Andina

Declaran Patrimonio Cultural de la Nación a técnicas de cerámica de Checca Pupuja en Puno

Cumple en la actualidad un rol fundamental en la vida social, cultural y ceremonial de la comunidad

El Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación a técnicas de cerámica de Checca Pupuja en Puno.

El Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación a técnicas de cerámica de Checca Pupuja en Puno.

10:22 | Lima, mar. 2.

El Ministerio de Cultura declaró como Patrimonio Cultural de la Nación a los conocimientos, técnicas y prácticas asociadas a la producción de cerámica tradicional de la comunidad de Checca Pupuja, del distrito de José Domingo Choquehuanca, provincia de Azángaro, departamento de Puno.

Mediante una Resolución Viceministerial, publicada hoy en la Separata de Normas Legales del Diario Oficial El Peruano, se establece que esta declaración se debe a que se trata de una manifestación que da cuenta de los intercambios culturales y artísticos entre las prácticas alfareras prehispánicas y las instauradas con el Virreinato en el altiplano peruano.

Asimismo, cumple en la actualidad un rol fundamental en la vida social, cultural y ceremonial de la comunidad, siendo un símbolo de la capacidad creativa de sus hacedores y de su relación con su entorno natural, por lo cual se la establece como un componente central de la identidad de los pobladores de la comunidad campesina de Checca Pupuja.


La comunidad campesina de Checca Pupuja pertenece al distrito de José Domingo Choquehuanca, provincia de Azángaro, departamento de Puno, y cuenta actualmente con una población aproximada de 60 familias, dedicadas a la crianza de vacas, ovejas, llamas y cuyes; así como al cultivo de productos como la quinua, la kañiwa, el olluco y la papa; a la elaboración de textiles y sombreros; y, a la alfarería, la cual destaca principalmente por su estilo de tipo vidriado y su amplio repertorio de piezas.

Cerámica ancestral

La elaboración de cerámica se desarrolla tanto en la comunidad de Checca Pupuja y en el área de influencia compuesta por comunidades aledañas pertenecientes a los distritos de Santiago de Pupuja y José Domingo Choquehuanca, donde se produce principalmente piezas utilitarias.

El desarrollo de la labor alfarera en el área que hoy comprende Checca Pupuja fue enriquecida con los conocimientos introducidos a partir de la conquista española, originando el realce de la cerámica local o “loza de la tierra” que se producía en el sur peruano. 


Entre los aportes más influyentes se destaca, por un lado, la incorporación de las técnicas del vidriado y la locería, a semejanza de las piezas provenientes de las regiones españolas de Talavera de la Reyna, Puente de Arzobispo, Teruel, Muel y Sevilla; y, de otro lado, la introducción del uso del torno para la preparación de vasijas y jarrones.

A principios del siglo XIX se identificaron al menos cinco espacios de producción de cerámica y loza en la doctrina de Santiago de Pupuja denominados locerías, evidenciando con ello el valor local de la alfarería en ese entonces, lo cual se ha mantenido hasta la actualidad debido a su importancia productiva, económica y cultural para los habitantes de la zona que comprende los distritos de José Domingo Choquehuanca y Santiago de Pupuja.

El amplio repertorio de la cerámica de Checca Pupuja puede distinguirse entre aquella que cumple funciones domésticas, y, la que responde al fenómeno del sincretismo cultural, teniendo una función ceremonial. 

En cuanto a la cerámica doméstica encontramos a los fogones o q’unchas; las ollas o mankas; las chuwakuna o platos hondos; los chatu, que son pequeñas jarras que sirven para calentar líquido; las hank’anas o tostadoras de granos; las wila chuwa o candeleros; y, las doctorchas, jarras que sirven para calentar aguardiente. 

También se elaboran ciertas piezas escultóricas de representación cultural como alpacas, ovinos, caballos, músicos y danzantes como los llameritos, novenantes y saraqenas. 

