El arándano dejó de ser un commodity agrícola para convertirse en el rostro indiscutible de la potencia agroexportadora del Perú, un símbolo de la ingeniería agrícola y la visión empresarial que reescribió las reglas del comercio global de frutas frescas.
Superó los 2,270 millones de dólares en valor exportado en la última campaña, una cifra nunca antes alcanzada por producto agrícola alguno, lo cual no es un simple récord estadístico. Es la manifestación tangible de una apuesta estratégica y audaz por la innovación permanente.
El Perú se mantiene como el principal exportador mundial, ostentando el más alto rendimiento global con 19 toneladas por hectárea, señala artículo publicado en el Suplemento Económika del Diario El Peruano.
Estacionalidad
Sin embargo, la perspectiva más novedosa y menos comentada de este liderazgo no reside en la cantidad máxima producida, sino en la gestión estratégica de la estacionalidad mediante la reconversión genética, una táctica interna de alta sofisticación conocida como el plan para elevar los valles de la producción.
La narrativa tradicional de la agroexportación siempre se centró en la magnitud de sus picos de venta, los momentos álgidos de la cosecha.
Para el arándano peruano, el grueso de las exportaciones se concentraba históricamente entre los meses de agosto y diciembre. Esta compresión temporal generaba una vulnerabilidad gemela que amenaza la estabilidad a largo plazo.
Por un lado, la concentración masiva de volumen en este periodo produce una inevitable saturación en los mercados globales (principalmente Estados Unidos, la Unión Europea y China). Esta sobreoferta obliga a los productores a competir agresivamente a la baja, presionando los precios unitarios y erosionando los márgenes de rentabilidad de toda la industria.
Por otro lado, esta dependencia de un periodo corto expone al sector a un riesgo logístico y climático intolerable, ya que cualquier shock (un paro de transporte, un bloqueo de puerto o un fenómeno climático) puede diezmar la cosecha más valiosa del año. La madurez sectorial exige, por lo tanto, un cambio de enfoque estratégico.
La verdadera medida de la fortaleza económica del arándano peruano no es qué tan alto se eleve su pico anual, sino qué tan estable y robusta sea la base de su producción durante los valles productivos –los meses de menor actividad, específicamente de junio-julio y enero-abril.
Objetivo estratégico
Es aquí donde el concepto de “elevación de los valles” adquiere una importancia crítica. Este objetivo estratégico, respaldado por análisis del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri), busca explícitamente “disminuir los picos y ampliar las exportaciones mediante los demás meses que comprende una campaña”.
La consecución de esta continuidad no es un factor meramente técnico, es el fundamento operativo que asegura la resiliencia sistémica y la sostenibilidad financiera a largo plazo. El instrumento central para lograr esta desestacionalización y, por ende, la estabilidad de precios, es la revolución varietal impulsada por la industria.
La evolución en el portafolio genético de los arándanos peruanos es una de las transformaciones agrícolas más rápidas jamás vistas en el mundo.
Hace menos de una década, la variedad Biloxi era el eje de la producción, representando más del 58% de las hectáreas certificadas en el 2016. Esta variedad, si bien productiva, tenía una estacionalidad muy marcada, atando al sector al periodo de pico.
Variedades
En la actualidad, la Biloxi fue estratégicamente relegada a un rol secundario (cercano al 16% de la superficie), siendo reemplazada por un mix de genéticas más sofisticadas y versátiles.
La variedad Ventura ha tomado el liderazgo (cerca del 26% de la superficie), pero el cambio más profundo se manifiesta en el auge de las variedades de club licenciadas, como la Sekoya Pop (que ya supera el 14% de la superficie).
La proliferación de más de 60 variedades distintas en el campo peruano, un stock genético sin parangón, no es una coincidencia botánica. Es el resultado de una decisión empresarial consciente de diversificar los ciclos fenológicos y de dispersar el riesgo productivo.
Los productores peruanos invierten anualmente millones de dólares en la adquisición de licencias de estas nuevas genéticas.
El valor de estas variedades de club reside precisamente en su plasticidad fenológica: su capacidad de adaptación. Mediante el sofisticado manejo agronómico (ajuste de poda, riego y nutrición) y la explotación de la diversidad de microclimas a lo largo de la costa peruana, los productores pueden inducir o extender intencionalmente los periodos de floración y fructificación.
Este control sobre la biología de la planta permitió al Perú estirar su ventana de suministro a las 52 semanas del año.
El premio a la continuidad
Esta capacidad única de abastecimiento continuo es la que otorga al Perú su principal ventaja comercial estructural frente a competidores hemisféricos como Chile, Argentina o Sudáfrica.
Los grandes supermercados y cadenas minoristas internacionales, que operan bajo un modelo de logística just-in-time, no buscan proveedores estacionales; buscan socios comerciales permanentes.
