Manila alcanzó este martes el umbral de los seis meses ininterrumpidos de cuarentena y se encamina hacia el encierro más largo y estricto del mundo, sin fecha para su final, mientras los esfuerzos para contener la pandemia siguen fracasando con Filipinas como principal foco de covid-19 en el Sudeste Asiático.
La capital filipina aglutina más de 144,000 casos, más de la mitad del total del país (54 %), lo que indica que el duro confinamiento no ha dado los resultados esperados en una de las ciudades más densamente pobladas del mundo.
Filipinas ha confirmado de momento 265,888 casos de covid-19 -de los que 58,754 son todavía activos y 4,630 han muerto-, el saldo más elevado de la región, donde casi todos los países vecinos, excepto Indonesia, han contenido la pandemia y recuperado cierta dosis de normalidad.
Estricta cuarentena, ¿efectiva?
"La epidemia se sigue propagando, no está controlada, y la curva sigue siendo ascendente después de seis meses, con un promedio diario de 3,000 o 4,000 nuevos casos, la mayoría en Manila", indicó en un foro con la prensa extranjera el exsecretario filipino de Salud Manuel Dayrit, quién gestionó con éxito la crisis del SARS en 2003.
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La capital -con casi 14 millones de habitantes- se cerró por tierra, mar y aire el 15 de marzo y así permanecerá al menos hasta el 30 de septiembre, un total como mínimo de seis meses y medio, periodo en el que los viajes a y desde Manila están prohibidos excepto por emergencias.
La cuarentena más larga del mundo.
Los primeros casos de covid-19 llegaron a Filipinas a finales de enero, importados por turistas chinos, pero las transmisiones comunitarias se confirmaron a principios de marzo y el presidente Rodrigo Duterte, que inicialmente menospreció el impacto del virus, decretó emergencia nacional el 9 de marzo, dos días antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara la pandemia.
Manila, y casi la totalidad del país, estuvo en estricto confinamiento tres meses consecutivos, en los que la capital se convirtió en una ciudad fantasma, sin tráfico y con todos los establecimientos cerrados; situación a la que regresó durante quince días en agosto para frenar un nuevo pico de contagios que saturó los hospitales.
"Se deben realizar más pruebas y ser más efectivos en el rastreo de contactos y en las normas de aislamiento para contener la propagación. Y luego se deben implementar correctamente los cierres localizados", señaló a Efe el profesor Guido David, del centro de análisis de datos de la Universidad de Filipinas.
Filipinas ha sometido a test solamente a 2.9 millones de personas -alrededor del 2.5 % de los casi 109 millones de habitantes del país- lo que dificulta la localización de nuevos brotes de la enfermedad, que tiene un alto porcentaje de pacientes asintomáticos, lo que complica aún más la identificación de casos.
Sin embargo, David admitió que los "cierres y estrictos confinamientos no son una solución a largo plazo" porque es "económicamente devastador para un país en vías desarrollo como Filipinas", por lo que abogó por imponer cuarentenas selectivas a pequeña escala para contener brotes.
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"No creo que sea eficaz cercar ciudades enteras o regiones. Solo es necesario cerrar áreas particulares, pero asegurándose de que se cumplen buenas prácticas de salud, como llevar mascarillas, lavarse las manos regularmente y aislar correctamente a los casos sospechosos", indicó a Efe la doctora Esperanza Cabral, que también fue ministra de Salud entre 2009 y 2010.
Revivir la economía
Desde el 15 de agosto Manila vive una fase intermedia de confinamiento, que todavía restringe los desplazamientos de las personas -los menores de 21 años y mayores de 60 años no puede salir de casa- pero permite la reapertura de más negocios para reactivar la economía, ya que en los primeros meses solo funcionaban farmacias y mercados, y reanudar parcialmente el transporte público.
Sin embargo, multitud de tiendas y restaurantes de la capital ya han puesto el cerrojo al no poder resistir la pérdida de clientes motivada por el largo confinamiento; mientras que lugares de ocio, como parques, museos o centros culturales siguen cerrados.
La pandemia ha hecho estragos en la economía filipina que entró en recesión por primera vez en 30 años, al desplomarse un 16,5 % en el segundo trimestre, en gran medida debido al estricto cierre de la capital y las provincias colindantes, que representan casi el 70 % del producto interior bruto (PIB) nacional.
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Además de hundir el turismo, sector al alza en el país que llegó a suponer el 11 % de PIB el año pasado, la pandemia ha paralizado la construcción de infraestructuras y el sector servicios, motores de la economía filipina.
Medio país paralizado
Según un reciente sondeo, el 45 % de la fuerza laboral filipina está desempleada debido a la pandemia en un país donde el 16,6 % de la población vive bajo el umbral de la pobreza, afectando sobretodo a los miles de personas que viven de la economía informal, como conductores de triciclos o vendedores ambulantes, a los que la pandemia ha dejado sin ahorros y pasando hambre.
"Abogamos por una reapertura total de la economía lo antes posible porque ya hemos perdido demasiado empleo, aunque con disciplina y medidas sanitarias de precaución", indicó a Efe Isko Moreno, alcalde de Manila, una de las 17 ciudades que conforman el área metropolitana capitalina y que aglutina los barrios más pobres de la confinada capital.
Todavía se mantiene el toque de queda en la capital, aunque desde mediados de agosto se ha retrasado su inicio a las 22:00 horas -antes era a las 20:00 horas-, hasta las 5:00 horas, y muchos barrios han decretado ley seca para evitar reuniones nocturnas para beber.