La tradicional pollada, ese recurso típico de nuestra Lima del que se echa mano cuando los bolsillos están vacíos y las necesidades apremian, es considerada una de las formas más ingeniosas de conseguir dinero en períodos de crisis financiera, según un estudio realizado internacionalmente por el Banco Mundial (BM) y publicado ayer en el diario británico The Guardian.
Para la economista del BM Leora Kappler el encanto de la pollada está más allá de su sabor; mejor dicho, su atractivo peculiar es el modo en que, con el pretexto de compartir una comida y bebidas, las personas que organizan las polladas logran comprometer a sus amistades para que les colaboren con unas monedas a cambio de una pieza de pollo.
En su investigación sobre cómo las personas distribuyen su dinero en países pobres como Bangladesh, República Dominicana, Kenia, Ghana y Perú, Kappler plantea a los diversos ciudadanos la siguiente situación: "Imagínate que tienes una emergencia, tienes que pagar 1,300 dólares y no tienes dinero, ¿cómo harías para conseguir ese monto en el próximo mes?"
"Una pollada", respondieron los peruanos. En Kenia, por ejemplo, los ciudadanos guardan su dinero en "chamas", grupos de ahorro similares a las conocidas "juntas", donde los participantes hacen sus contribuciones mientras el dinero va a parar mensualmente a las manos de quien más lo necesita; de esa forma solucionan sus apuros económicos.
Las tarjetas de las polladas son casi un símbolo del conocido ingenio peruano. Es imposible no encontrar en las invitaciones frases hechas como "gran pollada bailable" o incitaciones a la jarana con "estará amenizada por un potente equipo de sonido estéreo" o "el bar estará surtido por gaseosas y cervezas heladitas" o "durará hasta las últimas consecuencias"; además de la no menos infaltable frase "tarjeta aceptada, tarjeta pagada".
Hoy, herederas de las polladas son las anticuchadas, cebichadas, cuyadas, frijoladas y parrilladas, ágapes que han ampliado las formas limeñas de ganar dinero inmediatamente con la venta de comidas. siempre con la excusa de "pro fondos" de los organizadores". La excusa de la colaboración es la de los asistentes, quienes no desaprovechan la oportunidad para reencontrarse con amistades de antaño a fin de brindar y bailar y reír con las anécdotas.
Las polladas, en su mayoría, se suelen organizar sábados, domingos o feriados cercanos a quincenas y fines de mes, fechas en las que los limeños cobran sus sueldos. Realizadas en salones o patios, incluso en la vía pública, en las polladas los asistentes bailan al compás de los ritmos de moda, generalmente al lado de las ollas donde las presas de pollo se fríen en aceite hirviente.
Hoy las polladas ya no son solo bailables, sino también "para repartir". De esta forma, los organizadores evitan pagar el alquiler de un local para la actividad y también ahorran en los gastos de limpieza; no obstante, un fuerte ingreso proviene de las cervezas que se consumen en las actividades que son bailables.
Las polladas, inicialmente privativas de las clases populares limeñas, actualmente se dan en todos los estratos sociales. En los sectores pudientes una pollada puede llegar a costar 50 nuevos soles. No obstante, su precio tradicional oscila entre los 8 y 12 soles.
(FIN) LFP/ART
GRM
Publicado: 30/1/2015