Estar en la primera línea de batalla contra la covid-19 le ha dado una perspectiva de vida distinta al médico pediatra e intensivista, Daniel Anchante y ha fortalecido su vocación de servicio por la salud y la vida. Desde su trinchera de lucha, su testimonio personal resume certezas, incertidumbres, temor, y una luz de esperanza al final de todo. Conozcamos su historia.
"Cuando llegó el primer lote de vacunas al Perú, fue inevitable emocionarnos. Nosotros habíamos esperado la vacuna con mucho optimismo y cuando llegaron finalmente y había la certeza de que el personal de salud iba a ser inmunizado, fueron días de mucho ánimo".
"Fue un envión anímico", dice ahora un poco más aliviado el médico pediatra e intensivista del Instituto Nacional de Salud del Niño San Borja, Daniel Anchante Llosa. Cuenta que el personal estaba muy cansado y era consciente del riesgo al que se enfrentaba cada día. "Enterarnos de que la inmunización era un hecho fue una inyección de esperanza, fue la dosis necesaria para recuperar el ánimo. Recién en ese momento pudimos trabajar tranquilos, porque no se trata solo de nosotros, sino de nuestras propias familias".
Daniel Anchante es un médico joven, lleva apenas ocho años de ejercicio, cinco de los cuales ha estado al frente de la Unidad de Cuidados Intensivos en el INSN, donde trabaja con un equipo de primera. Siendo intensivista y pediatra, su especialidad en cuidados intensivos es a nivel pediátrico, y su experiencia en este tiempo de pandemia es realmente sobrecogedora. "Hay mucha intensidad de parte del personal y de las familias, mucho temor también, pues nada duele más que ver a un menor en estado crítico, más aún cuando se trata de un virus que mata y que presenta síntomas diversos en cada paciente".
Confiesa que manejar situaciones en la que los pacientes graves son niños, con padres que te imploran que les salves la vida, cuando ellos mismos están luchando contra el covid-19, es sumamente duro. Muchos médicos y el personal de salud, somos padres, tenemos hermanos, sobrinos y vemos reflejados en ellos a los niños que atendemos. Es realmente doloroso, pues una vez que se cierra la puerta de UCI, los familiares solo pueden esperar el informe que es por vía telefónica.
Explica que, durante esta pandemia, el trabajo en el INSN San Borja se orientó a tratar de humanizar el manejo de cada caso. "Tenemos una política de humanización y lo que rige es que aquellos niños que aún se mantienen despiertos, es decir están en UCI, pero no están entubados o sedados, los contactamos telefónicamente con su familia para que compartan un momento con ellos, para que se sientan más acompañados".
No es el caso de los menores entubados, pero dependiendo de la situación y la gravedad, los papás pueden llamarlos al teléfono de la Unidad para hablarles al oído por el altavoz. "Ese momento es muy emotivo, porque nosotros escuchamos todo lo que los padres le dicen sin importar que estén sedados. Si bien no hay un contacto físico, al menos por el teléfono, los padres pueden enviarle un mensaje de aliento, llamarlos por su nombre de cariño, mencionarles lo que les espera en casa una vez que se curen... nosotros sentimos en carne propia la desesperación de esas familias, lo que es realmente triste y, aunque no lo creas, nos compromete mucho más a luchar para recuperarlos".
Las variantes
El médico del INSN refiere que, a diferencia de la primera ola, en la que el 95 % o más de los casos, se presentaban en menores con enfermedades preexistentes (asma, obesidad, cardiopatías, problemas neurológicos y que además estaban asociadas al covid-19), en esta segunda ola tenemos niños que han presentado cuadros de gravedad por covid-19, sin que tengan necesariamente un mal preexistente".
"En la actualidad tenemos en UCI a una niña que no tiene ninguna enfermedad; sin embargo, desarrolló una condición grave de coronavirus. Está entubada, ventilada, situación que revela un cambio y un porcentaje en alza, en relación con los niños sanos."
