Los estudios realizados al conjunto funerario de una temprana ocupación humana hallado hace unos años en Puno, entre los que destaca los restos de una mujer que se dedicaba a la caza, confirma el rol protagónico que desempeño la mujer en la prehistoria y cuestiona las teorías dominantes sobre rol de género.
El arqueólogo estadounidense Randy Haas tenía un objetivo cuando llegó hace unos años a hacer excavaciones en el altiplano peruano. Su interés académico era estudiar cómo se habían aclimatado los seres humanos a las alturas.
“Los últimos territorios que colonizó el hombre fueron las partes frías y altas en distintas partes del mundo”, relató el especialista. Él quería descubrir qué tecnología se utilizó para esta épica conquista del espacio vital.
Los grupos humanos de los que buscaba restos eran nómades dedicados a la caza y la recolección. Anotó que por su constante movimiento es muy excepcional encontrar un contexto funerario numeroso.
Por ese motivo, se alegró bastante cuando halló, hace un par de años, en una cueva puneña (a uno 3,295 metros sobre el nivel del mar), un conjunto de cadáveres con miles de años de antigüedad.
Este proyecto de investigación arqueológica, que estudia a los restos de una antigua cazadora de 9,000 años de antigüedad hallada en Ilave, fue uno de los ganadores del concurso de proyectos del Fondo del Embajador para la preservación del patrimonio cultural 2021 que otorga la Embajada de Estados Unidos en Perú.
Entre los individuos desenterrados resaltaba uno al que se le había incluido un ajuar con varios utensilios de caza. Guiado por la idea dominante, Haas asumió que se trataba de un hombre.
“Me interesaba saber cómo era su economía, la tecnología que usaban, ese tipo de cosas”, repitió el arqueólogo. Incluso, confesó que por la época histórica que le interesaba no pensó encontrarse con un pequeño cementerio dentro de una cueva.
Sin embargo, al mandar a hacer los análisis de rutina a los huesos de este sujeto se llevó una sorpresa. El encargado de revisar las vitaminas en los huesos, que determinan de qué sexo es la persona, le dijo una frase que se le quedó grabada en la memoria: “¿Recuerdas del cazador que me trajiste para analizar? Bueno, no es cazador, es cazadora”.
La sorpresa fue enorme. De acuerdo con lo explicado por Haas, hay algunas nuevas teorías que circulan en el mundo académico sobre los roles de género en una época muy temprana del ser humano, cuando este se dedicaba a perseguir animales y recolectar frutos. Estas ponen en entredicho que los hombres hayan sido los únicos dedicados a la caza, mientras que las mujeres cuidaban a los niños.
El arqueólogo confiesa que ese tipo de teorías, a pesar de conocerlas, no eran el foco de su atención cuando hacía sus excavaciones en Puno.
Para él, era un cambio de paradigma. Había asumido que con tantos artículos dedicados a la caza era obvio que se tratara de un cazador. No había pensado en otra posibilidad.
El profesional, reflexionando y estudiando otros casos de entierros de diferentes culturas, se percató de otros detalles. Uno de ellos es que los elementos hallados no eran simple decoración, sino que habían sido usados.
Teorías
Pensando en los reparos que le podían hacer, barajó que fueran ofrendas que se le entregaron a la mujer de parte de su pareja o de algún familiar.
Indicó que revisó cómo se hacían los entierros en distintas latitudes y épocas. Lo que encontró es que solo hay una regla que se repite: que el principal ajuar de una persona fallecida es lo que le marcó en vida.
Puso como comparación de lo rarísimo que sería que entierren a una persona con elementos que no son de su profesión el capítulo de los dibujos animados Los Simpson en el que Homero le regala a su esposa una bola de boliche por su cumpleaños. “Sería así de hilarante, por lo extraño y por la falta de razón para hacerlo”.
No obstante, hizo la salvedad que son observaciones no concluyentes. Deslizó la sospecha de que en otros entierros de cazadores se dio por sentado el género de los individuos sin someterlos a más análisis. Consideró posible que entre los varios entierros rescatados que se consideraron propios de un hombre, puedan haberse tratado de restos de mujeres.
De confirmarse esta teoría, estaríamos ante una revolución en la comprensión de ese período lejano de nuestra vida como especie. Significaría que los roles de género no influían en los trabajos que desarrollaban para sus comunidades.
Así, es probable que la mujer cazadora de las alturas de Puno no sea un caso único, sino el primero o uno de los primeros en los que científicamente se ha probado que las mujeres participaron en la actividad considerada varonil ancestralmente: la cacería.
Randy Haas comentó que llegó a esta cueva gracias a una conversación con Albino Pilco Quispe, un comunero del lugar.
Dijo que nunca sospechó que la tertulia que tuvo con Pillco Quispe terminara siendo un cúmulo de sorpresas y que replantearía su tema de estudio. Ahora lo que resta es seguir investigando.
Sesgo en la ciencia
El arqueólogo Randy Haas mencionó que un problema al momento de analizar los descubrimientos arqueológicos es que el investigador proyecta su cultura en los hallazgos.
Por ejemplo, en Occidente, en los grupos de cazadores y recolectores que sobreviven lo normal es que las mujeres no participen en la caza o lo hagan marginalmente.
Ilustró que en la actualidad hay una corriente que busca advertir de estos sesgos sobre los roles de género, pues no todas las culturas tienen los mismos patrones de comportamiento.
Indicó que hallazgos como el producido en Puno hace repensar otra vez las ideas preconcebidas que existen sobre las sociedades primigenias.
Repasando otros hallazgos publicados, se dio con la sorpresa de que en distintas zonas de América del Norte y del Sur se encontraron mujeres cazadoras. No obstante, el hecho no había llamado la atención.
Más en Andina:
(FIN) DOP/MAO
Publicado: 9/11/2021