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Testimonio de 4 mujeres sobre su doble labor como madres y trabajadores del sector salud

ANDINA/archivo

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16:00 | Lima, may. 8.

Por José Vadillo Vila

Todos los días que tiene turno –suma al mes 12 turnos de 12 horas y uno de 6–, la obstetra Clarisa Cárdenas viaja de Chincha a Lima. A las tres de la madrugada toma un taxi de su casa a la Carretera Nueva, donde sube a un bus –que ahora cobran 20 soles el pasaje– hasta la refinería de Conchán. Ahí para una mototaxis o una combi hasta el hospital de Villa El Salvador, del Ministerio de Salud (Minsa).

Es madre de una niña de 14 años y de un niño de 9, quien sufre una parálisis cerebral y debe ser asistido para todas sus necesidades. La familia estuvo radicando en Lima hasta antes de la pandemia; luego, el niño tuvo una cirugía y Clarisa decidió mudarse a Chincha, para tener el apoyo de su mamá y sus hermanas.


Su esposo, Jesús, es médico y durante los primeros dos años de la pandemia trabajó en Ayacucho. Fue la etapa más terrible, recuerda la obstetra: a veces, solo se podían ver tres días al mes. Ahora, él trabaja en la ciudad de Ica y Chincha es un punto medio para que los esposos pueden ayudarse y cuidar de los hijos. De los dos, solo ella es la que hace turnos de día y de noche.

Su hija mayor ya mostró interés por las carreras de la salud, pero a la obstetra de 40 años no le agrada la idea, aunque sabe que al final la decisión será de su hija. “Esta es una carrera bonita, con mucha vocación, pero es muy arriesgada, conlleva mucho esfuerzo físico y mental. Creo que para una mujer es más complicado, porque trabajamos y somos mamás, terminamos agotadas”.

Para la obstetra, la mamá es la que, aunque no puede estar al 100% del tiempo con sus hijos, lo da todo. “Con un niño que vino con todas las necesidades es más difícil, pero no imposible. Ser madre es dar todo por los hijos. No me importa dormir pocas horas, tengo ojeras, pero sé que es por un mejor futuro para todos”.

La técnica Yrma Revilla Fernández conjuga sus labores en el Hospital de Emergencias de Villa El Salvador, del Minsa, con las labores de padre y madre de A., su niño, quien ya tiene 11 años.


Antes, su mamá, Esther, la ayudaba cuando hacía sus turnos de amanecida; pero su madre falleció. Fue una de las primeras 300 víctimas de la pandemia en el Perú y la tercera persona en morir por covid-19 en el nosocomio donde Yrma labora. Aunque ella está en el área de Hospitalización, no pudo ingresar a ver a su madre a UCI por el tema del contagio. “Fue duro”.

Ahora, su hermano Christian le ayuda con A. Aunque es un niño que hace muchas cosas solo, Yrma hace magia en sus trabajos para llevarlo al colegio y se apoya en otras mamás para poder estar atenta a los asuntos de la escuela.

El año pasado se enfermó de covid-19 y la trasladaron al hospital. Esa semana, que recibió todas las atenciones de sus compañeras, estuvo como madre más preocupada por su hijo, a quien había dejado con 38 de fiebre. Solo pensaba en que tenía que salvarse por él y se lo encargaba de sobremanera a su hermano.

Me recuerda que las técnicas son quienes más han soportado las pérdidas de los pacientes en estos años. “Del personal de salud, los técnicos somos los que estamos al 100% con el paciente, los bañamos, los atendemos, les cambiamos los pañales”.

Lorena Lucas Orellana es trabajadora social en el hospital Emergencias Casimiro Ulloa. Tiene 41 años y también sabe de viajes interprovinciales diarios, entre Huacho y Miraflores. Sale a diario a las 4 de la mañana para llegar a las 7:50 a. m. a su centro laboral, donde atiende todos los ingresos por emergencia. Lo más pesado, claro, es soportar el tráfico de Lima Norte. En casa, la esperan sus dos hijos.

Antes vivía en Lima, pero el papá de sus hijos vendió el departamento en el que vivían cuando se separaron y Lorena tuvo que mudarse a Huacho, donde se ha comprado un terrenito, que va construyendo con los ladrillos de los sueños. En la pandemia le salió el trabajo en el Casimiro.


“Al principio de la pandemia hacíamos turnos de 24 horas. Era matadazo. Después bajamos a turnos de 12 horas. A veces me quedaba a dormir en el estacionamiento del hospital o en los grifos para así poder coger el siguiente turno”.

Lorena se relaja viendo series sobre hospitales de emergencia vía streaming. Cree que por todas esas influencias reales y virtuales su hija mayor, de 17 años, ha optado por estudiar Enfermería. A Lorena le hubiera gustado postular para ser médico, pero ya no le alcanza el tiempo.

“Ya el ser madre te genera esas ganas de seguir trabajando. A veces tiraba la toalla, pero mis hijos me dicen: ‘Mamá, a ti te gustan los hospitales, nosotros nos podemos quedar acá, no te preocupes’. Eso me renueva de la energía”, dice. No ha sufrido de covid-19; sin embargo, en octubre tuvo una caída y le encontraron un tumor en la cabeza, pero ella no le ha dado importancia. “Si es para irme, me iré trabajando por mis hijos”, dice.

Chalaca, vecina de Bocanegra, la licenciada Evelyn Rodríguez Soriano aprendió a ser madre a la edad en que otras chicas juegan a las muñecas. A sus 30 años es mamá de dos niñas, una de 5 y otra de 15.

Su gran fortaleza fue su mamá, María Nélida, quien sufría de diabetes e hipertensión, ya era invidente por sus enfermedades, y dos semanas antes de la pandemia le detectaron un cáncer terminal. Falleció de covid-19 en junio del 2020.

“Fue chocante la muerte de mi mamá porque falleció cuando no teníamos, como ahora, la facilidad de velarla y despedirnos como se debería hacer. Tuve que seguir trabajando, darle para adelante”.

La licenciada está segura de que su madre la apoya y la bendice hasta ahora; se le aparece en sus sueños en los momentos más difíciles y le da fuerzas para seguir adelante.

Actualmente, además de trabajar en las campañas de inmunización de la Diris Lima Centro, donde han tenido jornadas con horarios de entrada pero no de salida porque se debe vacunar a más personas contra el covid-19, ha terminado un diplomado en Gestión Pública y está estudiando una maestría.

Evelyn es separada y tiene una nueva pareja. Este año le dio el ómicron, pero gracias a que tiene todas las dosis no pasó a mayores. En su trabajo, una lucha constante es con los antivacunas. Respeta su posición personal, pero ella sigue en su norte de inmunizar a más personas. Es su preocupación.

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(FIN) DOP/LIT
JRA


Publicado: 8/5/2022