Por: César ChamanEn su ensayo ‘Fila para la gloria: convertirse en Julio Ramón Ribeyro’ (La Siniestra, 2024), el escritor e investigador peruano Paul Baudry se propone dar movimiento a la ‘estatua’ en que los lectores y admiradores han convertido al autor de ‘La palabra del mudo’.
El problema es que la admiración a un escritor transformado en tótem impide pensarlo, comenta Baudry, cuyo ensayo sobre Ribeyro fue galardonado en 2016 con el Premio de la Universidad de La Sorbona en Letras y Humanidades.
‘Fila para la gloria’ intenta, por un lado, entender cómo y por qué el cuentista más celebrado del país suscita este tipo de apegos especiales, asociados con factores de personalidad, temáticos e incluso con la cuestión de la derrota en su obra. Y, por otro, reflexionar sobre la construcción social que lo catapulta como un escritor de izquierda, progresista, defensor de los olvidados y marginados.
El 31 de agosto próximo se cumplirán 95 años del nacimiento de Julio Ramón Ribeyro (1929-1994).
En contra de lo que se cree en el Perú –donde se construyó la imagen de un hombre desinteresado por el devenir de su obra, por los galardones, por los premios– Ribeyro “fue un escritor muy implicado en moldear cierta imagen de su trabajo y de sí mismo, para alcanzar ese estatus indubitable e incuestionable que tiene hoy en día”, opina Baudry. A continuación, la conversación completa.
Paul Baudry presentó 'Fila para la gloria' en la FIL Lima 2024.
En tanto lector de Julio Ramón Ribeyro, no diría que soy un ‘admirador’ en sentido estricto, pero sí alguien que ve en él –como muchos peruanos– a un referente de la literatura. Su ensayo ‘Fila para la gloria’, sin embargo, intenta ‘deconstruir’ la idea que tenemos sobre Julio Ramón.
- Este ensayo tiene la ambición de hacer que la ‘estatua’ que es hoy en día Ribeyro cobre movimiento. En el Perú, Ribeyro es un escritor paradigmático, clásico, plenamente integrado en el canon nacional y escolar y también en el de los escritores. Y a menudo es objeto de homenajes que tienden a convertirlo, precisamente, en una suerte de tótem. El problema con las estatuas es que no se mueven y la admiración a un personaje convertido en estatua impide pensarlo. Entonces, mi trabajo ha sido devolverle movimiento al personaje, reconstruir su recorrido intelectual, moral, político y estético –a lo largo de las décadas– en su ambición por convertirse en un clásico. Generalmente se asocia el trabajo de Ribeyro con la figura del escritor clásico, pero se piensa que siempre lo fue, cuando en realidad es el resultado de un efecto y una construcción tanto individual como colectiva. Este ensayo intenta dar una ‘vuelta de tuerca’ al Ribeyro que siempre hemos conocido.
Cuando un lector promedio se refiere a la literatura peruana, ancla de inmediato en Vallejo, Arguedas, Vargas Llosa y, ahí no más, en Ribeyro, ¿Está de acuerdo?
- Claro, pero digamos que eso tiene una serie de paradojas. Por ejemplo, Ribeyro está efectivamente en ese “panteón de las letras nacionales”, pero fuera del Perú no goza de ese estatuto. En el canon latinoamericano no se puede decir que, en Chile, Argentina, México y etcétera, las academias y los lectores lean a Ribeyro y –comparando lo comparable– lo consideren como un par de Rulfo, por ejemplo, hablando de cuentistas entre sí. Eso todavía no está lo suficientemente consolidado y ahí hay una pregunta para el investigador.
¿Por qué?
- Efectivamente, la pregunta es por qué en el Perú Ribeyro es un profeta en su tierra y con esa aura que has descrito.
A modo de hipótesis, ¿no cree que el ‘perdedor’ que presenta Ribeyro en sus cuentos es fácilmente identificable? Es decir, ese ‘perdedor’ podría ser yo mismo en algún momento de mi vida.
- Sí, claro, hay una forma de derrotismo probablemente asociada con el espíritu nacional, lo que también es una construcción. Es probable que jugara con eso, pero lo cierto es que Ribeyro construye un vínculo afectivo con su público que no tienen otros escritores. Se dice a menudo que a Vargas Llosa se le tiene admiración –y la admiración es un sentimiento un poco más racional– pero que a Ribeyro se le tiene cariño, o se le tiene ‘camote’, o uno se siente identificado con él. De modo que son otros tipos de afectos los que moviliza este escritor desde el punto de vista de la recepción.
