Un día como hoy, en 1892, nació en el pueblo de Santiago de Chuco, en La Libertad, César Vallejo, una de las figuras más importantes de la poesía en hispanoamérica, cuyo trabajo, único, posibilitó la construcción de un lenguaje innovador que ha quedado plasmado en sus obras, a partir de Los Heraldos Negros, Trilce, Poemas Humanos, y novelas como Tungsteno, Fabla Salvaje y tantas otras que lo elevan a la categoría de poeta universal y gran impulsador de la vanguardia latinoamericana.
Se ha discutido mucho en torno a la obra y a las motivaciones que inspiraron la poética de Vallejo. Sin embargo, muchos coinciden en que las claves de su obra tienen que ver con lo que el joven Vallejo recogió durante los primeros años en su tierra natal, Santiago de Chuco.
Hijo de Francisco de Paula Vallejo Benites y María de los Santos Mendoza Gurrionero, fue el último de once hermanos. César Vallejo nace en el seno de una familia modesta y muy unida. Siendo el menor, el afecto y la atención que recibe marcan su personalidad y delinean su espíritu solidario, consecuente con los más humildes, a los que coloca en la más alta escala de valoración.
Sus estudios primarios los realizó en el Centro Escolar N º 271, en Santiago de Chuco, y la secundaria en el Colegio Nacional San Nicolás de Huamachuco, de 1905 a 1909.
En 1910 se matriculó en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Trujillo, pero los problemas económicos determinaron que regrese a su tierra a trabajar para intentar más adelante continuar sus estudios. Trabajó con su padre en las tareas administrativas de gobernador y eso le permite tomar contacto con la realidad de los mineros de Quiruvilca, ubicada cerca de Santiago de Chuco.
Viajó a Lima en 1911 para matricularse en la Facultad de Medicina de San Fernando, pero no pudo continuar. Consiguió un empleo con los hijos de un minero y hacendado de Acobamba (Junín), pero luego de unos meses retornó a Trujillo. En 1912 consiguió un empleo en la hacienda azucarera “Roma”, ubicada en el valle Chicama, donde fue testigo de la explotación a la que eran sometidos los indios.
Esas experiencias marcaron su vida. Algunos biógrafos de Vallejo aseguran también que, siguiendo un propósito familiar, el joven acogió con simpatía la posibilidad de dedicar su vida al sacerdocio y que eso explicaría las alusiones bíblicas en algunos de sus escritos. Lo cierto es que la necesidad de respuestas lo llevaron a integrarse a grupos de intelectuales que, como él, observaban la realidad social y las injusticias que, para Vallejo, resultaban inadmisibles.
Es en Trujillo donde publica sus primeros escritos, tanto en diarios y revistas y en 1917, ya en Lima, a donde llega para seguir estudios universitarios, lo llevan a alternar con intelectuales capitalinos, muchos incluso críticos de su trabajo, como Clemente Palma y otros como Manuel Gonzales Prada, Luis Alberto Sánchez, José Carlos Mariátegui y Abraham Valdelomar, con quienes encuentra afinidades ideológicas y también estéticas, especialmente con este último, al que admiraba.
En 1918 colabora con algunos periódicos y revistas que le publican uno que otro poema, consiguiendo, por otra parte, un puesto de director del colegio Barrós de Lima, tras la muerte del director y fundador.
Al año siguiente consigue empleo como inspector disciplinario y profesor de Gramática Castellana en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe. Ese mismo año ve la luz su primer poemario, Los Heraldos Negros, de estructura modernista, pero donde ya se vislumbran algunas características muy peculiares en el lenguaje poético.
En 1919, publica el libro Los Heraldos Negros, cuyo poema del mismo nombre, aborda la condición humana, la angustia existencial, el dolor y la solidaridad con el hombre, que son elementos que de manera reiterativa aparecen en sus obras.
En 1920 y a raíz de un episodio en el que se ve involucrado en un sangriento conflicto local, que termina en incendio y revuelta popular, Vallejo pasó más de tres meses en la cárcel, tiempo durante el cual empezó con la redacción de Trilce, su segundo volumen de poemas y su primer poemario de vanguardia, que fue impreso en 1922, en Lima, y que generó mucha controversia.
Después vino Escalas, una colección de relatos y cuentos, y la novela corta Fabla Salvaje, tras lo cual César Vallejo decide enrumbar a Europa.
El viaje a Europa
En junio de 1923, se embarca en el vapor Oroya con apenas una moneda de quinientos soles. Vallejo llega a París sin conocer el idioma, sin relaciones y con pocos recursos. Sin embargo, pese a la difícil situación económica que le tocó afrontar en sus dos primeros años, no volvió al Perú y solo mantuvo contacto como colaborador de Amauta y representante de la célula parisina del Partido Socialista del Perú fundado por Mariátegui.
En esos años Vallejo inicia su amistad con Vicente Huidobro y con el escritor español Juan Larrea, pero además se relaciona con intelectuales de la talla de Tristán Tzara y Pablo Neruda.
Se establece definitivamente en París y en 1927 inicia una relación con Georgette Philippart, una ciudadana francesa con la que viaja a la Rusia soviética en más de una oportunidad. Con ella, Vallejo recorre buena parte de Europa y contrae nupcias en 1934.
Conoce a Juan Gris, el pintor cubista con quien establece una gran amistad y en 1928, durante una visita a Moscú, a Vladimir Maiakovski, poeta soviético militante del partido bolchevique. En 1930 retorna nuevamente a España, donde aparece la segunda edición de Trilce.
El Tungsteno
Es en este tiempo que Vallejo orienta su creatividad al ensayo y a la narrativa de ficción, correspondiendo a esta etapa de su vida (1931) la novela indigenista El Tungsteno y Paco Yunque, que narra la historia de un niño que sufre los abusos de un alumno de condición social superior y que finalmente se convierte en un discurso magistral sobre la lucha de clases.
Vallejo también escribió teatro e hizo periodismo. Corresponde a 1932 la obra de teatro Moscú contra Moscú, titulada posteriormente ‘Entre las dos orillas corre el río’, un drama teatral de corte proletario que fue rechazada inicialmente por los editores por su mensaje marxista.
Luego de estallar la guerra civil española en 1936, Vallejo junto a otros intelectuales formaron grupos de apoyo a la causa republicana y a la fundación del Comité Iberoamericano para la Defensa de la República Española. También fundan el boletín Nueva España, labor que comparte con Pablo Neruda.
En julio de 1937 participa en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Viaja por varias ciudades españolas y a su retorno a París, es elegido secretario de la sección peruana de la Asociación Internacional de Escritores.
Obras cumbres
A finales de ese año es que escribe las últimas composiciones líricas de sus obras más consagradas: Poemas humanos, escrito entre 1923 y 1937 y publicado póstumamente en 1939; y España, aparta de mí este cáliz (1940), que para muchos constituye una conmovedora visión de la guerra de España y del dolor humano, y en especial, la evidencia de la madurez poética alcanzada por el poeta peruano.
El 24 de marzo de 1938 Vallejo es internado por una enfermedad desconocida que se agrava en los primeros días de abril, falleciendo una semana después, el 15 de abril, un viernes santo de llovizna, (no jueves) como lo relata en el poema Piedra negra sobre piedra blanca. "Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo".
El paludismo, mal que lo atacó en la niñez, fue el causante de su deceso.
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Publicado: 16/3/2022