El fuego estuvo a punto de arrasarlo todo. El último domingo 13 por la noche, mientras los albergados del Hogar Arzobispal Nuestra Señora de la Salud, en Barrios Altos, terminaban de cenar, el caos se desató. Gritos en la calle, humo en el aire y el aviso urgente de un incendio en pleno cruce de los jirones Santa Rosa y Sotomayor. “Pedimos que toda la gente se prepare para salir”, recuerda Fernando Castañeda, director del albergue.
La rápida coordinación con el colegio Vigo permitió evacuar a las personas más vulnerables, muchas de ellas adultas mayores. “Es una bendición, algo increíble, cómo no fuimos arrasados por el fuego. Rezábamos mucho para que no ocurra nada acá. Es inexplicable”, dice, aún conmovido, a la agencia Andina.
Las llamas, sin embargo, estuvieron demasiado cerca. Desde el techo del hogar veían cómo el fuego avanzaba con furia hacia ellos, rompiendo incluso los ladrillos de un almacén colindante. “No había agua. Era brasa viva. Lo hemos tenido en la lengua, casi cerca”, relata.
Aunque lo peor ya pasó, el temor persiste. La construcción de los almacenes superiores —una pared empanzada y en mal estado— representa una amenaza latente. “Eso, con un sismo, se nos viene encima. Invocamos a las autoridades para que no ocurra una tragedia como en otros lados”.
Hoy, tras la retirada de los bomberos, los residentes del hogar sienten alivio, pero también preocupación. “Los policías están cuidando lo poco que queda seguro del almacén, pero cuando se vayan, nos dejarán con todo esto”.
La fe los sostuvo, la oración los acompañó. Y el incendio, milagrosamente, no los tocó.
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(FIN) JAM/LIT