Respecto a la cerámica de clara función ceremonial encontramos a los toros, las apajatas, las chuwas o platos usados en rituales, las incalimitas o limitatas. Entre estas últimas, encontramos tres piezas que han trascendido su significado local y se han transformado en símbolo de identidad cultural: el toro, la apajata y la incalimita.

La figura del toro busca representar minuciosamente a este animal durante el ritual de marcación de ganado llamado “Señalacuy”, celebrado en el contexto de la Fiesta de Santiago, el 25 de julio y semanas posteriores durante el mes de agosto, el cual se asocia con la prosperidad y aumento del ganado. 

En el cuerpo del toro de cerámica se identifican varios rasgos distintivos, como el wallqu o membrana que cuelga en la parte inferior del cuello, las marcas en la frente, los adornos en forma de rosetones y espirales en el cuerpo, la cola direccionada hacia el lomo y la lengua hacia afuera. 

Según el investigador Enrique Cuentas Ormaechea, la representación material del toro marcado reafirma las lecturas de la pieza como una nueva qonopa propiciadora de la vida agropecuaria. Su introducción a partir de la conquista española no solo propició cambios en las tecnologías agrícolas, sino que fue incorporado al panteón de deidades mágico-religiosas. 

A partir de la asociación con el amaru, deidad representada a través de una serpiente alada con atributos felinos, el toro adquirió la capacidad de proteger tanto a animales como hombres, lo cual se ve demostrado en el acto de colocar en los techos de las casas dos toros como propiciadores de buena fortuna. 

Cabe mencionar que la figura del toro adquirió particular atención hacia la década de 1940, cuando en la estación ferroviaria Pucará los ceramistas de la zona lo ofrecían a los viajeros entre viandas y bebidas. Años más tarde, el Instituto de Arte Peruano, bajo la dirección de José Sabogal, publicó “El toro en las artes populares (1949)”, publicación que destacó la elaboración del toro de cerámica en Checca Pupuja y su relevancia para la cultura nacional.

Otra pieza elaborada en Checca Pupuja y asociada a la vida ritual es la apajata, vasija que en el contexto de los matrimonios se utiliza para beber líquido y como ánfora donde los presentes entregaban el dinero, a manera de estímulo y herencia de familiares y padrinos.

La ornamentación de la vasija de boca ancha y dos asas laterales, representa a los novios acompañados por sus padrinos, familiares, músicos y amigos que llevan alimentos y ofrendas. En la parte frontal de la apajata se ubica una cabeza de toro con una abertura en el hocico, por donde se sirve el líquido.

Por su parte, la incalimita o limitata, es una botella con cuello alargado donde se almacena licor para contextos festivos teniendo como característica principal la presencia de un personaje antropomorfo de cuerpo entero sentado en el área del cuello de la botella conocido como “mariscal”.

El personaje lleva en la parte de la cabeza un chullo o montera que se mimetiza con el pico de la botella, permitiendo que la tapa tenga forma de sombrero, su tronco está adornado de rosetones sobre todo a la altura de los hombros, en sus manos puede sostener botellas, copas o animales, posee una alforja en el lomo, usa silla de montar y tiene motivos de espiga y hojas en el chullo.

El investigador Luis Ramirez, señala que tanto la apajata como la incalimita devienen del urpu inca o aríbalo recipiente usado por los incas para el almacenamiento y transporte de líquidos, siendo objetos ligados al culto del agua y la tierra. 

En ambos casos, los líquidos que ingresan por la boquilla principal pueden salir por un orificio que tiene forma de hocico o jarra en miniatura, función similar a las pacchas prehispánicas. Así pues, se da sentido a la funcionalidad de ambos objetos en la vida campesina, haciendo énfasis en el rol que cumple el agua en la cosmología andina

Una cerámica original

En ese sentido, la cerámica ceremonial de la comunidad de Checca Pupuja destaca por su capacidad para expresar la complejidad de la cosmovisión andina alrededor de la vida agrícola y los recursos naturales existentes, a través de objetos cuidadosamente elaborados y decorados.

