Mientras en Lima se habla de inteligencia artificial y educación digital, en miles de escuelas rurales del Perú los estudiantes siguen sin acceso a Internet y en pleno 2025, más de 3 millones de peruanos viven fuera del ecosistema digital, muchos de ellos, niños, niñas y adolescentes que aún estudian sin conectividad básica, sin acceso a plataformas digitales y, por lo tanto, sin igualdad de oportunidades.
La empresa especializada Gilat Perú considera que el cierre de brechas debe partir de una visión integral: primero infraestructura, luego conectividad, y finalmente los servicios que ayuden a desarrollar la vida de las personas.
"En el Perú rural, cada inversión en infraestructura digital multiplica su impacto, conecta a estudiantes y docentes con plataformas educativas; permite a las postas de salud acceder a telemedicina; fortalece la seguridad ciudadana en comisarías; y acerca a las comunidades a la presencia del Estado a través de espacios públicos con internet y el acceso a servicios bancarios", señala.
"Pero el reto no termina con desplegar redes. Una infraestructura sin mantenimiento pierde rápidamente su capacidad de servir a las comunidades. Por eso, además de invertir en nuevas tecnologías, es fundamental asegurar contratos de operación y mantenimiento de largo plazo, que garanticen la calidad del servicio, anticipen el crecimiento de la demanda y hagan sostenible la prestación de servicios en el futuro", agrega.

El presidente de Gilat Perú, Arieh Rohrstock, dice que el “compromiso es seguir trabajando junto al Estado y al sector privado para que la conectividad se convierta en un puente de desarrollo. Donde hay infraestructura, llega la conectividad; y donde llega la conectividad, llegan también las oportunidades”.
"Aunque se han dado pasos importantes, aún existen miles de instituciones y comunidades que siguen fuera del ecosistema digital", manifiesta.
Para Gilat, es momento de consolidar una agenda nacional de conectividad, basada en cuatro ejes: infraestructura adaptada a realidades rurales (satelital, radio y fibra); conectividad sostenible, más allá del despliegue inicial; mantenimiento de calidad, con contratos de operación y mantenimiento de largo plazo que aseguren que las redes soporten las necesidades futuras de capacidad e incentiven la prestación de más servicios, y servicios que transformen vidas: educación digital, salud a distancia, acceso a información y mayor presencia del Estado.
Arieh Rohrstock señala que la verdadera transformación no se mide solo en kilómetros de fibra o antenas instaladas, sino en la capacidad de mantener esa infraestructura viva, creciendo y respondiendo a las necesidades del país y al rápido crecimiento de la tecnología. De lo contrario, millones de peruanos seguirán viviendo desconectados del conocimiento, la salud y la seguridad, en una brecha que no es solo digital, sino también social y económica.