Entonces, nuevamente, mi trabajo es entender cómo y por qué suscita este tipo de apegos muy especiales asociados con factores de personalidad, temáticos o –como decías tú– con la cuestión de la derrota en su obra. Pero eso tiene que ver también con una construcción social, es decir, hoy en día Ribeyro se construye como ‘un escritor de izquierdas’ o se le lee como un escritor progresista, el gran defensor de los mudos, de los olvidados, etcétera.
Y mi ensayo no es que quiera demostrar lo contrario –porque sería un contrasentido pretender hacer de Ribeyro un reaccionario, todo lo contrario–, pero es necesario entender que esa ‘lectura de izquierda’ es el resultado de una sedimentación de muchas décadas donde tenemos, por ejemplo, la famosa anécdota en 1992 cuando lo aclaman en la Municipalidad de Miraflores y le dicen “¡Julio Ramón no es de la burguesía, sino del pueblo!”.
En función de esa anécdota tan conocida, la pregunta es: ¿Bueno, por qué en el 92 lo leen de esa manera? Porque básicamente en 1986, cuando Alan García le otorga la Orden del Sol, lo considera como un artista de izquierda en el mismo nivel que Mercedes Sosa y Pablo Milanés, quien también es invitado a un evento en esa misma fecha.
Invitado para Sicla, ¿no?
- Sí, claro, en Sicla, exactamente. Entonces, la misma pregunta: ¿Por qué García en el 85-86 considera que Ribeyro es un artista de izquierda? Porque Ribeyro fue el gran intelectual del velasquismo, el portavoz de velasquismo desde París, unos 10 o 15 años antes.
Entonces, ¿qué demuestra el ensayo? ¿Que Ribeyro aprovecha esas manifestaciones y se pone precisamente en la “fila para la gloria” con ese tipo de elementos?
- Aprovechar, no lo sé porque la palabra ‘aprovechar’ es un poco ambigua y contiene, talvez, un poco de juicio. Yo diría, en todo caso, que hubo una superposición de discursos en el Ribeyro de los años 70, cuando le tocó pronunciarse en nombre del velasquismo y, al mismo tiempo, hablar de su obra. Es decir, cuando uno observa los recortes de prensa de los años 70 sobre Ribeyro, cuando él da los buenos deseos de año nuevo para el Perú, por ejemplo, dice “n” generalidades que todo político utiliza: que le desea al Perú un mejor año, que espera que todos prosperemos. Es decir, hace su trabajo político, da un discurso un poco vacío (típico) de político en general. Pero también en esos mismos artículos los periodistas lo llevan hacia su trabajo y le dicen: “Bueno, ¿y cómo va el trabajo?, ¿qué nos dice de los cuentos?, ¿qué tal va la obra?”. Entonces, su función política bajo el velasquismo estaba necesariamente superpuesta y entrelazada con el discurso sobre su obra. En ese sentido, el velasquismo tiñó su obra y viceversa, en un juego de vasos comunicantes.
Ribeyro junto a Chabuca Granda y el poeta César Calvo. Foto: Archivo Familiar.
En ‘Fila para la gloria’, el texto de la contraportada dice, respecto a Ribeyro, que él trataba de “encontrar un nicho en la biblioteca de su padre”. ¿Esto es figurado o literal?
- Es un poco los dos: sentido propio y figurado. El padre de Ribeyro le dirige un reproche cuando era adolescente; le dice “Tú lees mucho pero no produces”. Y, por otro lado, le muestra en su biblioteca una serie de textos, una especie de escala de valor de los escritores: de los menos interesantes a los más interesantes. Hay una cita en ‘Prosas Apátridas’ donde el autor dice: “Quisiera encontrar la receta de la trascendencia para un día encontrar el nicho en la biblioteca”. Entonces, esa sucesión entre ‘cementerio’, ‘biblioteca’, ‘panteón clásico’ es algo que está en Ribeyro, es una imagen que se asocia en gran medida con la tradición del padre y con el papel y el lugar que él quisiera tener. Es muy probable que el gran mudo de ‘La palabra del mudo’ no sea el pobre, el oprimido –en oposición a la lectura que él, en parte, intentó vehicular–, sino su padre. El padre de Julio Ramón Ribeyro fue un escritor frustrado y probablemente el esfuerzo global de la obra sea darle voz al padre.
