Cahuachi es un gran centro ceremonial de adobe de la época prehispánica que impresiona al visitante. Una verdadera joya arqueológica. Hoy se ha iniciado una campaña para recolectar fondos con el objetivo de ponerlo en valor y continuar las investigaciones. Conozcamos los alcances de esta cruzada y la importancia del sitio arqueológico.
La mañana es soleada en Cahuachi. A esta hora, en la “zona A” del enorme centro ceremonial de adobe en la región Ica, casi no hay turistas. La mayoría de los visitantes llega por las tardes, después de sobrevolar las líneas de Nasca.
“Cahuachi es importante para comprender lo que tiene el Perú.
Es una de las joyas mundiales. Es el único centro ceremonial en adobe más grande del mundo”, dice el investigador italiano Giuseppe Orefici.
En más de 40 años dedicados a Cahuachi, el también director del proyecto Patronato del Centro de Estudios Arqueológicos Precolombinos (CEAP) y el Museo Antonini de Nasca ha puesto los nombres a muchos de los espacios de Cahuachi, corazón de la cultura Nasca, la creadora de las líneas de Nasca.
En 1982, el arquitecto y arqueólogo italiano inició el Proyecto Nasca, en esta zona de la región Ica, viendo “lo que podía hacer en Cahuachi, que ya conocía desde 1980”.
Adiós a la floresta
Orefeci llegó aquí, después de trabajar en el Cusco y en las selvas del Perú, Bolivia y Brasil. Recuerda que Cahuachi, por entonces, estaba cubierto por “grandes florestas de guarango”, pero por hacer carbón destruyeron el guarango y, desde entonces, “no se ha reproducido más esta flora”. El guarango estaba muy presente desde tiempos de los nascas: hay estacas e instrumentos elaborados de este madero.
“Cuando llegamos, me interesaba muchísimo empezar un trabajo en Cahuachi para que la agricultura no se apoderara de toda el área. Aquí estaban poniendo canaletas”, recuerda Orefici, de 77 años de edad. Considera que cumplió con su objetivo. “Hemos podido preservar Cahuachi”, dice.
El historiador Josué Lancho, que ha visto pasar por Nasca a decenas de arqueólogos de todos los países, nunca olvidará la primera imagen que tuvo, a inicios de los ochenta, a Orefici en Cahuachi: un hombre que atravesaba el desierto infinito cabalgando un caballo.
“A mi juicio, Giuseppe ha sido el único arqueólogo que ha trabajado en forma continua y ordenada sobre la civilización Nasca. Trabajar 40 años sobre un sitio, ya te convierte en una autoridad. Él ha comprendido mejor la parte arquitectónica. Al ser arquitecto y arqueólogo, ve las cosas de repente más prácticas en forma estructural. Me hubiera gustado, en paralelo, un trabajo más de antropología, porque el sociólogo, el antropólogo le da una interpretación al elemento muerto”, opina Lancho.
Tiempo de guarangos
“Seguramente, en tiempos de los nascas hubo aquí bosques increíbles de guarangos”, señala el horizonte desértico Orefeci. “Es importante comprender que antes el terreno era más húmedo y, por lo tanto, más fértil de lo que es hoy. Pero aquí también había más humedad porque había una red de acueductos, que eran la base de la irrigación de los nascas”.
En el museo Antonini, en la ciudad de Nasca, se puede apreciar especies de lúcuma, por ejemplo, que han desaparecido en los últimos 20 años. También otros vegetales que eran endémicos del área desaparecieron por completo y eran parte de las ofrendas que los arqueólogos encontraron en Cahuachi.
Excavaciones y más
Los primeros 20 años de labores del CEAP, de 1982 al 2002, se dedicaron en exclusiva a hacer excavaciones en Cahuachi, que se extiende a lo largo de 24 kilómetros cuadrados, donde se sabe que hay pirámides, templos y grandes recintos ceremoniales.
“Desde el 2003 hasta ahora, hemos trabajado excavaciones y puesta en valor, concentrando todo el trabajo en la zona A. Pero, a su vez, esta zona representa solo una mínima parte de todo lo que hay en Cahuachi, a ambos lados del río Nasca”, recuerda el arqueólogo.
