Rogery Zurita Gil es un maestro ejemplar y solidario que venció las carencias tecnológicas y a la pandemia del coronavirus (covid-19) para enseñar a sus estudiantes que viven en alejadas comunidades de la sierra de Piura y no cuentan con internet. Aquí su historia.
Cada mañana, el profesor Rogey Zurita Gil llamaba a sus estudiantes del colegio Santa Rosa, en la sierra de Piura, para saber cómo iban con sus tareas. Sin embargo, ellos no respondían, porque la señal no ingresaba o, en algunos casos, no contaban con un dispositivo móvil. Tampoco tenían acceso a televisión, radio y, mucho menos, a internet, medios por los que se trasmiten las clases en tiempos del covid-19. “¿Qué hago?”, se preguntó el joven de 23 años, que por primera vez ejercía la docencia. Sin pensarlo mucho, alquiló una moto y fue en busca de los adolescentes, quienes todos los días lo esperan con entusiasmo para seguir aprendiendo.
“Profesor, allá arriba vive su estudiante. Allá abajo, profesor”, le indicaban amablemente las personas de los caseríos de Tuluce, Higuerones, Churipampa, Cashainamo, Quevedos, Guardalapa, Naranjos y Sambumbal, ubicado en la provincia de Huancabamba, los primeros días de su incansable búsqueda. Por caminos angostos y bordeando cerros, conduce una moto de color rojo, observando el paisaje andino y motivado por lograr que la educación no se detenga.
“A pesar de los esfuerzos de mis estudiantes, ellos se estaban atrasando porque no cuentan con los medios para acceder a las clases virtuales”, explica el docente. Él egresó en 2019 de la carrera de Educación Secundaria, con especialidad en Matemática y Física, en la Universidad de Piura (UDEP) mediante Beca Vocación de Maestro del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación. “Tengo un compromiso con el Perú. Gracias a la beca, he cumplido el sueño que tenía desde niño: ser maestro. Por eso, no dudé en buscar a mis escolares”, asegura.
Son 102 estudiantes del primero, segundo y cuarto de secundaria del distrito de Sóndor que todos los días esperan ansiosos a su maestro para conocer no solo más sobre matemáticas y física, sino también su historia motivadora.
“Si consigues que el estudiante aprenda, puedes lograr que sea una mejor persona, que crezca y ese cambio solo se alcanza con la educación”, dice por experiencia propia. Rogey nació también en el campo, en el caserío Huaduillo, distrito Huarango, provincia de San Ignacio, en la sierra de Cajamarca. Siempre fue un excelente estudiante y sus padres son agricultores como los progenitores de sus discípulos.
La jornada empieza los domingos
Todos los domingos, el profesor Rogey Zurita alquila entre tres y cuatro horas de internet en Tuluce. Allí revisa el material educativo programado para la semana y lo adapta acorde a la realidad de la zona, con palabras y situaciones que sus estudiantes puedan entender, a fin de que el aprendizaje sea significativo.
“El director del colegio me presta la impresora, yo pongo las hojas y con eso los lunes inicio el recorrido por los caseríos en busca de mis estudiantes”, cuenta Rogey. Se forman grupos de cinco o siete estudiantes, pero algunos viven en zonas tan apartadas que hay que apagar la motocicleta, acomodarse la mascarilla y la mochila y caminar unos 20 minutos más, bajando o subiendo el cerro, para llegar a un solo escolar.
Pese a las dificultades, el joven profesor afirma que es una gran oportunidad para aportar a la educación del país. “Es una gran experiencia conocer dónde viven mis estudiantes y descubrir sus diferentes realidades. Por eso, invito a mis colegas a que pensemos en soluciones y no en excusas”, señala. Él tiene como una de sus frases preferidas la de “quien no vive para servir, no sirve para vivir”, convencido de que este camino lo hará crecer como persona y como profesional. El Perú necesita más docentes como Rogey.