El tiempo más propicio para dedicarse al trabajo de la arcilla es en la época seca, entre los meses de mayo y diciembre, permitiendo a los comuneros alternar la alfarería con otras actividades productivas. 


Los conocimientos y saberes son trasmitidos en el contexto doméstico, donde los niños y niñas comienzan con la elaboración de miniaturas y juguetes llamados "ch’iñi", a modo de juego, mientras sus familiares realizan piezas de mayor volumen destinadas al uso local y al comercio. Los hombres suelen elaborar las piezas de mayor volumen y las mujeres piezas pequeñas como platos, tazas y jarras. 

Cabe mencionar que entre los maestros alfareros de Checca Pupuja existe la creencia que para hacer cerámica la persona debe encontrarse en un buen estado de ánimo, tener mucha voluntad y paciencia, de lo contrario, las piezas pueden quebrarse al momento del horneado o quema.

La preparación de la masa que dará forma a las piezas de cerámica se hace en base a dos materiales: la arcilla o sañu, obtenida de la veta de arcilla conocida localmente como sañuwasi o “casa de la arcilla”, la cual se encuentra en el sector de Palacocha de Checca Pupuja; y, la piedra pizarra o "ch’alla", la cual tiene como función principal dar consistencia a la arcilla. 

El proceso se inicia moliendo la arcilla en unos batanes de piedra llamados marana con la ayuda de otra piedra plana más pequeña, llamada piqana. En seguida, la arcilla se coloca en un recipiente con agua y se va agregando la ch’alla con un cernidor de metal, mientras se mezcla con los pies durante varias horas hasta que tome una consistencia adecuada. 

Luego, la masa de arcilla se guarda durante varios días en una habitación con poca iluminación y una adecuada ventilación hasta su uso para modelar piezas.


La cerámica de Checca Pupuja se elabora con la técnica del modelado, donde la arcilla es esculpida utilizando las manos con la ayuda de herramientas para alisar superficies o hacer incisiones y, en ciertos casos, de un torno manual. 

Las fases de elaboración de la cerámica dependerán directamente del tipo de pieza a realizar. Por ejemplo, los toros y caballos son esculpidos por etapas valiéndose de ciertas herramientas; las chuwas y piezas globulares son modeladas principalmente con la ayuda del torno manual; y, las piezas en forma de botella como las incalimitas, son armadas a partir de la superposición de rollos de arcilla.

Para la elaboración de las piezas, el ceramista se sienta en el suelo colocando sobre sus muslos un tablero de madera o ruwana rumi, sobre la cual trabaja la arcilla con la ayuda del torno manual como soporte. Para las piezas más complejas como los toros, las apajatas y las incalimitas, el modelado se dará por etapas, de modo que se espera a que la pieza esté seca para poder ir añadiéndole los siguientes detalles. 


Los acabados se van dando con la ayuda de varios tipos de herramientas que cumplen distintas funciones. Por ejemplo, entre las herramientas que alisan las superficies internas encontramos a la chawina y el chatu ruwana, ambas hechas de madera y en forma de media luna. O, las que alisan las superficies externas como el k’isuna o cuchillo de metal o madera con forma de media luna; y, la waqtana, herramienta de madera con forma alargada. También las que alisan los bordes de los depósitos y platos como un pedazo de cuero mojado con agua para lograr que se deslice con facilidad sobre la arcilla. 

Entre las herramientas que permiten la creación de surcos y orificios están las simichanas y ñawichanas, la primera es de madera con una terminación filuda en uno de sus extremos, la cual permite hacer dibujos lineales muy finos; la segunda, también de madera, tiene en un extremo un sello que permite moldear los ojos y, por el otro, una punta que cava las fosas nasales de piezas como el toro y el caballo.  Por último, se encuentran las t’ikachana o sellos de arcilla en forma de rosetones, los cuales sirven para adornar las piezas.

