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Arturo 'Zambo' Cavero: A diez años de la muerte de la voz que une al Perú

Su hija recuerda al zambo guapo, engreidor y quien creyó que nunca iba a morir

10 años sin el Zambo Cavero. ANDINA/Difusión

10 años sin el Zambo Cavero. ANDINA/Difusión

09:43 | Lima, oct. 9.

Por José Vadillo

Con “P” de patria. Desde la eternidad, la garganta del Zambo modula la peruanidad. Cantó desde otra dimensión y sobre el cajón acústico de la memoria. Conectó –sin wifi y por banda ancha– con treinta y pico de millones de almas rojiblancas que escuchaban con el corazón: el valse ‘Contigo Perú’, de Augusto Polo Campos, puso la piel de gallina y retumbó en los estadios durante toda la campaña del Perú en el Mundial de Rusia 2018. Eran 11 en la cancha y el Zambo Cavero, en la banda sonora.

“Es una presencia muy fuerte”, dice Moraima Cavero Best, la mayor de las tres hijas de don Arturo. No imaginaron encender la TV y escuchar la voz de su padre en Rusia, avivando las tribunas eternas. Un canto transgeneracional; de abuelos, padres, nietos. Se quedaron perplejas. Igual sucedió en los Juegos Panamericanos. A 10 años de la muerte del popular Zambo (1940-2009), no hay una pregunta –qué hizo y qué dejó de hacer–, sino una afirmación: Zambo Cavero vive.

Dimensión vocal

A diario, las herederas del cantor mayor del criollismo reciben muestras de afecto. Porque la voz del Zambo es ubicua, teñida de querencias, motor de la sentimentalidad bicolor.

En mercados, panaderías, ómnibus, Moraima, Elena y Zorka se encuentran con el timbre de su progenitor. O alguien sube al taxi y les envía el audio por Whatsapp: he ahí el Zambo y por FM. A la gente se le abren los ojos cuando descubren el lazo con el pater familias del criollismo. ¿Y bailas?, ¿cantas?, ¿tocas?, preguntan. No. No. No.

Elena, la menor, heredó el otro amor del padre: el magisterio. Ella es directora de un kindergarden. Porque el Zambo Cavero tocaba y cantaba de noche, y de día, avanzaba en los estudios. Logró el cartón de profesor de primaria del Instituto Nacional Pedagógico y ostentaba dos maestrías.

Papá Arturo exigía cultivarse. “Tu única obligación es estudiar”, decía. De cada viaje, les traía “estímulos”: rompecabezas, libros, pinturas, videos.

Zambo Cavero

Tijereteaba noticias de los diarios y se las daba según consideraba la habilidad de cada una. A Moraima, cosas de administración; a Zorka, crónicas y reportajes; a Elena, temas de educación. Y a los niños siempre preguntaba, ¿qué vas a estudiar?, ¿te sacas buenas notas?

Zambo Cavero no necesitaba escenarios para cantar, lo hacía en cualquier lugar. Inclusive cuando interpretaba canciones tristes, les inyectaba un tono jocoso. Sus favoritos eran valses antiguos y boleros.

Íntimo de corazón

‘Íntimo’ hasta los tuétanos, inclusive cuando perdía el equipo de sus amores, Alianza Lima (uno de sus ídolos de siempre fue Alejandro Villanueva), cantaba. Eso sí, en la intimidad del hogar, no lo escucharon cantar las de Polo Campos.

Prefería ese repertorio criollo que escuchó recorriendo los centros musicales de Lima, Barrios Altos, La Victoria, y casas de amigos, como el compositor José ‘Tato’ Guzmán, padre de Rosita Guzmán.

Cariñoso el cantor, si estaba de viaje, llamaba por teléfono para cantar a sus hijas. A Fátima, la mayor de sus tres nietos, la única que conoció –tiene 10 años–, también llamaba para arrullarla con canciones.

La música empezó con las manos. Antes de descubrir la magia encerrada en su voz, el Zambo era percusionista con metrónomo bombeando las arterias. No dejó ese gusto, a pesar del sobrepeso. Ya famoso, se compró timbales y bongós, y una maleta llena de discos de jazz y salsa dura. Los escuchaba llevando el ritmo.

Cuando cantaba ‘Contigo Perú’, el Zambo Cavero se daba la licencia de modificar la letra y decir “¡mi raza es recontraperuana!”. Se sentía muy cómodo siendo peruano y también afrodescendiente. Era un hombre corpulento y vanidoso. Se miraba al espejo y decía, “¡Qué zambo tan guapo!”.

Zambo Cavero

–Nunca he sentido que mi papá se haya sentido discriminado. Y eso nos lo trasladó a nosotras. Él era feliz. Disfrutaba su color. Tenía una broma clásica: “He visitado todo el mundo, solamente me falta África, pero no voy porque a lo mejor ya no regreso”.

Sus varios pasaportes dan cuenta de esa vida entre aviones. Pero la ciudad que le deslumbró no fue Nueva York ni Miami, fue Melbourne.

El Zambo Cavero tenía entre sus predilecciones investigar sobre la cultura negra del Perú y de la diáspora; consumía mucha música negra.

Era usual encontrarlo en casa, lunes, martes o miércoles, almorzando en casa con alguno de los periodistas-criollos. Zambo Cavero era democrático y en la misma mesa recibía también al pintor o al gasfitero como a ministros, embajadores. 

