Enclavada a 3,960 metros sobre el nivel del mar en el mítico lago Titicaca, Taquile se erige como el emblema turístico de la región de Puno. Formando parte del distrito de Amantaní, esta isla se distingue como una de las más exquisitas sobre lagos a nivel mundial, ofreciendo un destino idóneo para el turismo rural comunitario y vivencial, una experiencia que todo viajero debería vivir al menos una vez en su vida.
Con una extensión máxima de 5.72 kilómetros y un ancho de 1.5 kilómetros, Taquile, cuyo nombre reverbera como "Tierra Sagrada", resalta por su poblado de raíces milenarias y su maravilloso arte textil, plasmado en las coloridas vestimentas que lucen sus más de 2,000 habitantes.
A través de estos tejidos, los lugareños reflejan su imaginario y su cultura, en diseños complejos que celebran la riqueza de su legado ancestral, compartiéndolo con los visitantes deseosos de conocer sus costumbres y tradiciones.
Los visitantes tienen la oportunidad de alojarse en hogares de familias locales, inmersos en la vida de la comunidad, mientras absorben conocimientos sobre su cultura y modo de vida. Asimismo, la isla alberga diversos proyectos turísticos que tienen como objetivo preservar la cultura y el entorno natural de la región, a la par de generar ingresos para la comunidad local.
Para llegar, los viajeros deben embarcar en la bahía de Puno, abordando las lanchas que parten entre las siete y las nueve de la mañana. Al llegar, es necesario tomar las precauciones debidas por la altitud en la que se encuentra este maravilloso rincón, con el impresionante lago Titicaca como telón de fondo.
Taquile también ostenta una playa, reconocida como la más alta del mundo, donde la temperatura varía entre los 11 grados centígrados en invierno y los 15 centígrados en verano. Con una pequeña bahía de arena, ofrece un remanso de serenidad en el lago Titicaca. Desde este punto, se pueden contemplar panorámicas impresionantes del lago y las majestuosas montañas que lo circundan.
Mirador Natural de Ensueño:
El Mirador Shállapa, ubicado a 3,360 metros de altitud, ofrece una vista panorámica privilegiada de la ciudad de Taquile, así como del valle del Mosna y el majestuoso nevado Huantzant. Un rincón que invita a la contemplación y la conexión con la naturaleza.
Con su paisaje espectacular y su comunidad arraigada en siglos de tradición, es mucho más que un destino turístico: es una ventana a la autenticidad y riqueza cultural de los Andes peruanos. Un lugar donde cada rincón cuenta una historia de resiliencia y amor por la tierra que lo vio nacer.