Aunque Narciso y Juan Pablo no se conocen, sus historias comparten muchas similitudes. A pesar de haber crecido en entornos donde el maltrato estaba normalizado, lograron romper el ciclo de violencia en sus propios hogares. Ahora, con la firme convicción de que el cambio es posible y necesario, lideran la lucha contra el machismo a través del colectivo "Hombres por la Igualdad”.
Desde lo alto del cerro San Cristóbal, en el asentamiento humano Caja de Agua en San Juan de Lurigancho, Narciso Mescua Botto, de 59 años, contempla con serenidad el horizonte. La misma serenidad que, tras décadas de tormentas emocionales y conflictos internos, ha aprendido cultivar dentro de sí.
Narciso, quien creció sin una figura paterna y se crió prácticamente en las calles, es hoy un hombre que ha logrado vivir en paz, a pesar de haber sido moldeado en un entorno donde "la violencia se justificaba". Su viaje hacia el cambio comenzó en 2017, cuando una representante del Programa Nacional Aurora, parte del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), visitó la comisaría de su barrio donde trabajaba.
Esta visita marcó el inicio de un proceso de transformación que no solo impactaría su vida, sino también la de su familia y comunidad. “Antes de entrar al programa, era un hombre agresivo, hiriente y poco comunicativo. Todo lo tomaba a la defensiva", comenta Narciso a la Agencia Andina.
Sin embargo, tras completar las 16 sesiones informativas del colectivo “Hombres por la Igualdad (HPI)” empezó a notar un cambio significativo en su comportamiento. La relación con su esposa mejoró considerablemente, logrando una comunicación más fluida y resolviendo los problemas cotidianos a través del diálogo en lugar de la confrontación.
“Cada sesión fue diferente, y aunque me costó lágrimas, fue allí donde empecé a desintoxicarme emocionalmente, recordando mi infancia y encontrando las respuestas que por tantos años buscaba. Poco a poco mi alma se fue tranquilizando y eliminé todas esas actitudes que por tanto tiempo había normalizado y que, sin saberlo, habían dañado a mi familia”, confiesa.
Lucha contra el machismo
Según el estudio “
Percepciones ciudadanas: las cifras de la desigualdad”, realizado por la Asociación de Comunicadores Sociales Calandria en Lima, Piura y Cusco, en febrero del presente año,
el 71% de las mujeres y el 55.4% de los hombres coinciden en que la sociedad peruana es machista.
Narciso acepta que, inconscientemente, formaba parte de este sistema de creencias que justifican y perpetúan actitudes y comportamientos que subyugan a las mujeres, incluyendo la violencia.
Desde que ingresó al colectivo Hombre por Igualdad, su perspectiva sobre la violencia de género cambió. Señaló que, en ocasiones, los varones agreden verbalmente a sus parejas sin darse cuenta del daño que causan. Utilizaba palabras que, en su momento, no creía que eran ofensivas, pero que en realidad lastiman a quien más ama.
“Decía cosas como ‘sírveme mi comida, tengo hambre’, ‘déjame que tú no sabes’ o ‘tenías que ser mujer’, cuenta Narciso como una muestra de las expresiones micromachistas que se manifiestan en la cotidianidad. "Ahora ya no es así, tenemos una relación muy respetuosa y afectuosa”, añade.
Hoy, como líder voluntario del colectivo, dedica su tiempo a ayudar a otros hombres de su comunidad a cambiar estas prácticas de masculinidad machista, promoviendo el respeto y la igualdad hacia las mujeres.
¿Los hombres machistas realmente pueden cambiar?
Cuando Ana Torres Flores, de 58 años, se separó de su primer esposo por violencia psicológica juró nunca más volver a quedarse callada y soportar los maltratos de quien dice amarla. Sin embargo, después de conocer a Narciso en 2017, empezó a cuestionarse si un hombre machista realmente puede cambiar.
“Pensaba que todos los hombres eran igual de violentos e infieles, pensé que era algo natural dentro de ellos. Pero después de acompañar a Narciso a las charlas del colectivo me di cuenta que sí pueden cambiar, obviamente esto depende de cada uno de ellos. He sido testigo de que aquellos que tienen voluntad, han cambiado y ahora viven felices con sus parejas”, comparte Ana desde su experiencia.