La capacidad del Perú para garantizar entregas de arándanos frescos de alta calidad durante los 12 meses del año permite al sector firmar contratos de suministro anuales y negociar precios premium en los periodos de baja oferta global (enero a abril, y junio a julio), compensando así la presión que sufren los precios en los meses de pico.

Además, la elevación de los valles tiene un efecto directo y positivo en la optimización logística. Las navieras y los cargadores aéreos requieren volúmenes estables y predecibles para justificar rutas frecuentes y eficientes. Al suavizar la curva de exportación y evitar el shock logístico del pico, el sector asegura un flujo de carga más regular y, por ende, más seguro y más económico. Esto reduce las demoras, disminuye el riesgo de pérdida de la fruta y mantiene la calidad en el anaquel, fortaleciendo la imagen del Perú como un proveedor de calidad. Se trata de un cambio paradigmático: pasar de ser un “proveedor de cosecha masiva” a un “proveedor de solución continua”.
Resiliencia climática y desafíos Estructurales
Esta diversificación genética no solo estabiliza los precios, sino que actúa como el seguro biológico más efectivo contra la principal amenaza del sector: el cambio climático y fenómenos como El Niño o La Niña.
Las variedades antiguas y uniformes eran extremadamente susceptibles a las condiciones climáticas extremas.
Hoy, al tener un portafolio de más de 60 variedades con diferentes umbrales de resistencia y la producción dispersa en diversas latitudes y altitudes, la afectación de una zona o una variedad específica puede ser compensada por la resiliencia de otras.
La rápida capacidad de reponer volúmenes y proyectar una fuerte recuperación para la campaña 2024/2025, tras la severa crisis de El Niño en el 2023, es la prueba de fuego de esta estrategia de estabilidad vertical. Esta inversión en genética es, en esencia, una inversión en adaptación climática.
Para sostener esta compleja operación de 52 semanas, el sector también necesita un apoyo institucional y de infraestructura acorde a su liderazgo.
Infraestructura
La expansión productiva, que impulsa el IBO Report 2024 y que posiciona al Perú para liderar la expansión mundial de la producción en el 2025, exige la mejora continua de la infraestructura de apoyo: desde la eficiencia en los puertos y la facilitación de trámites aduaneros hasta la inversión pública en investigación y desarrollo (I+D) que garantice el acceso a las últimas tecnologías de manejo hídrico y genético.
La tarea del Estado es asegurar que la sofisticación lograda en el campo se refleje en la fluidez de la cadena de exportación.
La perspectiva de futuro para el arándano peruano, por lo tanto, no se detiene en los 2,270 millones de dólares. Reside en la capacidad inigualable de garantizar el suministro estable del berry durante todos los meses del año, transformando un producto inherentemente estacional en una fuente constante de valor.

Esta verticalización de la oferta es el modelo que define la nueva era del agro nacional, una donde la resiliencia y la rentabilidad definitiva se construyen en la elevación de los valles, asegurando que el liderazgo peruano en arándanos sea inmutable.
Profesionalización del campo
Las cifras de exportación son geniales, pero el impacto más importante del boom del arándano se está sintiendo en la gente y sus comunidades.
Esta agroindustria de alta tecnología ha transformado por completo el rol del trabajador agrícola. No basta con la mano de obra estacional; la demanda real es de especialistas técnicos.
Manejar los sofisticados sistemas de riego por goteo, usar tecnología de selección óptica para calibrar la fruta, y cumplir con certificaciones internacionales son tareas que exigen nuevas capacidades.
Esto está obligando a nuestros jóvenes a buscar formación técnica y especializada. Al hacerlo, su valor en el mercado aumenta dramáticamente, mejorando su calidad de vida y estabilidad económica.
Este salto cualitativo combate la migración rural, pues ahora existen oportunidades de carrera y salarios dignos justo donde viven.
Al final, la industria del arándano no solo está vendiendo fruta: está cultivando capital humano calificado. Lo que realmente estamos construyendo es una nueva clase media rural, anclada en el conocimiento, la técnica y la innovación agrícola.
Datos
- A pesar de ser el líder mundial en volumen y rendimiento, la industria del arándano debe superar el desafío de la concentración de sus ventas.
- El hecho de que Estados Unidos, la Unión Europea y China concentren la mayoría de las exportaciones es la principal vulnerabilidad geopolítica del sector.
- La madurez exige ahora un esfuerzo enfocado en la apertura y consolidación de mercados secundarios.
- Los crecimientos en destinos como Japón, Rusia y Argentina, aunque incipientes, son el termómetro del apetito global más allá de los socios tradicionales y deben convertirse en el foco de la inversión para garantizar una menor dependencia.
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(FIN) DOP/SDD