En cada velación o visita al cementerio durante la madrugada del 1 de noviembre, el Día de Todos los Santos, un aroma dulce y familiar impregna las calles del distrito de Catacaos: el de la tradicional rosca de muerto, un pan artesanal que forma parte esencial de la gastronomía y la identidad piurana.
                        
                        
Según la tradición oral, su historia se remonta a un joven llamado Narciso, quien se dedicaba a la panadería mientras cuidaba de su madre enferma. En un gesto de amor, preparó para ella un nuevo pan con huevo, harina, manteca y ajonjolí, dándole forma de rosca. Aquella creación fue tan apreciada por su madre que, tras su fallecimiento, Narciso decidió volver a elaborarla cada noviembre en su honor. Con el tiempo, vecinos y pobladores comenzaron a replicar la receta, convirtiéndola en una costumbre en el Día de Todos los Santos.

En Catacaos, esta tradición ha sido preservada por generaciones de panaderos, entre ellos don Manuel Sosa Flores, reconocido como el “rey de las roscas de muerto” y fundador, en 1962, de la emblemática Panadería Don Sosa, donde el oficio ha pasado de padres a hijos. Germán Sernaqué Cruz, actual maestro panadero, recuerda que “la preparación mantiene el secreto familiar y se cocina en horno de leña, lo que le da ese sabor único que los piuranos reconocen”.
La demanda de roscas alcanza su punto más alto entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre. “Mientras muchos celebran Halloween, nosotros trabajamos toda la noche para que al amanecer las familias tengan su rosca lista para compartir en las velaciones”, comenta Edith Torres, nieta del fundador.

En esos días, la panadería llega a producir hasta 28 mil unidades, con precios que van desde un sol hasta versiones especiales de S/ 50 o más.
La rosca de muerto más grande del mundo está en Catacaos
En 2023, Catacaos logró un récord singular: la rosca de muerto más grande del mundo, elaborada por el maestro panadero Germán Sernaqué Cruz.

El gigantesco pan pesó 20 kilos con 300 gramos, preparado con 11 kilos de harina, 60 yemas de huevo y 2 kilos de manteca, consolidando a este distrito como el epicentro de esta dulce tradición norteña.
Símbolo de fe y memoria
Más allá de su sabor, la rosca de muerto tiene un profundo significado simbólico. En las velaciones, los padres que han perdido a sus hijos acostumbran obsequiar roscas y “angelitos” a los niños del barrio, en recuerdo de los pequeños fallecidos. El acto representa el vínculo entre los vivos y quienes partieron, expresado en un gesto de cariño y fe.

Hoy, la rosca de muerto no solo acompaña las celebraciones de noviembre, sino que se ha convertido en un símbolo de identidad cultural para los cataquenses y los piuranos. Cada bocado guarda el sabor de la memoria, la devoción y el amor familiar que dio origen a una de las tradiciones más dulces del norte del Perú.
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(FIN) MMC/MAO