"Somos mamás tenaces y guerreras que afrontamos diariamente la delincuencia cara a cara", asegura Lucila Vargas Guillén, madre de familia y suboficial de tercera del Escuadrón Verde-Grupo Terna, unidad élite de la Policía Nacional del Perú (PNP).
Ella forma parte del enorme grupo de más de 25 000 policías femeninas que integran la institución.
Para Vargas Guillén, es una gran satisfacción ser miembro de este grupo policial que se camufla para estar cerca de la delincuencia, recabar información y hacer capturas en plena ejecución del delito. Pero también es un sacrificio, confiesa, pues implica resignar muchos momentos, no solamente horas de sueño, sino la vida con la familia.
"Yo tengo 17 años de servicio; sé que los feriados son los días que más trabajamos y eso lo tengo arraigado en mí", cuenta Lucila, quien este domingo sí tendrá la oportunidad de pasar el Día de la Madre con Natalia, su hija de 14 años, a quien llama "su motivo para salir adelante".
Natalia está rodeada de uniformes policiales desde que nació, sin embargo, tiene planes de ser médico veterinaria y a Lucila solo le queda acompañarla en ese camino, aunque no pierde la esperanza que siga sus pasos, pues su segunda opción es ser policía.
"Yo a los 23 años logré entrar a la Policía, pero antes estuve estudiando para ser profesora de educación inicial, así que fue un cambio total", recuerda Lucila. No se arrepiente de esa decisión; por el contrario, hoy se considera una mujer muy tenaz, esmerada y preocupada en desarrollarse a sí misma.
"Siempre que tengo un trabajo, trato de hacer lo mejor posible y dar todo de mí", sostiene al confesar que en cada operativo sale con un angelito que la protege, siempre previniendo y yendo a ganar o empatar, no a perder.
Razón de vivir
En la Dirección de Operaciones Especiales (Diroes) destaca la suboficial de segunda Andrea Muñoz Enríquez, una experta en tiro, así como en técnicas de emboscada, demoliciones, comunicaciones y operaciones tácticas.
"Nosotros día a día combatimos el terrorismo, las drogas, la minería ilegal y otros flagelos sociales", cuenta la policía de 30 años, quien pertenece a esa unidad élite de la PNP conformada por comandos capacitados para ejecutar operaciones contrasubversivas y el control de masas en cualquier región del territorio nacional.
Muñoz, como la llaman sus colegas, no sólo cumple con su vocación a la que se entrega en cuerpo y alma sino que también es madre de André Franzua, de 7 años, su razón de vivir. "Siempre he tratado de hacer el plan de madre y también el de policía, no es fácil, pero todo se puede en esta vida".
"André es lo mejor que me ha pasado y siempre voy a tratar de estar a su lado", refiere la suboficial de segunda, la única mujer de su familia que se arriesgó a ser policía, siguiendo los pasos de su padre y abuelo.
El complemento perfecto
"Mi hija ha sido el complemento perfecto para poder tener una mayor sensibilidad y un mayor sentido de colaboración hacia nuestros pacientes de la sanidad de la Policía", menciona Elizabeth Peralta Nario, madre de Isabella, y jefa de la división de medicina y especialidades médicas del Hospital Nacional PNP "Luis N. Sáenz".
Elizabeth, de 55 años, dice estar agradecida con Dios por haberse convertido en madre dentro de toda esta carrera policial que ha seguido en paralelo a su carrera médica y a su crecimiento como profesional.
Realmente son dos grandes responsabilidades y hay que tener un equilibro entre ambas, refiere. "Todo empieza muy temprano. Es una rutina. Primero la familia, luego ir al trabajo para cumplir mis labores y, al retorno, volver a encargarme de la familia".
Esta abnegada madre califica a la Policía Nacional como su segundo hogar y agradece a la institución policial por haberla formado en disciplina y honor.
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