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Orgullo de Perú: el perro sin pelo peruano es patrimonio vivo de la Nación

El perro sin pelo peruano es patrimonio vivo de la Nación. INTERNET/Medios

El perro sin pelo peruano es patrimonio vivo de la Nación. INTERNET/Medios

08:10 | Lima, jul. 3.

Por José Vadillo

Las investigaciones confirman que el perro sin pelo peruano es también parte de nuestra historia y estuvo presente en los Andes desde hace más de 7,000 años acompañando a los primeros pobladores y consolidó su presencia en culturas como la Moche.

¿Tiene pedigrí nuestro calato por antonomasia, el perro sin pelo made in Perú? Será escaso de cabellera, pero tiene su caché desde que el 12 de junio de 1985, en Thuin, Bélgica, la Federación Cinológica Internacional (FCI) reconocía a este animal de compañía y porte vigoroso, presente en los huacos precolombinos y en las tumbas del Señor de Sipán, como raza oriunda de nuestro país.


El reconocimiento del viringo, como lo llaman en el norte del país a este animalito con poco pelo en cabeza, patas y punta de la cola, se lo debemos al Kennel Club Peruano y al ingeniero y canofilio Ermanno Maniero, que dieron forma al abultado expediente técnico que permitió darle la irrefutable partida de nacimiento chola al galgo que no necesita de peinetas.

El biólogo Víctor Vásquez ha analizado los restos de perros domésticos y en un libro publicado en el 2016, junto con Teresa Rosales y Gabriel Dorado, afirma que los canes tienen una presencia en los Andes peruanos de entre 8,000 y 7,000 años.

En un artículo científico, Julia Zevallos Ortiz recuerda que hay otras razas de perros peruanos sobre los cuales ya llamaba la atención el padre de la arqueología peruana, Julio C. Tello, en un artículo de 1931. Porque además de los canes sin pelo, tenemos al pastor chibaya o ‘pastor moqueguano’, al moche ‘blanco sobre rojo’, al moche ‘negro con blanco’, al caramelo de paracas. Pero ese es tema de otro artículo.

Volvamos. Hay presencia del canis peruvianus familiaris o perro sin pelo, desde hace 2,800 años, en la cultura Chavín en adelante: Moche, Chimú, Chancay e Inca. Los pobres canes eran sacrificados sin ladrar para que acompañen a sus amos en su siguiente existencia. Es decir, hasta la llegada de los españoles. Seguramente, un perro sin pelo le ladró a Pancho Pizarro y orinó en la pata de su caballo cuando el barbudo llegó a Cajamarca a cambiar la historia.


En los pueblos originarios a este animalito se le tenía en el seno del hogar y también para tratar algunas enfermedades como el reumatismo debido a que su cuerpo es tres grados más caliente que el del hombre; y también se sabía que su lamedura ayudaba a cicatrizar las heridas; que su saliva podía contribuir a curar el asma. O que al colocarlo en la espalda aliviaba la neumonía. De esos beneficios ya había dado cuenta el doctor Hermilio Valdizán en su libro La medicina popular en el Perú.

Y de eso daban cuenta tempranamente los cronistas españoles como José de Acosta, quien en el siglo XVI (1590) daba ya características del cuatro patas más querido en nuestras tierras. “Verdaderos perros no los habían en las indias, sino unos semejantes a perrillos que los indios llaman alccos. Y por su semejanza con los que han llegado de España también a estos llaman ahora alccos”. 

Los desconfiados españoles ni bien llegaron ordenaron matar y perseguir a estos pobres animales, que sobrevivieron cruzándose con perros con pelos.

Este siglo ha sido el del reconocimiento del perro peruano sin pelo, al que se le denominaba despectivamente ‘perro chino’ o ‘perro extraterrestre’. 

En el 2010, un grupo de arqueólogos y zootecnistas de la Universidad San Antonio Abad del Cusco daba los resultados de cuatro años de trabajo y el estudio de 45 crónicas y 80 especímenes descubiertos en distintas huacas, para dar a conocer las características óseas de este perro de raza autóctona peruana, que los peculiarizaba y diferenciaba de las razas actuales.


Se conoce hoy más características morfológicas del cane peruviano: hay de tres tamaños, los pequeños (de 25 a 40 cm de estatura), los medianos (de 40 a 50 cm) y los grandes (de hasta 65 cm).

Los viringos son nobles, obedientes y pueden llegar a correr hasta 60 kilómetros por hora y saltar hasta dos metros de altura. Si bien a algunos se les caracteriza por el negro retinto, la pigmentación de su piel varía de acuerdo con la exposición al sol, pues hay otros viringos que son rubios o rosados. (Con información del Centro de Documentación de El Peruano).

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Publicado: 3/7/2023