Precisa que lo que aumentó en las últimas semanas es el rango de casos en adolescentes de entre 12 y 17 años, pero que atienden pacientes desde los cero días hasta los 18 años y en UCI tenemos niños de 8, 13 y 15 años", refiere.
Advierte que quienes piensan que los menores están a salvo, se equivocan. "Desde el inicio de la pandemia hemos tenido hospitalizados, aproximadamente 250 casos, y de esa cifra, el 30 % pasó por la Unidad de Cuidados Intensivos." Más aún -refiere- que desde que se inició el año, al INSN San Borja ingresaron por hospitalización más de 50 niños covid positivos, y en la unidad de UCI, en este momento hay 4 casos.
Temor por lo desconocido
El temor es real, tanto que el médico tuvo que mudarse a vivir solo para reducir la posibilidad de llevar el virus y contagiar a los seres que más ama. "Fue una decisión dolorosa, inevitable y conversada con la familia, pero hubo que asumirla. No es solo mi caso, muchos otros compañeros, médicos y personal que trabaja en UCI, están viviendo situaciones parecidas y aunque la comunicación no se pierde, no es lo mismo, estar lejos, no poder abrazarlos y explicarles lo que sucede".
El hijo de este médico de raíces iqueñas, cumplirá pronto cinco años, que no alcanzan para comprender la magnitud del drama sanitario y económico que tiene al país en UCI y como a muchos peruanos, con pronóstico reservado.
Vacunas: Una luz de esperanza
Lo tiene claro, en realidad todo el personal que comparte con él cada día de la lucha contra la enfermedad está convencido de la protección efectiva que ofrece la vacuna. Por eso sonríe cuando le mencionamos algunas teorías conspirativas que circulan en las redes sociales que dicen que con las vacunas nos va a introducir un chip para controlar nuestras emociones o que tienen como propósito alterar muestro ADN.
"El primer mensaje claro que puedo dar es que las vacunas salvan vidas, pues disminuye la posibilidad de que el paciente desarrolle cuadros severos de la infección y que, en el caso del coronavirus, puede llevarte a una UCI, a un ventilador mecánico, o a la muerte. El solo hecho de que las vacunas disminuyan el riesgo de enfermedad grave y la mortalidad, ya es un gran avance".
En esa perspectiva, asegura que el 100 % del personal de salud del INSN, ya recibió la primera dosis de la vacuna y se mantiene a la espera de un nuevo lote para recibir la segunda dosis. "No se han presentado mayores casos adversos a los que puede haber usualmente con una vacuna regular, de modo que en los próximos días debemos completar ambas dosis. No tenemos dudas respecto a su efectividad y en realidad, nadie debería tenerlas", enfatiza.
Agrega que el tipo de vacuna que nos ha tocado, es decir la vacuna china de Sinopharm, presenta un virus atenuado que es muy bien manejado por el personal de enfermería, que está acostumbrado a vacunas de este tipo, en otros virus. "Todo esto se ha hecho siguiendo pasos científicos, seguros."
En cuanto a la velocidad de su desarrollo, explica que este tipo de virus ya se venía manejando desde hace años y si bien es cierto que la variante del coronavirus es nueva, la familia ya se conocía y había vacunas previas que estaban en proceso, con un estudio base.
Señala una razón adicional: la tecnología que tenemos ahora es sumamente precisa y segura, de modo que la rapidez con la que los laboratorios desarrollaron la vacuna se explica en estos dos puntos.
Daniel tiene más anécdotas que el día a día con la pandemia ha perfilado. Es una historia de éxito y frustraciones que plantean nuevos desafíos para el ejercicio médico y que la pandemia ha dejado expuesta. Solo espera que la ansiada inmunización comunitaria alcance para recuperar la salud, de la que él es un infatigable gestor.
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(FIN) DOP
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Publicado: 2/3/2021