La zona A
El complejo de la zona A es la más majestuosa de Cahuachi. Pero más arriba, en otra zona del centro arqueológico existe un templo con paredes de adobe que llegan al río. El tema es la accesibilidad.
“Tiene 46 metros, a diferencia de la Gran Pirámide [de la zona A], que tiene solo 21 metros de altura. Sin embargo, hay temas logísticos para poder trasladarse hasta esa otra parte”, explica Orefici. “Es una parte muy grande que habría que cubrir con guardianes, con un sistema de comunicación para poder administrar todo”.
En proyección
Las ultimas excavaciones que hizo el CEAP fueron en el 2016. Dos años después, hicieron excavaciones con una secuencia de muros, que se apoyan a lo que serán al “montículo 1”, donde desarrollarán los trabajos arqueológicos que se proyectan realizar de octubre de este año a setiembre del 2024, gracias a la campaña que ha iniciado el patronato del CEAP y del Museo Antonini para este fin.
Es una superficie grande donde se calcula que intervendrá un centenar de arqueólogos, con ayuda de estudiantes de esta especialidad de varias universidades del país. De acuerdo con Orefici, más del 95% de quienes trabajarán serán profesionales y estudiantes peruanos.
“Tenemos la ventaja de tener nuestro centro de estudios, donde se da alojamiento a quienes hacen labores de excavación y también realizan trabajo de gabinete, que realizan todas las actividades de conservación, restauración y estudio de materiales”.
Cambio climático
Al doctor Orefici le preocupa hoy la repercusión que está teniendo el cambio climático en este sitio arqueológico del desierto de Ica.
“En 1982 ya se daba el cambio climático. Recuerdo los cambios muy fuertes que produjo el Fenómeno El Niño 1982-1983 y creo que se repetirá en la actualidad. Estos muros son de cal, tierra, arena, ripio y otros materiales que con la lluvia se erosionan”, dice.
Orefici me recuerda la hipótesis sobre el fin de Cahuachi, muy relacionado con la llegada de dos aluviones y un terremoto espantoso que provocó un colapso en lo que eran las estructuras de este centro ceremonial. “Ojalá que no pase con este mega-El Niño, que se está produciendo entre Ecuador, Perú y el norte de Chile”.
Un gran aporte de Orefici ha sido cambiar el punto de vista de los nasqueños frente a Cahuachi. “Lo hemos intentado, pero tenemos que continuar. Es muy difícil, pero hay que seguir empujando para que los nasqueños tengan una visión más cercana de su propio patrimonio arqueológico”, dice.
Recuerda que preservar Cahuachi puede también ser una gran fuente de trabajo para los nasqueños, no solo para los del sector de turismo y hotelería, sino también para la gente del lugar, que puede desempeñarse como guardianes y también expertos en conservación, que el CEAP se encarga de preparar.
Sobre la campaña
La semana pasada se lanzó en Nasca, la
campaña “Salvemos Cahuachi”, para ayudar a conservar el patrimonio cultural que salvaguarda este centro ceremonial precolombino. El ingeniero Carlos Santa Cruz, miembro del Patronato del CEAP, explica que lo busca la misma es conseguir los fondos para la campaña de excavación del montículo 1 “para culminar la puesta en valor de lo que es la Gran Pirámide de Cahuachi”. “Para nosotros es muy importante la empresa privada y ya estamos tocando sus puertas”. Sin embargo, acotó que también se está buscando el apoyo del ciudadano, “porque tanto como el tema económico es importante la divulgación y concientización y el sentirnos orgullosos de nuestro patrimonio”.
Con respecto a las autoridades locales de Nasca y regionales de Ica, Santa Cruz recordó que ellos tienen el reto de apoyar en el desarrollo del centro de interpretación de Cahuachi y el asfaltado de la carretera Nasca-Cahuachi. Se inicia ahora un proceso de difusión de la campaña a través de la página web y las redes sociales del Museo Antonini de Nasca para recaudar fondos, de manera directa e indirecta. Este julio se lanzará la campaña también en Lima.
Dato
3 % de los 24 Km2 de Cahuachi han sido puestos en valor.
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(FIN) DOP/MAO