Por José VadilloEl Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja cumple una década de atención a niños, niñas y adolescentes. Conozca el testimonio de tres de los primeros pacientes operados en diversas especialidades en este nosocomio.
Pasiona Lucas
Ahora que tiene 24 años, se dedica a la agricultura en Huancachupa (Huánuco). Ahora es mamá y le acompaña su pareja, Lincoln. Ahora que han pasado casi 10 años desde ese febrero del 2014, vuelve al Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja (INSN-SB). Y Pasiona Lucas de la O ahora se anima a contar su historia.
“Llegué aquí porque tuve un accidente por una fuga de balón de gas”, resume. Había llegado a Lima desde Huánuco para trabajar en la lavandería de su medio hermano, en San Juan de Lurigancho. Ahí se produjo la fuga de gas, la puerta estaba cerrada y Pasiona no pudo salir.
La llevaron al centro hospitalario en Canto Grande y en la ambulancia la trasladaron de emergencia al INSN-SB. “Llegué consciente, luego entré en coma”.
Diagnóstico: 80% de quemaduras de tercer grado en su cuerpo; en piernas, brazos, espalda, cuello, cabeza, parte del abdomen y la costilla.
Después es una nebulosa; cuando despertó, luego de estar tres meses en UCI Quemados, su mamá, Dominica, estaba a su lado. Había llegado desde Ambo (Huánuco) para cuidarla.
Su mamá recordará siempre que el doctor Rodríguez le repitió varias veces que como se desangraba constantemente, no se sabía si Pasiona soportaría la operación. Estaba entre la vida y la muerte. “Tenemos que orar y pensar que saldrá bien, pero por si acaso alístense para lo peor”, les dijo.
Por suerte, todo salió bien. Y casi una década más tarde, Pasiona quiere saludar a los médicos del INSN-SB que dieron todo para que ella, la primera paciente que se operaba por quemaduras de tercer grado en la institución, sobreviva.
Gracias a los cuidados, tratamientos y rehabilitación, al apoyo de la jefatura de quemados del instituto, después de salir de cuidados intensivos pudo volver a caminar y ahora coge con normalidad los objetos: antes no podía ni agarrar una cuchara de plástico. Todo fue un largo proceso.
A Pasiona le practicaron más de 30 operaciones y estuvo en el INSN-SB por cuatro años, hasta que cumplió los 18. Inclusive aquí celebró sus 15 años.
Recuerda que se demoró un año en volver a estudiar porque al inicio tenía vergüenza. “La gente murmura, si tienes cicatrices, te discrimina. Es bastante difícil”.
Cuando le dieron de alta, los médicos le advirtieron que iba a ser muy difícil que sea mamá porque sus costillas estaban pegadas a la piel. Y ahora tiene a Ainara, su bebé de 6 meses. El embarazo fue un proceso muy complicado porque Pasiona también padece de una desviación de la columna y la piel no estiraba. Pese a todo, logró concebir a su hijita.
Siempre recordará lo que le comentó un médico y le hizo sentir bien en el INSN-SB: aquí la política es no discriminar y tratar a todos los pacientes por igual. Es más, sentía que a los niños y adolescentes que llegaban de provincia les daban más. “Es por la vocación de servicio que tienen sus trabajadores. En otros lugares se está perdiendo, pero aquí en el hospital se mantiene”.
Camila Ancajima
Así, de la nada, a Camila Ancajima –la tercera de las hijas de Susana Damián– le comenzaron a aparecer moretones. Como le gustaban las danzas, en su colegio, en Lambayeque, no le dieron importancia. Hasta que se hicieron muy frecuentes. Llegaron al Hospital Regional de Chiclayo, donde se sumaron hemorragias y vómitos. El diagnóstico fue aplasia de médula ósea y la derivaron al INSN-SB.
Camila tenía solo 8 años, era el 2016, y se convertiría en la primera paciente trasplantada en el Perú con una técnica innovadora, la del donante haploidéntico, que permite que el papá o la mamá o un hermano sean los donantes de la médula ósea.
“Ninguna de mis dos hijas ni su papá eran compatibles con Camilita, solo yo. Nos prepararon a las dos; a ella con quimioterapias y radiaciones, estaba excelente. Todo el proceso fue muy bueno y gracias a Dios la médula pegó a los 17 días”.
