Andina

“Salimos 2 y regresamos 6”: Conoce a la familia que viajó por el mundo durante 22 años

El diario La Nación conversó con la pareja que conoció 102 países en un auto de casi un siglo y ¡tuvieron 4 hijos!

la familia Zapp, partieron hace 22 años y retornan con 4 hijos, 102 países y 5 continentes recorridos. Foto: INternet

la familia Zapp, partieron hace 22 años y retornan con 4 hijos, 102 países y 5 continentes recorridos. Foto: INternet

21:24 | Buenos Aires, mar. 14.

Aquella mañana, 23 de enero de 2000, cuando Herman Zapp y Candelaria Chovet, oriundos de Sierra de la Ventana, se subieron a su Graham-Paige modelo 1928 para iniciar su viaje a Alaska, los tildaron de locos, hippies y aventureros.

No era para menos: abandonaban la seguridad para cumplir su sueño. Y lo hacían, para sorpresa de muchos, antes de comenzar a armar su familia. Planearon estar en la ruta alrededor de seis meses: a bordo de un auto que está a punto de cumplir 100 años, que tiene ruedas originales y baúl de madera, pretendían recorrer 15 países. 


Fijaron como punto de partida el Obelisco porteño, en el corazón de Buenos Aires, donde unos pocos amigos y familiares fueron a despedirlos.
Zapp
“Es cierto, estábamos locos y lo agradezco porque es mucho más divertido que ser normal. No me alcanzaría la vida para relatar las vivencias que generó aquella decisión de viajar y construir, en ese interín, a la mejor familia del mundo. 

Soy un hombre rico que no puede pedirle más a la vida”, reflexiona Herman, de 51 años, nacido en Estados Unidos y criado en la localidad serrana del distrito de Tornquist, provincia de Buenos Aires.

Ayer, domingo 13 de marzo, 22 años después de la fecha programada y con cuatro hijos encima, Herman y Candelaria regresaron al Obelisco para poner cierre a su extraordinaria aventura. 

En total, recorrieron 102 países, en cinco continentes. Además, llevan publicados tres libros y cuentan con más de 2000 familias amigas repartidas por todo el planeta. Y, uno de los datos más curiosos, es que regresan en el mismo auto que partieron.


A horas de hacer su entrada triunfal en la ciudad, hablaron con La Nación.

Herman, ¿seguís pensando que fue una locura?


Sí, una locura que nos permitió cumplir un sueño y ser felices. Creo que lo que nos define como familia es la libertad que nos caracteriza: somos libres de reglas, de juicios, de preocupaciones… Sin dudas, el legado que les dejo a mis hijos es que todo es posible en esta vida.

¿Cómo pudieron sostenerse económicamente 22 años sin trabajo estable y viajando?


Zapp

Cuando el sueño es verdadero nada te detiene, ni siquiera la falta de dinero. Nos quedamos sin un peso durante la peor crisis del Ecuador e hice trabajar a Cande (ríe). Ella pintaba con acuarelas y yo fabricaba los marcos de los cuadros sin mucha idea. La gente nos compraba y eso nos dio empuje. Luego llevábamos artesanías, postales y libros, de un país a otro y vendíamos. Más tarde promocionamos nuestras propias postales con fotos familiares. Una postal representaba un litro de gasolina y todo el mundo colaboraba. Finalmente llegó nuestro primer libro, “Atrapa tus sueños”, que iniciamos en Costa Rica y fuimos invitados con honores a la feria del libro donde fue presentado. En definitiva, todo fue perfecto, todo se fue acomodando sin que jamás nos faltase nada.

Candelaria, ¿cómo se arreglaron con la escuela de los chicos?


Fue un desafío. No soy maestra y tuve que aprender muchísimo: durante el viaje fui docente, médica, enfermera, peluquera, diplomática… Argentina cuenta con un sistema de educación a distancia y así lo hicimos, rindiendo cada dos meses. Implicó armarse de mucha paciencia porque no es fácil cumplir a la vez los dos roles, mamá y maestra. Sin embargo, resultó maravilloso porque mucho de lo que aprendían lo veían en la realidad, como el agua en el mundo, la línea de tiempo, la historia de las pirámides, los museos, las distintas geografías... Los exámenes siempre llegaron a destino más allá de dónde nos encontráramos. Recuerdo que en Mozambique llevé las pruebas al correo, que era una casucha diminuta sin puerta ni ventana, solo con una mesa y un empleado. Pensé que nunca iban a llegar, pero me equivoqué.