Si Ribeyro no es ese escritor progresista, de izquierda, un poco él mismo un tipo melancólico, ¿quién es Ribeyro?
- Yo creo que es un escritor tradicional, tradicionalista incluso, preocupado por la conservación de la tradición y, en ese sentido, un conservador. Antes, creo que hay que despolitizar el término ‘conservador’ y entenderlo en sentido estricto: lo que hace un conservador es que conserva.
¿Las formas?
- Conserva algo. Claro, el problema es que este objeto que él conserva es sumamente complejo porque es un objeto a la vez estético, es la tradición literaria heredada del padre, es un objeto también social, es el capital social familiar del apellido, capital un poco paradójico porque ya no tenían tanto abolengo en los años 50. Y, al mismo tiempo, (tiene) un deber de ser escritor para tomar la posta del padre y realizarse como autor. Entonces, es un conservador de este tipo de objetos y los que tienden a amenazarlo son, a menudo, personajes que representan el presente. Cuando uno observa la tradición en ‘La palabra del mudo’, hay una serie de representaciones de la tradición siempre amenazada por figuras del presente. Entonces, eso configura un imaginario conservador, es decir, un ‘yo’ en este caso autobiográfico.
Muchos narradores son autobiográficos, quieren siempre preservar un objeto patrimonial, simbólico, real o ficticio, en fin, contra diferentes instancias que tienden a corroerlo, a diluirlo, a robarlo, a cortarlo. Siempre está un poco esa amenaza paranoica, ¿no? Y ese esquema está en toda la obra, por adentro, y remite a la problemática de Ribeyro a la vez con su padre y en su dimensión social y creativa.
¿Cómo surge su interés por Ribeyro y por esta suerte de ‘deconstrucción’?
- Este libro es el resultado de 15 años de trabajo. Es el resultado de mi tesis de doctorado en Francia, en La Sorbona, así que le dediqué cuatro años de doctorado y dos de maestría: seis años a tiempo completo solo sobre Ribeyro. O sea, 24 horas con él en una convivencia feliz, creo yo. Y después de todo este proceso, a la tesis le fue muy bien: ganó el premio de La Sorbona en el 2016 y con este material, pues, decidí traducirlo, reescribirlo, para plantearlo como un ensayo en el Perú.
¿Cómo dialoga este trabajo con otras biografías que circulan sobre Ribeyro? Hay varios investigadores de la vida de Ribeyro, se ha escrito bastante sobre él, hay textos diversos en circulación.
- Sí, la bibliografía sobre Ribeyro es inmensa y habría que subdividirla en categorías. Ahora, libros orgánicos –es decir, totalmente dedicados a Ribeyro– hay muy pocos y el principal ensayo con el que quisiera ser medido es ‘El perfil de la palabra’ de Peter Elmore, de 2002, publicado por la Universidad Católica. Entonces, ‘Fila para la gloria’ es un poco un diálogo con ese libro. Es una lectura del fenómeno Ribeyro, no solo de su obra. Yo no hago análisis textual, narratológico –eso lo dejo a los a los profesores y ese es el tema de “n” libros–; este es un ensayo que intenta entender el pensamiento de Ribeyro –el pensamiento estético, cómo funcionaba su sistema de pensamiento– y, por otro lado, el fenómeno Ribeyro, es decir, a Ribeyro en la sociedad peruana, latinoamericana y francesa. Es decir, un Ribeyro más allá de lo textual, ese personaje profundamente imbricado con la textualidad porque son cosas totalmente indisociables. Entonces, es un ensayo original que ha sido calificado justamente por Javier de Navascués, en la Universidad de Navarra, como “el libro más completo para entender a Ribeyro”.
Respecto al libro de Elmore, ¿cuál sería, digamos, la clave que diferencia ambos trabajos?
