El Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación al Carnaval de Cupisa, una festividad que se celebra en el distrito de San Jerónimo, provincia de Andahuaylas, departamento de Apurímac.
Así lo precisa la Resolución Viceministerial N° 105-2019-VMPCIC-MC publicada hoy en el boletín de Normas Legales del Diario Oficial El Peruano. La norma subraya el importante rol que cumple el Carnaval de Cupisa como factor de cohesión social al interior de la comunidad campesina de Cupisa.
Destaca también, el profundo sentido de participación colectiva al convocar dentro del mismo contexto festivo a las comunidades aledañas, y el contenido simbólico plasmado en sus elementos distintivos tales como la música, la danza y el vestuario de sus participantes.
La norma encarga a la Dirección de Patrimonio Inmaterial, en coordinación con la Dirección Desconcentrada de Cultura de Apurímac y la comunidad de portadores, la elaboración cada cinco años de un informe detallado sobre el estado de la expresión declarada, de modo que el registro institucional pueda ser actualizado en cuanto a los cambios producidos en la manifestación, los riesgos que pudiesen surgir en su vigencia, y otros aspectos relevantes, a efectos de realizar el seguimiento institucional de su desenvolvimiento y salvaguardia, de ser el caso.
En sus considerandos, la R.V. N° 105-2019-VMPCIC-MC afirma que de acuerdo a la Unesco “se entiende por Patrimonio Cultural Inmaterial los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas –junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes– que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial que se trasmite de generación en generación es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad, y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana”.
El Carnaval
La R.V. se sustenta en el informe elaborado por la Dirección General de Patrimonio Cultural que recomienda otorgar el reconocimiento al Carnaval de Cupisa cuyos orígenes se remontan a mediados del siglo XVIII cuando el corregidor de Andahuaylas ordena construir un puente de piedra y celebrar su inauguración con un carnaval.
La importancia del Carnaval de Cupisa se refleja en sus niveles de participación colectiva, involucrando a comparsas provenientes de centros poblados al interior del mismo distrito como Lliupapuquio, Ancatira, Champaccocha, Choccecancha, Chullcuisa, Yuncaya y Santa Rosa. También llegan a participar comparsas desde centros poblados en distritos aledaños como Pacucha y Argama en el distrito de Pacucha; Tintay, Kishuara y Cavira en el distrito de Kishuara; y Ñahuinpuquio, Ccacce, Huinchos Patacocha y Cceuñahuran en el distrito de Andahuaylas, constituyéndose este carnaval en un espacio de encuentro y cohesión entre comunidades vecinas.
La festividad es organizada por la junta directiva de la comunidad campesina de Cupisa. Su presidente convoca, con cierta anticipación, a una asamblea a fin de designar comisiones de trabajo que se harán responsables de los múltiples aspectos de la festividad, tales como el proveer de alimentación para los participantes y visitantes, o velar por que las actividades festivas se desarrollen con seguridad y tranquilidad.
Las comparsas que protagonizan el Carnaval de Cupisa están integradas por una cantidad variable de hombres y mujeres que interpretan de manera colectiva la música y los pasos característicos de esta expresión. Sobre la música, corresponde a las mujeres el uso de campanillas o cascabeles que se llevan en las manos y son usados para marcar el ritmo. Otro instrumento rítmico utilizado es la tinya, tambor pequeño hecho con un aro de madera y parches de cuero de vaca, ejecutado tanto por hombres como mujeres.
Durante las fiestaslos integrantes de estas comparsas visten un tipo específico de indumentaria. En el caso de las mujeres, esta consiste de faldas o polleras, una chamarra y una manta confeccionadas con lana de oveja. A estas se añaden un sombrero de paño y ojotas. Las faldas son de color negro o rojo, adornadas con cintas de colores cerca a la base. La chamarra, que cubre el torso, es de color rojo intenso por el uso de la cochinilla como pigmento y lleva bordados en el pecho y las mangas. La manta, que cubre los hombros y la espalda, es de colores oscuros y lleva ribetes decorativos a los lados y al centro. El sombrero, por último, está adornado con cintas de varios colores y plumas de pavo, sujetadas por una cinta blanca. Las mujeres también portan piñis, collares de múltiples cordones que van adornados con frutos secos, wayruros y pequeñas piedras de colores;
En el caso de los varones, la vestimenta consiste en prendas de lana de oveja. Estas incluyen dos pantalones o wara de color blanco y negro, que se llevan puestos uno encima del otro, una camisa generalmente de color blanco, aunque también puede ser roja o azul a cuadro o una combinación de ambas, y un chumpi o faja atada a la cintura y de la cual caen cintas principalmente rojas que emulan una pollera. A estas prendas se añade un chullo y dos pañuelos, uno verde y otro naranja, los que van cruzados sobre el pecho. Adicionalmente, los varones portan distintos implementos utilizados en los enfrentamientos rituales que tienen lugar durante el Carnaval de Cupisa.