“Era un papá muy querendón, muy engreidor”, dice Moraima. Se separó en 1995 de la madre de sus hijas, pero todos los días llamaba a las tres, por lo menos cinco veces al día, para saber si ya comieron, si fueron a estudiar. “Te voy a confesar que eres mi hija favorita, la más bonita, a la que amo más”. Colgaba y llamaba a otra hija a repetir lo mismo.

Zambo Cavero

Paraba con las maletas listas, no dejaba de cantar. Y crio a sus hijas lejos de los reflectores y la responsabilidad de cuidar a las hijas recayó en su esposa, Ivonne Best, con quien vivió 18 años.

Las tres tienen claro que él no quiso que sean artistas y jamás les impuso la fe en el Señor de los Milagros. “No fue su afán vincularnos con su vida profesional, bohemia”. Excepcionalmente lo veían actuar. Cuando venía alguna visita, ellas saludaban y se iban a su habitación, desde donde escuchaban la música. Y los grandes cumpleaños del Zambo, él los celebraba lejos, en la casa de su madre, Digna Velásquez, en Mesa Redonda. Ellas iban un rato, nada más.

Hay hábitos del padre que sí heredaron: el Zambo era muy comprometido con su trabajo –con horarios de entrada, pero no de salida– o el gusto por estudiar. “Mi papá dormía por la mañana, pero se levantaba a hacer la tarea o a estudiar y, de ahí, a trabajar”.

El ritmo de vida del Zambo era agotador. No paraba de miércoles a domingo. Muchas veces, la rutina se iniciaba en el almuerzo. Fue una vida intensa. Y se agotó, de mayor ya empezó a escoger ciertos eventos, a rechazar viajes al extranjero.

Desde que se separó de su esposa Ivonne, en 1995, hasta el 2009, Zambo Cavero vivió en la cuadra seis de la avenida Argentina. Falleció a los 69 años y 49 de cantor. El 25 de agosto del 2009 el más grande cantante de la peruanidad se internó en el hospital Edgardo Rebagliati. Permaneció ahí hasta su muerte, 45 días después.

No creía que se iba a morir. Nunca hospitalizado habló de ello. Cuando estaba lúcido, se preocupó más por quedar bien con quienes lo habían contratado o inscribirse en un curso al cual quería asistir. 

Zambo Cavero

Pero su salud se vino en picada. A pesar de su voluminosidad, no era un hombre con diabetes, hipertenso o con el colesterol alto. Sufría de problemas severos en el hígado y de desnutrición (¡tenía 5 de hemoglobina!, a pesar de los pallares y frejoles que adoraba). “Tras la operación de banda gástrica no afrontó bien un proceso de nutrición”, dice Moraima. 

La familia dice que el expresidente Alan García fue de la idea de despedir al Zambo en el Museo de la Nación. Lo llevaron luego a la iglesia de las Nazarenas, al Palacio de Gobierno, la Municipalidad de Lima, el Congreso y, finalmente, a Jardines de la Paz. Aclara que los gastos del sepelio fueron cubiertos totalmente por la familia.

Solo hay una biografía y la escribió Lorenzo Villanueva, Tributo al “Zambo” Cavero. Vida y obra de un grande (2009). Para la familia no es lo que esperaban, sino un “documento político”. “Este señor [Villanueva] politiza el asunto; pone a la primera figura del país [el expresidente Alan García] por donde quiere y desdibuja una amistad que fue, con o sin cámaras, honesta, jovial y respetuosa”, dice la hija.

Lo que se viene

Este año se lanzó el disco virtual Proyecto Zambo, un tributo en clave electro de las canciones popularizadas por el cantor. “Es mi afán de acercar al Zambo a las nuevas generaciones”, explica Moraima. El álbum lo produjo junto a Rolo Gallardo (grupo Bareto) y Tribilin Sound.

Zambo Cavero

Adelanta que en la Feria Internacional del Libro de Lima (FIL Lima) 2020 se lanzará el primero de los tres libros de cuentos, inspirados en la vida del popular cantante, que escribirá el periodista Mario Sifuentes y se publicará en edición bilingüe (español-inglés). El primero de los cuentos girará sobre Cavero, su afrodescendencia, Zaña y el checo. 

El deseo de la familia es que la publicación postule a instituciones como el Smithsonian de Nueva York, y el documento se conozca “por todos lados”.

También viene un vinilo con los grandes éxitos, solo para coleccionistas. Y una minigalería de arte, con las piezas de todos los artistas gráficos que se inspiraron en el Zambo y plasmarlas en bolsas, imanes, tazas. Está en camino un documental.

–¿Cómo quieres que recuerden a tu padre?

–Como una voz que se dio el lujo de unir a una nación.

El tono será en el GTN

“Será algo grande la celebración del cumpleaños de mi papá”, adelanta Moraima. La cita con el legado musical de Arturo Zambo Cavero será el 20 de noviembre, a las 8 de la noche, en el Gran Teatro Nacional de San Borja. Tendrá libretos del periodista conocedor del criollismo, Mario Sifuentes, y la dirección artística correrá a cargo de Fernando Zevallos (La Tarumba). Participarán artistas como el compositor Pepe Villalobos, los hijos de Óscar Avilés –Lucy y Óscar Jr.–, José Luis Guillón, Chebo Ballumbrosio y Rosita Guzmán, entre otros (tomado de la revista Variedades del Diario El Peruano).



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Publicado: 9/10/2019