Con su restaurante Chullschick, ubicado en pleno corazón de Hong Kong, el chef peruano Abel Ortiz demuestra que con esfuerzo y pasión es posible lograr el éxito en el mundo de la alta gastronomía.
Desde muy pequeño, Abel educó su paladar a través del talento de su padre, antiguo chef de los oficiales de la Marina; mientras que acompañaba a su madre en el puesto de verduras en el Mercado Central del Callao, en donde trabajaba a brazo partido para sacar adelante a la familia.
Sin embargo, a los siete años la vida le pondría la prueba más dura que el ser humano puede recibir: su madre murió.
“Fue un golpe muy duro porque era su engreído”, recuerda. Las celebraciones del Día de la Madre eran para él momentos de impotencia y tristeza. “Todos celebraban en la actuación y se compraban algún dulce. Yo me mordía los labios porque no tenía dinero. Algunos me miraban y me decían ‘¿Quieres?... que te compre tu mamá’”, recuerda.
“Pero eso lejos de amilanarme me daba fuerzas, todas esas humillaciones que tuve que vivir junto a mi hermana. Ella tenía apenas dos años más que yo y se convirtió en mi mamá”, subraya.
Cuenta que a su hermana le prometía que en el futuro iba a tener dinero por medio del trabajo duro.
“Y así, desde chiquitos, atendíamos el puesto. Los años pasaron y en las vacaciones del colegio me cachueleaba como mesero y ayudante en los restaurantes o preparando sánguches”, recuerda.
Sacrificio constante
Acabando el colegio, Abel no quería quedarse como uno más en su barrio y soñaba con estudiar y convertirse en un chef profesional, pero ese era un sueño muy lejano.
“Hasta que un amigo mayor le dijo: ‘Tu eres callejero, no le tienes miedo a nada… ni al fracaso. No hay algo más duro que perder a la mamá; qué puede ser más bravo’”.
Y así comencé a estudiar gastronomía, pero los ingresos, a pesar de que trabajaba de sol a sol, no le permitían costear la carrera. “Tenía que ahorrar. Había que comprar los zapatos, cuchillos, tantas cosas, y no podía, pero no me rendí y me dije: ‘Yo tengo que trabajar con los mejores’”.

Las extenuantes jornadas laborales en la cocina del SIMA de la Marina de Guerra del Perú, que luego daban paso a las clases, lo hacían apenas dormir. “Llegaba a mi casa en Comas a la 1:30 de la madrugada; pero no importaba, cada paso era para llegar a mi objetivo”, subraya.
Así fue premiado para estudiar en Argentina. Luego entraría a las filas de Central, de Virgilio Martínez, del San Honorato, en Córdoba, y de Manifiesto, Tanta y Cautivo, en Lima.
En el 2013 lo recibiría la cocina de Mayta y en el 2014 la de Nuna, en Punta del Este. De ahí con Jaime Pesaque dan el salto a Hong Kong.
Luego continuaría trabajando en China como consultor gastronómico y chef ejecutivo; así viajó por Asia y el Medio Oriente.
Tiempo después junto con dos socios, da el salto para hacer realidad Chullschick con los ahorros de su vida para participar. “Cuando pago el depósito del local, el horno en el Perú y hasta compro mi pasaje para ir a ver los productos, los tres socios me dicen que no van. Me caí en ese momento, me puse a llorar y a preguntarme: ‘¿Ahora qué hacemos?’. Faltaba el 75% para continuar. Entró a tallar el tema de familia y mi suegro nos apoyó; nos facilitó el acceso a un préstamo y así comenzamos este sueño”, rememora.
Atrás quedó el niño que se sintió solo contra el mundo, el adolescente al que muchos tildaban de “soñador”.
“Decían que no iba a lograr nada, que acabaría siendo un borracho, un fumón. Yo salí con hambre de gloria, de poder ayudar a mi familia”, enfatiza.
Si mi mamá me oyera le diría que la siento todos los días a mi lado. “No salgo de casa sin pedir su bendición y de que cuide a mis hijos”.
Y a todos los jóvenes que sueñan con la cocina, Abel les suelta una palabra: “resistir” en el proceso de un camino llamado vida y que hoy es su pasión. Qué mejor regalo que ese.
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El restaurante de cocina peruana Chullschick se ha convertido en el primero de su tipo en Hong Kong en recibir la certificación Auténtica Cocina Peruana, reconocimiento que avala el uso de ingredientes, recetas y técnicas tradicionales en la elaboración de sus platos.
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["Rodrigo Salazar: el innovador cirujano dentista peruano que triunfa en Brasil’"]Chullschick busca compartir la riqueza culinaria del Perú. El nombre une chulls, que para la nueva generación de jóvenes peruanos significa amigo, con chick, que alude a pollito.
La iniciativa, promovida por la Universidad San Ignacio de Loyola con el respaldo de la Marca Perú, busca preservar la riqueza gastronómica nacional en el extranjero y fomentar el consumo de productos nacionales, garantizando una experiencia auténtica para los comensales.
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Abel tiene su restaurante en sociedad con su esposa Zoe, con quien tiene dos niños: Lucattoni y Francesca.

Sueña con dejar un legado gastronómico que trascienda y por ello no duda en hacer docencia.
Su hermana milagros continúa siendo uno de sus pilares y dejó la ingeniería de sistemas para engrosar las filas de la alta pastelería. Asimismo, su padre lo visita una vez al año y vive orgulloso de los logros que ha alcanzado.
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(FIN) CFS/CFS
JRA
Publicado: 29/9/2025