- Elmore problematiza bloques de la obra, partes de la obra y propone una síntesis como lector de estos segmentos: los cuentos, el teatro y tal y tal ¿no? Entonces tiene el gesto ensayístico, pero está mucho más abocado a la ficción como tal. Mi trabajo pretende hacer –digamos– ‘reventar’ esos candados, es decir, ir mucho más allá: hay un Ribeyro fuera del libro y otro dentro de él y (explica) cómo lo que está fuera del libro afecta a lo que está adentro.
¿Ha tenido acceso a fuentes distintas de las que han manejado otros investigadores?
- Sí, por ejemplo, el libro tiene varios documentos inéditos, en particular entrevistas que se le hicieron en la radio nacional francesa en los años 60, que son esenciales para entender su recepción en Francia. Eso, por ejemplo, es uno de los tantos aportes del libro. No hay –que yo sepa– ningún libro, ni siquiera un artículo, de cómo fue la vida de Julio Ramón Ribeyro en París durante 40 años, desde el punto de vista de la recepción local, cómo lo leyeron los franceses o cómo no lo leyeron.
Claro, vivió más tiempo allá que acá.
- Sí, cuantitativamente vivió más tiempo allá que acá. Pero esa paradoja es la de muchos autores. Ribeyro es el mejor retratista del Perú, habiendo vivido 40 años afuera, a 12 mil kilómetros del Perú, así como el Inca Garcilaso nos dio la primera imagen del mestizaje del Perú estando en España y ya en su vejez. Los Comentarios Reales también se escribieron fuera y lejos del Perú.
Julio Ramón Ribeyro en 1975. Foto: Archivo Histórico de El Peruano / Norman Córdova.
¿Cómo se define en tanto lector de Ribeyro? Ya no ensayista, sino lector de los cuentos, por ejemplo.
- No sé si soy un lector ‘de’ sus cuentos; creo que soy un lector de Ribeyro, pero detrás del apellido no pongo necesariamente la obra ficcional. La obra ficcional es un punto de llegada y es como un mapa, digamos, es una región. Pero lo que hace este ensayo es “voltear el mapa” y mostrarlo en su totalidad y, a partir de esas nuevas herramientas –que van desde la sociología, cosa que no se había hecho, hasta la iconografía, el análisis de los retratos de Ribeyro, la fotografía, los cuadros que se han hecho de él y, por último, el psicoanálisis–, el libro emplea todas estas calas para releerlo y reinterpretarlo globalmente. Y eso forma parte de la originalidad de este ensayo. Por eso empezaba la entrevista hablando sobre la estatua y la estatua en movimiento. En general, confieso que en estos años de investigación sobre Ribeyro siempre he rehuido los homenajes que se le han hecho porque me parece que no hacen avanzar la discusión y la reflexión…
Porque se quedan en ese Ribeyro ya construido…
- Y, o sea, está bien el homenaje. Pero no es mi trabajo.
Finalmente, entonces: Ribeyro, el melancólico, el izquierdista, el que le da voz a los mudos, sí era un escritor que buscaba la gloria.
- Absolutamente, (es) un escritor que en contra de lo que se cree en el Perú –donde se construyó una imagen de un hombre desinteresado por el devenir de su obra, por los galardones, por los premios y por la idea de totalidad– fue un escritor muy implicado desde el comienzo en moldear cierta imagen de su trabajo, moldearse esta imagen de sí mismo, para alcanzar ese estatus indubitable e incuestionable que tiene hoy en día, al menos en el Perú…
Pero, desear fama es humano, ¿no?
- Claro, es muy humano. Y, finalmente, todos los artistas, escritores, cantantes, músicos, pintores, todos, siempre están intentando mover su trabajo dentro de un espacio social.
Para cerrar esta conversación, en resumen, ¿cómo define ‘Fila para la gloria: convertirse en Julio Ramón Ribeyro’?
- Es un manual para entender el misterio de la gloria de Ribeyro. Es una ‘vuelta de tuerca’ a décadas de críticas sobre sobre él. Y estoy seguro de que va a encontrar un espacio en el Perú entre los ribeyrianos –lectores, académicos y no académicos–. Es también un ensayo que va más allá de lo estrictamente universitario, un ensayo narrativo donde se encuentra el misterio de uno de los escritores favoritos del Perú, sin quitarle magia, simplemente dándole un poco más de cuerpo y matiz.
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(FIN) CCH
Publicado: 27/8/2024