En el corazón de la selva norte peruana, bajo la superficie de una enigmática estructura en forma de espiral, un grupo de arqueólogos trabaja con paciencia milimétrica en búsqueda del hallazgo del siglo que cambiará todo lo que se conoce sobre el cacao más antiguo del mundo y que podría transformar la historia del Perú antiguo.
Se trata del hallazgo de una tumba central que alberga a un gran personaje (posiblemente femenino) en la Huaca Montegrande, un templo ceremonial de más de 6,000 años de antigüedad, asociado al origen del cacao y a los primeros indicios de la civilización en la Amazonía.

El arqueólogo Quirino Olivera, presidente de la Asociación para la Investigación Científica de la Amazonía de Perú que realiza la investigación arqueológica en Huaca Montegrande, afirma que desde hace varios años se sospecha que en el centro de la espiral del sitio arqueológico —una arquitectura similar a la hallada en Palanda, Ecuador— yace una tumba ancestral que alberga a un gran personaje. Esa hipótesis, inspirada en los trabajos realizados en el sitio ecuatoriano en 2012, ha comenzado a confirmarse. “Después de meses de excavación, hemos logrado retirar los dos anillos centrales de la espiral y estamos frente al ingreso de la tumba”, explica.
En diálogo con la Agencia Andina, el investigador cajamarquino recuerda que antes de iniciar los trabajos en la estructura en forma de espiral se evaluaron algunas estrategias de excavación. La primera fue hacer un túnel desde el lado norte, pero el Ministerio de Cultura lo descartó porque no está en el reglamento de intervenciones arqueológicas.

La segunda alternativa fue hacer una trinchera desde el lado este hacia el centro, pero también fue descartado porque la arquitectura de la espiral es como si fuera la cabeza de una cebolla, para dar una comparación un poco simple, por las capas que existen en el lugar. Son muros con espaldas que le llamamos nosotros muros antisísmicos que tienen una ligera curvatura en la parte posterior, pero que se proyectan hacia abajo, entonces era imposible hacer una trinchera.
La tumba en el corazón de la espiral
Olivera precisó que entonces se definió que la mejor la metodología a emplear era hacer una anastilosis, una técnica ancestral que consiste en retirar piedra por piedra, “y tras meses de excavaciones hemos logrado retirar el primer y segundo anillo del centro de la espiral. “Ahora nos encontramos en un lugar donde solamente están las piedras alrededor de la entrada de la tumba, a un paso hacia las profundidades del templo, allí donde el silencio parece contener el alimento de antiguo”, aseveró.

Sostuvo que las piedras que rodean la cámara funeraria no fueron elegidas al azar: destacan por su forma, color y simbolismo. Algunas son verdes, otras marrones o rojizas, y habrían sido seleccionadas por su carácter sagrado y simbólico. Quirino Olivera y su equipo de arqueólogos estiman que la cámara se encuentra entre tres y cinco metros de profundidad, bajo capas de tierra roja y blanca que representarían la dualidad lunar y solar de la cosmovisión de esa cultura.
“Nuestro propósito es llegar hasta la tumba del gran personaje espiritual de Montegrande, aquel que, según las señales y los vestigios, habría sido sepultado junto al cacao más antiguo del mundo, símbolo sagrado de comunión entre los hombres y los dioses, entre la semilla y la eternidad”, manifestó.
En ese trabajo se pueden hallar más tipos de ofrendas como las que hemos encontrado: tierras de colores, fósiles de la época del terciario que lo han sacado de las canteras como si fuera un caulín y estaban colocados como pequeños espacios revestidos, dando la impresión de que se trata de una representación de la luna.
Un portal hacia el mundo de los dioses
Quirino Olivera afirma que el templo ubicado en el centro de la Huaca Montegrande no solo fue una tumba, sino un espacio ceremonial de conexión astronómica. “El centro de la espiral representa un portal energético donde se unían las fuerzas del sol y la luna”, resalta el investigador. Este simbolismo está ligado al concepto andino del Hanan Pacha, el mundo de arriba o de los cielos, que habría guiado los rituales de esta antigua civilización amazónica.

Refiere, asimismo, que existen indicios de una posible segunda tumba. Según las excavaciones, los restos principales corresponderían a una mujer ubicada hacia el este —la dirección del amanecer— y un posible acompañante masculino hacia el oeste. “Las piedras del templo reflejan la dualidad de lo femenino y lo masculino, del agua y la montaña, del sol y la luna”, sostiene el arqueólogo. Esta disposición sugiere una estructura social matrilineal, donde la mujer habría tenido un papel central en el liderazgo y el culto.
El cacao: símbolo sagrado y origen de la civilización
Entre las ofrendas halladas durante las excavacines se encuentran cerámicas con restos de almidón de cacao, esculturas pétreas en forma de fruto y una semilla de piedra roja. Estas evidencias, sometidas a análisis de radiocarbono con apoyo del Plan Binacional Perú-Ecuador, revelaron una antigüedad cercana a los 6,000 años, convirtiendo a Montegrande en el sitio con los registros más antiguos de cacao en el mundo.

“El cacao ha sido parte esencial del simbolismo femenino y de la cosmovisión amazónica”, detalla el investigador. Su presencia refuerza la hipótesis de que la domesticación de esta especie vegetal se inició en la Amazonía peruana, desde donde se expandió hacia otras regiones. El hallazgo también sugiere que la génesis de la civilización andina —como planteaba el arqueólogo Julio C. Tello— podría haberse originado en la cuenca del Marañón, y no en la costa.
Un hallazgo que reescribe la historia
Los fechados obtenidos, que precisan que los vestigios hallados se remontan a alrededor de 6,100 años de antigüedad, sitúan a Montegrande como uno de los templos más antiguos de América, anterior incluso a Caral. Sus muros antisísmicos, su arquitectura compleja y su simbolismo astronómico revelan una sociedad altamente organizada, capaz de construir templos monumentales en plena Amazonía hace seis milenios.

“Este descubrimiento cambia muchos de los paradigmas que sosteníamos sobre el origen de la civilización andina”, concluye el arqueólogo. “Montegrande demuestra que el corazón de la civilización peruana podría latir, desde hace miles de años, en la selva del Marañón”.