De acuerdo con Omar Lazo Bazán, psicoterapeuta y especialista en temas sociales del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), modificar el pensamiento machista no es fácil. Esto se debe a que muchas personas han crecido durante años con la creencia de que el hombre es la autoridad en el hogar. Sin embargo, indicó que, al igual que se aprenden ciertas conductas, también es posible desaprenderlas.
“Es una buena noticia cuando el hombre empieza a cuestionar estos roles tradicionales porque significa está en capacidad de elegir qué tipo de ser humano quiere ser, si continuar siendo un machista o ser todo lo contrario, un hombre capaz de participar de los quehaceres del hogar, aceptar la opinión de la esposa y de los hijos, así le digan saco largo, porque lo importante es el bienestar propio y el de la familia”, enfatizó.
A más de una hora de distancia, en el distrito de Santa Anita, Juan Pablo Rivera Flores, un técnico de serigrafía de 50 años, también lidera, desde el colectivo Hombres por la Igualdad, la lucha por la igualdad de género.
Creció en un entorno violento, marcado por el autoritarismo de su padre y sus problemas con el alcohol. Aunque Juan Pablo nunca recurrió a la violencia física en su hogar, sí reprodujo los patrones de masculinidad machista que le causaron tanto daño durante su infancia. “Sin ser consciente, trasladé esa violencia hacia mi familia, siendo prepotente, autoritario y perfeccionista. Creía que eso era normal por ser hombre y el 'jefe de la casa'", admite.
Su matrimonio no estuvo exento de conflictos derivados de su falta de atención hacia su esposa y sus hijos. El trabajo, según él, era su excusa para no pasar tiempo de calidad con ellos.
“Me tomó mucho tiempo darme cuenta de mis errores y tomar la decisión de cambiar, pero lo hice por mi esposa, mis hijos y por mí”.
Es así que, en 2019, conoció al colectivo HPI durante una de las jornadas de su junta vecinal. En este espacio no solo se capacitó, sino que encontró amigos que también comparten sus mismas preocupaciones y que buscan romper el ciclo de violencia heredado de generación en generación.
Ahora, Juan Pablo comparte las responsabilidades domésticas, participa activamente en la vida de sus hijos y difunde los talleres del colectivo que se realizan bajo la guía de especialistas.
Desde su experiencia liderando estas reuniones, ha observado cómo las ideas machistas -por ejemplo creer que las mujeres no tienen la capacidad de realizar actividades tradicionalmente masculinas- se van desmantelando a medida que los hombres abren sus corazones y deciden cambiar.
Su activismo ha inspirado incluso al menor de sus hijos, Francisco, quien acaba de cumplir 18 años y desea unirse al colectivo HPI. “No necesitas tener esposa o hijas para entender que las mujeres merecen respeto, dentro y fuera de su hogar”, recalca.
Más de 111,000 hombres sensibilizados
Para Omar Lazo Bazán, especialista de HPI, el trabajo de Narciso y Juan Pablo, junto con el de más de 900 líderes voluntarios en todo el país, ha logrado un impacto que trasciende lo personal, impulsando una verdadera transformación en sus comunidades.
Detalló que, en lo que va del año 111,572 hombres de todo el país han sido informados y sensibilizados sobre la violencia como un problema social y la necesidad de que ellos se involucren en esta lucha.
Asimismo, más de 8,300 hombres a nivel nacional participaron en el espacio de reflexión “Entre patas”, donde encontraron orientación sobre las preocupaciones y problemas que enfrentan en sus hogares o relaciones de pareja, con el objetivo de prevenir situaciones de violencia.
Cabe resaltar que
el colectivo está conformado por voluntarios de entre 18 y 59 años y se encuentra presente en 142 distritos a nivel nacional. Si deseas participar, puedes acudir al Centro Emergencia Mujer (CEM) más cercano o visitar la
página web de “Hombres por la Igualdad”.
Canales de apoyo
En el Perú existen 433 CEM, de los cuales 190 funcionan las 24 horas del día y los 7 días de la semana, incluyendo feriados; así como 242 regulares que atienden de 8 a. m. a 4:15 p. m. y uno en centro de salud con horario de 8 a. m. hasta medianoche.
Recuerda que, si te encuentras en situación de violencia, puedes solicitar apoyo al MIMP, a través de sus diferentes canales de atención, como son los CEM, la Línea 100 y el
Chat 100, implementados por el Programa Nacional Aurora, del MIMP.