Susana estuvo en todo momento con su hija. Se tuvo que instalar con ella en el hospital de San Borja para estar las 24 horas al pendiente de Camila. Fueron cinco años que duró la recuperación de la niña. Estuvieron yendo y viniendo, entre Chiclayo y Lima, para las consultas.
En enero del 2020, les dieron de alta y dos meses después, en marzo, se inició la pandemia del covid-19. Susana decidió llevarse a su hija al campo, con sus padres, por temor a que le diera el virus “y se venga abajo todo el proceso”. En Íllimo empezó a estudiar. Ya cuando le dieron el alta definitiva volvieron a Lambayeque, donde estudia la secundaria. “Ahora tiene 16 años y puede hacer su vida normal, como toda señorita. Ya no vivimos angustiados”. Ambas volvieron al INSN-SB para dar su testimonio de vida recuperadas gracias al trabajo médico.
Nahum Zevallos
Hace 10 años, en noviembre del 2013, Nahum Zevallos llegó al hospital samborjino derivado desde el nosocomio de Piura, donde le diagnosticaron soplo cardiaco en primer grado, luego de que presentase descompensaciones que sus padres asociaban a algún problema estomacal.
Luego de corroborar el diagnóstico del niño de 3 años en el INSN-SB, el médico les dijo que lo más recomendable era la operación para evitar futuras complicaciones.
Nahum pasó también a los anales de la historia del INSN de San Borja: sería el primer paciente de cardiología operado en la institución. Por ello, el día que lo recibieron no solo había un gran staff de médicos y asistentas sociales, sino también periodistas.
“Pienso que todo fue obra de Dios. Se nos abrieron las puertas, y todo el gasto lo cubrió el Estado [mediante el Seguro Integral de Salud, SIS] porque mi esposo y yo habíamos dejado de laborar y no teníamos ni seguro social”, recuerda Martha Ipanaqué, la mamá de Nahum, el único varón de sus tres hijos.
Todo el proceso de Nahum en el INSN-SN duró solo 15 días. Han pasado 10 años de la operación, y el niño de 12 años se reencontrará con el médico que le hizo el milagro: el doctor Alfredo Hernández, ya una institución en operaciones cardiacas en niños. Martha ha traído chifles para regalarle al médico.
Nunca habían vuelto a Lima desde entonces porque medio año después de la cirugía un cardiólogo en Piura lo chequeó y le dijo que todo estaba muy bien. Desde entonces, el niño ha hecho una vida normal: es muy responsable y dedicado a los estudios, y también practica deportes.
Ahora la mamá aprovechará el retorno a Lima para que le hagan un chequeo y vuelvan tranquilos a su vida en Piura, donde Nahum cursa el primero de secundaria.
Trato equitativo
La directora general del INSN-SB, Zulema Tomás, recalca que en estos 10 años de atención y servicio a la salud de niños, niñas y adolescentes (NNA) de todo el país, la institución, que pertenece al Ministerio de Salud, ha efectuado procedimientos en patologías que no se trataban en el Perú, como los trasplantes de hígado, riñón y córnea o los implantes cocleares, entre otros, “todo pagados por el SIS”. La institución ha realizado 44 implantes cocleares, cada uno con un costo aproximado de 100,000 soles, pero evita que los NNA se conviertan en sordomudos.
Subraya también que los casos provienen de los distritos más alejados del país, de los índices más elevados de pobreza y pobreza extrema. “Todos reciben aquí un trato equitativo porque el lema de nuestra institución, desde el 2015, es humanizar para sanar”, dice.
Tomás hace un llamado para que las familias respeten la donación de órganos porque si la INSN-SB ha salvado en cinco años a 46 niños con trasplantes de hígado, riñón y córnea, esta cifra puede elevarse, pues ahora solo se limita a los padres que ofrecen parte de sus órganos.
Explica que la institución cuenta con todas las especialidades y proyecta implementar una unidad de trasplante cardiaco infantil y darle vida a una red contra el cáncer infantil.
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(FIN)JVV/VDV/RES
Publicado: 23/6/2023