Una vez terminada la pieza, esta se deja secar en la sombra de dos a cinco días y, luego, se le cubre con engobe blanco. Para el decorado, se utilizan tierras de colores locales como la puka hallp’a o tierra roja y la yuraq hallp’a o tierra blanca, las cuales se disuelven en agua y son utilizadas para el pintado de motivos característicos de la cerámica de Checca Pupuja como líneas zigzagueantes, motivos florales y espirales. Estos últimos se dice, serían representaciones del amaru ahora encarnado en el toro


Por su parte, la técnica del vidriado se logra a través de la utilización de la escoria de plomo que da tonos marrones, rojos, verdes y amarillos. También se suele utilizar óxidos diversos y vidrio molido de colores, dándole el característico brillo a la pieza. Una vez secas y decoradas, las piezas se encuentran listas para el horneado.

En la comunidad campesina de Checca Pupuja se practican dos técnicas de horneado o quema. Por un lado, se usa el pampa horno, forma de quema a ras del suelo sobre montículos de tierra y acumulaciones de ceniza de quemas previas, llamados promontorios; sobre estos se coloca una plataforma con estiércol animal y las piezas organizadas en filas contiguas. 

Para lograr los efectos de una cámara de cocción, las piezas planas son ubicadas encima de las otras con la parte interna mirando hacia abajo. Se culmina cubriendo las piezas con piedras, pedazos de cerámica rota y estiércol. 

La segunda técnica, denominada alto horno, se caracteriza por realizarse en una construcción de adobes y arcilla de forma cilíndrica con una parrilla interna, sobre la cual se colocan las piezas a quemar y, sobre estas, pedazos de cerámica rota para cubrirlas. Debajo de la parrilla se acopia el estiércol, el cual funciona como combustible para el fuego. El proceso de quema suele hacerse durante la noche y una vez apagado el fuego, se espera algunas horas para abrir el horno, de lo contrario, las piezas podrían rajarse ante el contacto con el aire frío.

En cuanto a las estrategias de almacenamiento para la distribución y venta de cerámica, los ceramistas se valen de la técnica del enfardelamiento o "ch’ipas", en la cual se utiliza la fibra de chillihua, gramínea idónea para envolver las piezas de cerámica para su traslado a los puntos de comercialización. Los principales espacios de venta son las ferias de Cusco y Puno que se realizan en el marco de celebraciones tanto religiosas como cívicas. Además, esta cerámica es intercambiada por sus productores mediante el trueque en diversas ferias agropecuarias por productos agrícolas como habas, arvejas, maíz y papas.

Gracias a la capacidad creativa de los maestros y las maestras ceramistas quienes esculpen cada pieza con rasgos particulares y decorados únicos, se ha dado continuidad a la tradición alfarera y ritual de la zona, reivindicando la historia de la comunidad. 

Esta producción alfarera constituye también una expresión fundamental para la vida social de la comunidad en tanto complementa la economía familiar, siendo reconocida como una actividad sostenible en el manejo de los recursos naturales locales como el agua, la arcilla, la ch’alla y las tierras de colores, dando cuenta de la relación de respeto que mantienen los habitantes de Checca Pupuja con su entorno natural.

La norma encarga a la Dirección de Patrimonio Inmaterial, en coordinación con la Dirección Desconcentrada de Cultura de Ayacucho y la comunidad de portadores, la elaboración cada cinco años de un informe detallado sobre el estado de la expresión declarada, de modo que el registro institucional pueda ser actualizado en cuanto a los cambios producidos en la manifestación, los riesgos que pudiesen surgir en su vigencia, y otros aspectos relevantes, a efectos de realizar el seguimiento institucional de su desenvolvimiento y salvaguardia, de ser el caso.

La resolución lleva la firma del viceministro de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, Luis Guillermo Cortés Carcelén.

(FIN) LZD/

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Publicado: 2/3/2019