ¿quiero seguir gozando de esta cercanía y de esta intimidad con mi pareja? ¿me permito aceptar mi cuerpo envejecido, y el suyo, y ver qué disfrutamos ahora? ¿cómo lo disfrutamos? con la idea se seguir gestando esa intimidad y ese goce, que puede ser distinto, pero no por eso menos satisfactorio.
“Hay que romper con la idea de que algo solo pasa cuando tenemos cierta edad. Y en eso la sexualidad es clave”, destaca.
Prepararse desde ahora
Así como no preparamos para la llegada de otras etapas en la vida, hay que hacerlo también para la adultez mayor, nos recuerda la psicogerontóloga, quien difunde información de gran valía sobre el tema en la plataforma
https://hola65ymas.com/
“No hay una única fórmula, todos envejecemos de manera distinta y por eso debemos pensar de pronto en tres grandes dimensiones: la física, la sicológica y social”.
Considera que, desde los 30 o 40 años hay que ir trabajando en la primera dimensión, sobre todo nuestros hábitos, “porque a los 60 años no se empieza a hacer ejercicio de la nada, porque el médico lo pide, sobre todo si es una persona que lleva toda una vida huyéndole al ejercicio. Lo mismo pasa con la dieta”.
“Desde el ámbito psicológico, hay que preguntarse ¿cómo estoy conmigo mismo? ¿cómo me siento? ¿qué metas tengo? De cara a la salida de los hijos de casa, ¿cómo me veo?, ¿cómo me nutro de tal manera que yo pueda ser el centro”.
A nivel social, recomienda pensar en nuestras relaciones amicales, porque si solo tengo las de mi trabajo qué pasara cuando me jubile.
“Creo que, además de pensar en qué me gustará ocupar mi tiempo, es importante pensar en los arreglos concretos que debo hacer en mi vida y en las implicancias económicas que tendrán, en cómo me sentiría más productivo si necesito seguir generando ingresos, evaluar qué herramientas tengo a mano”.
Es ideal no esperar la jubilación para recién empezar a pensar qué necesitaré o haré, “porque estas transiciones de vida no pueden hacerse de un día para otro; de lo contrario nos golpearán muy fuerte”.
Beneficios inesperados
La experta pide no temer a la adultez mayor; por el contrario, esperarla también con emoción, porque la capacidad de aprender, de crecer, de ser, de disfrutar, de conectar con otros, no desaparece con la edad; y nos acompañará en la medida en que estemos dispuestos a involucrarnos.
Sugiere descartar la idea de que solo la juventud es una etapa de ganancias y que la vejez es sólo de pérdidas.
“Tenemos experiencia, nos conocemos mucho más, sabemos cómo afrontar mejor los problemas, tenemos una perspectiva de las cosas, de la vida, que puede ser una guía muy importante”.
Afirma que finalmente la conciencia de que la vida tiene un fin, lejano o próximo, hará que la valoremos más.
“Tal vez en otros momentos estamos pensando siempre en el futuro o en el pasado. Este es el momento para hacer lo mejor que se pueda, para seguir aprovechando esta capacidad de ser, de tratar, de disfrutar, de crear y ponerme a mí en el centro. Sin olvidarme de los otros, pero volviendo a colocarme a mí como el principal actor o la principal actriz de esta historia, mi historia. Allí radica el valor de esta etapa”, destaca.
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(FIN) KGR/RRC
JRA
Publicado: 26/9/2021