Este sitio arqueológico, conocido también como El Dorado del Antisuyo, se encuentra en la margen derecha del río Montecristo, en la jurisdicción del distrito de Huicungo, provincia de Mariscal Cáceres y a 2,895 metros sobre el nivel del mar, entre los ríos Marañón y Huallaga.
Descubierto en 1963 por un grupo de pobladores de Pataz liderados por Carlos Tomás Torrealva, este monumento arqueológico ocupa un área de, aproximadamente, 20,000 metros cuadrados que al momento de su hallazgo estaba cubierto por una densa vegetación que, sumados al terreno accidentado y el carácter impenetrable de la selva permitió su conservación durante muchos siglos.
El
Gran Pajatén, cuya construcción se estima en más de 800 años, alberga un conjunto de edificios de forma circular similares a los de
Kuélap, decorados con mosaicos de roca pizarra que muestran iconografías de aves y motivos geométricos humanos. Algunas estructuras presentan una decoración arquitectónica exquisita que incluye extensas composiciones de mosaicos e inclusive esculturas de madera. Estas composiciones representan un testimonio excepcional de las tradiciones artísticas desarrolladas por la antigua cultura Chachapoya.
El Gran Pajatén fue investigado, entre otros, por el prestigioso arqueólogo peruano y estudioso de la cultura Chachapoyas, Federico Kauffmann Doig, quien realizó estudios sobre la cultura Chachapoyas desde la década de 1980 y participó de varias expediciones al territorio donde se desarrolló esta civilización prehispánica, que incluye las regiones San Martín, Amazonas y La Libertad.
Aunque se desconoce el momento en que fue deshabitado, Kauffmann Doig estimó que el abandono se habría producido mucho después de la conquista inca, debido a que desapareció la estructura gubernamental que los cuidaba.
Sostuvo que en el Gran Pajatén se tenía que producir alimentos para vivir y para guardar, porque desde siempre el Perú fue azotado por inclemencias climáticas. Tal situación provocaba que los gobernantes y administradores del lugar ordenaran a los pobladores que almacenen suficientes recursos para afrontar épocas de escasez debido a la ocurrencia de calamidades.
Patrimonio mundial
La presencia de numerosos y excepcionales restos arqueológicos dentro de una vasta área boscosa es única en el continente. Esto originó que la Unesco declare, en 1992, al Parque Nacional del Río Abiseo como Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad, categoría mixta que en el país solo comparte el Santuario Histórico de Machu Picchu.
Asimismo, la Reserva de Biosfera Gran Pajatén fue reconocida por la Unesco el 19 de marzo del 2016, en el marco del XXVIII Consejo Internacional de Coordinación del Programa MAB que se realizó en la ciudad de Lima. Con una extensión de 2 millones 509,698.84 hectáreas, la Reserva de Biosfera Gran Pajatén abarca ocho provincias y 33 distritos de los departamentos de Amazonas, La Libertad y San Martín, convirtiéndose así en la reserva de biosfera más grande del Perú.
Ambos reconocimientos tienen la finalidad de proteger y conservar esta enigmática ciudad perdida en plena la ceja de selva peruana, así como el medio ambiente que la rodea.
La
Unesco destaca que la autenticidad de los restos arqueológicos del
Parque Nacional Río Abiseo sigue siendo incuestionable.
“No se han producido intervenciones humanas significativas desde su abandono en el siglo XVI hasta su redescubrimiento en el siglo XIX. La configuración geográfica, el aislamiento y la inaccesibilidad de la zona han contribuido a mantener intacta la autenticidad de los sitios precolombinos. Estas condiciones muestran que la diversidad de sitios arqueológicos dentro de las diversas altitudes y áreas del Parque Nacional Río Abiseo aún dan testimonio del proceso y la continuidad histórica de adaptación, evolución y desarrollo humano en el bosque nuboso y el páramo del territorio altoandino”, remarca.
Difícil acceso
A pesar de que el Gran Pajatén se encuentra en territorio de la región San Martín, hasta el momento solo existe acceso al centro arqueológico a través de la provincia de Pataz, que pertenece al departamento de La Libertad y es limítrofe con San Martín.
Sin embargo, de momento el acceso de turistas a esta enigmática joya arqueológica de la cultura Chachapoya es muy restringido debido a que no se han desarrollado los trabajos de puesta en valor, en gran medida por la fragilidad de las estructuras que pueden dañarse con el retiro de la vegetación que crece entre las piedras con las que fueron construidas. Están pendientes estudios técnicos para garantizar la salvaguarda del sitio arqueológico.
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