A pesar de vivir en la misma localidad de Manantay, Esther Tutusima, de 76 años, y Estela Upiachigua, de 85 años, nunca se cruzaron hasta que coincidieron en un club de baile enfocado en los adultos mayores. Hace diez años vieron un cartel donde invitaban a las personas que superaban las seis décadas a participar de un grupo que transmitiría tradición y cultura, sin imaginar que formarían una gran amistad y amor por la música.
Todo empezó con un saludo, luego la conversación fluyó, como si se hubieran conocido desde la infancia. Después del primer ensayo, el grupo agarró confianza, en especial Esther y Estela, que desarrollaron una conexión innata y disfrutaban cada movimiento de los bailes típicos de los carnavales de Ucayali, como el chimaychi, la pandilla, el tanguiño, y el changanacuy. Ahora, las conocen como “Las hermanas de la danza”.
“Recuerdo que nos llevamos bien desde el inicio, tanto así que después de las clases compartíamos unos refrescos de camu camu o cocona, y compartíamos experiencias. La amistad creció, ya sabíamos los buenos y malos momentos de cada una. Encontramos en el baile la oportunidad de mejorar nuestro estado anímico”, relató Tutusima.
Por su parte, Upiachigua dijo entusiasmada que este pasatiempo le permitió disfrutar mejor sus días, “recuperar esa chispa” que tenía entre 1960 y 1970, cuando se inscribía en los números artísticos de su distrito por los carnavales.
“Gracias a la música pude tener bonitas experiencias. Es más, me permitió ganar una gran amistad. Somos fundadoras del club y seguimos con la misma energía. El tiempo no se detiene por nada, pero lo hacemos más hermoso si reímos y bailamos”, agregó.
Llenas de vitalidad
Esther tiene una mirada tierna, dulce y firme, que de la mano de su sonrisa transmite esperanza. Es una mujer que aprendió de las derrotas y victorias que se dan en la vida, que valora además las enseñanzas que dejan las malas experiencias y las pérdidas de los seres más queridos. Ella pasó por un terrible momento que prefiere no recordar, pues considera que va contra su esencia llena de alegría y paz.
“Pensé que no me repondría, porque a veces la soledad nos merodea y a esta edad necesitamos una mayor atención, pero me sumé al grupo y con el baile tuve una nueva motivación. Eso no fue todo, el municipio de Manantay nos empadronó y nos permitió ser parte de Pensión 65”, sostuvo.
En esa línea, Estela confesó que ya no se encuentra sola, pues su entrañable amiga y demás compañeros se preocupan por ella y están pendientes de su estado anímico. “Nos hemos llenado de vitalidad gracias a nuestro entorno. Somos felices por lo que hemos logrado y donde estamos. Con el baile, nuestras almas reciben una dosis de vitamina”, concluyó.
Maestro de la inspiración
Además de recibir una subvención económica por parte de Pensión 65, Estela y Esther se han posicionado como grandes exponentes de las danzas típicas en los encuentros de saberes productivos, una intervención que busca revalorar a los adultos mayores. En ese camino, don Hildebran Torres, de 66 años, se ha convertido en su maestro, no solo para marcar los pasos de baile, sino también a la hora de buscar una inspiración para demostrar todo su talento. “Las conocí hace ocho años y han demostrado que nadie tiene límites”, manifestó con convicción.
(FIN) NDP/LZD