Su compañero Boris, nacido en Piura, compartió los mismos sentimientos. “Había más gente de lo normal, también estaba la presidenta a nuestro lado. Al inicio me sentí nervioso, pero al pasar los minutos me despejé un poquito”.
A Landy Arrunátegui le llena de orgullo y satisfacción ver a su hijo bailar con tanta pasión en un escenario que pocos pueden alcanzar. Después de todo, él fue testigo de las largas horas de práctica que esta joven pareja le dedicó a esta presentación por Fiestas Patrias.
“Son momentos que uno no los espera, que vienen de momento y que la felicidad embarga. (...) Siento orgullo porque ama sus raíces y eso es lo que a uno lo fortalece para seguir en este largo camino de la danza”, anotó.
Desde los tres años
Aún no aprendían a leer y escribir cuando empezaron a practicar esta danza tradicional de la costa peruana, poco después de cumplir los tres años de edad. Aunque la marinera para ellos nació como un pasatiempo de verano, ahora lo bailan profesionalmente.
Boris solo necesitó 6 meses de entrenamiento para ganar su primer concurso de manera individual, en Piura; desde entonces, ha participado en más de 15 competencias, logrando alcanzar el podio en varias de ellas. Recientemente, se convirtió en campeón en el Interacademias del Sur Arequipa 2023, en la categoría Infante.
Por otro lado Antonella, a pesar que recién empezó su carrera como competidora después de la pandemia por el covid-19, logró ser elegida como reina de la marinera en el VIII Concurso Selectivo del Callao, en el 2022; y ocupó el primer puesto en el IV Selectivo de Mala 2023, en la categoría Infante.
“Empezó como un juego y ya no hemos parado hasta ahora. Ella quería seguir y nosotros nos empezamos a involucrar cada vez más en este campo más profesional de la marinera”, cuenta Hugo Sánchez Ferrer sobre su hija “Anto”, quien a pesar de haber nacido en la capital, lleva por dentro la sangre y el orgullo de una trujillana.
Pasión por la marinera
Con pasos ágiles, elegantes, libres, muy alegres y espontáneos, Boris baila alrededor de Antonella, la dama quien, descalza y bajo el ardiente sol, le coquetea con picardía, astucia e inteligencia, sacudiendo siempre su pañuelo blanco, movimientos propios de la marinera norteña.
Aunque comparten un sueño en común, ganar el Mundial de Marinera 2024, señalan que practicar esta emblemática danza es más que una competencia. “Quedar en podio o en primer lugar es un logro, pero lo que más importa es poder bailar bien”, resalta Boris.
Gracias al apoyo de sus padres, pueden alternar esta pasión con sus estudios. “Muchas veces saliendo del colegio ha tenido que hacer tareas en el carro mientras va a la academia de baile. Nosotros siempre estamos preguntándole si es que quiere seguir, si está contenta haciendo esto. En el momento en que ella diga que ya no quiere concursar, ahí se para, pero ya ven, a ella le encanta bailar”, agregó Hugo.