Los músicos que acompañan las comparsas llevan la misma vestimenta que los danzantes varones, pudiendo llevar como reemplazo del chullo una prenda denominada atoq chuku, sombrero heredado de generación en generación y confeccionado con la piel disecada de un zorro, no realizándose hoy en día la caza de este animal para su confección;
Las celebraciones del Carnaval de Cupisa se inician en la madrugada del martes carnaval, con la realización del encuentro de compadres. Esta costumbre consiste en la visita mutua entre compadres y comadres, personas entre las que se ha generado un vínculo de parentesco ritual o padrinazgo en torno a múltiples eventos vinculados al ciclo de vida. Estos pueden incluir el bautizo o primer corte de pelo de un hijo, o la construcción y techado de una casa. El anfitrión tiene la obligación tácita de ofrecer comida y bebida a sus visitantes.
Durante el encuentro de compadres tiene lugar el qotonakuy, costumbre en que los compadres visitantes pueden escoger algún obsequio como frutos de las cosechas o algún animal menor del anfitrión, los que le son entregados como símbolo de agradecimiento. Luego, los anfitriones ofrecen un desayuno consistente en caldo de carnero o de llama.
Tras estas acciones se realiza un pasacalle con la participación de toda la comunidad, mientras van llegando las comparsas provenientes de comunidades y centros poblados aledaños. Todas las comparsas confluyen en la plaza de Cupisa alrededor del mediodía, donde se comparte un almuerzo organizado por la junta directiva de la comunidad de Cupisa. Este consiste en un plato de puchero, caldo de res o cordero acompañado por mote, papa, habas, zanahoria y col. Luego, las comparsas se desplazan al estadio comunal, en donde se realiza un festejo o baile general.
El miércoles de ceniza, los participantes del carnaval regresan a la plaza de Cupisa para compartir un desayuno. Seguidamente, continúan con los pasacalles y las comparsas de carnaval. Por la tarde, las comparsas de comunidades y centros poblados aledaños emprenden el regreso a sus lugares de origen, mientras las celebraciones del Carnaval en Cupisa se extienden durante el jueves, viernes e incluso sábado de forma libre y espontánea. Su culminación es marcada por la realización de la costumbre del cortamonte, conocida a nivel local como mallki y organizado por la pareja que tumbó el árbol el año anterior.
En el transcurso de los carnavales se dan una serie de enfrentamientos rituales, a modo de competencia, entre miembros de las comunidades y con el acompañamiento de la música del Carnaval de Cupisa. Estos se hacen en parejas y de forma ordenada, siguiendo turnos y usando los implementos antes descritos. El primero es el warakanakuy, en el que se usa la waraka para golpear tanto las piernas como cualquier otra área del cuerpo del oponente que no comprometa su integridad. Este enfrentamiento se da tanto entre hombres como entre mujeres, siendo la única condición que ambos contendientes sean del mismo sexo. Quien golpea, baila agitando la waraka hasta que realiza el golpe. Luego, ambos contendientes cambian de roles, y quien recibió el golpe pasa ahora a bailar con la waraka.
Otros enfrentamientos que tienen lugar durante la festividad son el seqollonakuy y el qalaschanakuy. A diferencia del warakanakuy, estos son realizados sólo por los varones de la comunidad, y se detienen cuando las mujeres intervienen o cuando se observa que se podría poner en riesgo la integridad física de uno de los contendores. De la misma forma que el warakanakuy, se propina una serie previamente pactada de golpes a las piernas de los oponentes.
La principal diferencia entre estos dos tipos de enfrentamiento está ante todo en la herramienta utilizada para golpear. En el caso del seqollonakuy, como su nombre lo indica, se utiliza un seqollo, zurriago hecho con madera y cuero de llama para la parte del látigo. El qalaschanakuy por otro lado, se practica con qalas o chankis, zurriagos que terminan en un triángulo de suela con clavos. Actualmente el uso de las qalas está desapareciendo, y es visto como una prueba de mayor valentía.
Finalmente, se da el fuetenakuy o enfrentamiento con fuetes, para el cual se usan fuetes de cuero. A diferencia de los otros, este suele estar menos reglamentado y se da principalmente en momentos de euforia que tienen lugar durante la fiesta, en que los varones se retan como una manera de mostrarse superiores a sus rivales;
Además de ser una muestra pública de valentía, estos enfrentamientos constituyen un medio para mitigar tensiones y prevenir posibles conflictos entre individuos y comunidades.
En el contexto del carnaval, estas acciones rituales tienen especial significado considerando que durante esta festividad se rompen barreras sociales, fomentándose la competencia, el juego y la unión de las parejas.
La resolución lleva la firma del viceministro de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, Luis Guillermo Cortés Carcelén.
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(FIN) MAO
Publicado: 28/6/2019