¿Qué es lo que más aprendieron en estos años?


Sin dudas, mis hijos saben que si tienen un sueño pueden cumplirlo, que lo imposible es posible y que jamás hay que temerle a la gente.

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¿Y los embarazos?


(Ríe) Fueron ambulantes. Iba con la historia clínica al médico y ese informe lo llevaba al país siguiente. Fue una historia clínica en movimiento. Algunas consultas las he pagado con nuestros cuadros, cambiaba ecografías por cuadros y a los médicos les encantaba. Tenía miedo, sobre todo con Pampa, nuestro primer hijo, porque no existía el Whatsapp, ni tenía a mi mamá ni a mis amigas. Solo tenía a Herman, con quien compartíamos las 24 horas y realmente viví embarazos sin estrés porque me sentía feliz. Los dos primeros partos fueron en hospitales y los últimos dos con parteras en casas de familia, con gente que sentí cercana y confié en ella. Fueron nacimientos maravillosos, todos naturales. Siempre intentábamos llegar a una ciudad un mes antes del parto, luego de un chequeo general, aunque siempre se adelantaron. A la semana de parir seguíamos viaje.

Herman, ¿cuántas veces sufrió desperfectos el auto?


(Ríe) Muchísimas, porque es viejo y yo no sé nada de mecánica. Pero cada rotura se transformaba en una oportunidad de tener un nuevo amigo mecánico. Muchos de ellos repetían sin querer la misma frase: “Vos me tendrías que cobrar a mí por arreglarlo”. Insisto, conocimos las siete maravillas del mundo pero lo mejor fue la gente. Al auto lo llamamos Macondo Cambalache. Me enamoré de él apenas lo vi, tres meses antes de emprender la aventura. Cande me quería matar. Sin embargo, tenemos grandes anécdotas con él.


¿Cómo vivieron la pandemia?


Nos sorprendió en pleno Carnaval de Río y cambió los planes de llegar a Buenos Aires en 2020. De viajar libremente por todo el mundo pasamos a estar confinados en Brasil. Nos pusimos a escribir y nacieron otros tres libros más un auto que quedó totalmente nuevo, listo para otros 20 años de viaje.

¿Este es el fin de la travesía?


Dimos la vuelta al mundo y era nuestro sueño. Es hora de descansar, aunque cuando termina un sueño, seguramente empieza otro.

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La llegada de los hijos en el medio del camino


Pampa, que tiene 19 años, nació en Greensboro, Carolina del Norte, mientras que Tehue, de 16, llegó al mundo en Argentina, ya que su abuela estaba enferma y hubo que regresar al país. “De hecho, ella hizo un inmenso esfuerzo para llegar a conocerlo y, a una semana de haber nacido, falleció. Antes de cumplir los 15 días de vida ya estábamos camino a Ushuaia”, cuenta Candelaria.

Paloma, de 14, la “princesa” de la familia, nació en Canadá, en la Isla de Vancouver, a solo siete minutos de haber llegado a la casa de una partera. Finalmente, Wallaby se sumó a la familia en Australia.

Sin embargo, para Cande los nacimientos no fueron un problema. Sí, en cambio, sintió temor en algunas fronteras, durante las roturas del auto, cuando se quedaban sin dinero... También cuando sufrieron intentos de robo ó cuando atravesaron momentos peligrosos en el Amazonas. Y mucho más, asegura, cuando Herman se enfermó de malaria.

“Pero nada me provocó tanta incertidumbre como el primer día de viaje y el sentir que dejaba todo, mi zona de confort, mi casa, mi vida…”, evoca.


Las cifras de la travesía


Recorrieron 362.000 kilómetros
Visitaron 102 países
Recorrieron 5 continentes
Su auto necesitó 8 juegos de neumáticos
2 veces tuvieron que “hacer el motor” de su auto
Fueron recibidos en 2000 hogares
Vendieron más de 100.000 copias de su libro “Atrapa tu Sueño”
Abordaron 15 barcos para cruzar mares y océanos, además de cientos de ferris.

Infórmese de todo el acontecer mundial en nuestra sección de Internacionales.


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(FIN) LA NACIÓN/LIQ

Publicado: 14/3/2022