Volver después de 18 años al lugar donde se estuvo hospitalizado varios meses por una fractura de cráneo, puede despertar sentimientos encontrados. Por un lado, angustia al recordar días difíciles por lo que significó no encontrar una atención especializada para ser operado; por otro lado, nostalgia de una época complicada, pero también de grandes lecciones aprendidas, como que la vida siempre nos da segundas oportunidades y la esperanza es lo último que se pierde.
Era el año 2000 cuando Enzo Román Meza, a sus seis años llegó, por primera vez, acompañado de su padre al Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas (INCN) buscando una intervención neuroquirúrgica. Ahora, a sus 28 años, regresó para recorrer sus pasadizos y ambientes y lo hizo acompañado del médico neurocirujano que tuvo a cargo aquella operación.
Enzo y el médico neurocirujano Jorge Medina Rubio
Si bien era pequeño y su situación delicada, Enzo siempre estuvo consciente de todo lo que pasaba a su alrededor y recuerda con claridad la mayoría de los pasajes de aquellos años.
“El vivir en la ciudad de Huancayo me hacía difícil poder volver a visitar el hospital donde me salvaron la vida. Hoy en día, por motivos laborales, volví a la ciudad de Lima y una de las primeras cosas que quise hacer es volver al hospital, recordar momentos, llenarme de esas fuerzas que sacamos en su momento y seguir motivando mi vida para continuar en este intento de alcanzar cada meta trazada y ayudar a las personas”, sostiene.
Para recordar uno de esos momentos, lo primero que hizo Enzo al volver al INCN fue dirigirse a la Sala Inmaculada, donde pasó parte de sus días de internamiento, y aunque no pudo ingresar por las restricciones que se mantienen a causa de la pandemia, sí logró estar ante el altar de la virgen que se ubica al ingreso y a la que rezó muchas veces de niño.
Con la virgen a la que siempre rezaban sus padres
Otro lugar que quiso visitar la capilla, donde se encuentra el Cristo Pobre. Estar ante el altar del patrono del INCN le trajo más recuerdos. “Mi padre, al enterarse que necesitaría de una operación delicada, se puso a llorar frente a mí. Después de la operación, los domingos íbamos a misa y orábamos ante el Cristo Pobre. Todos en el hospital hablaban de él, le pedía que pueda estar bien para poder volver al lado de mi familia”, cuenta Enzo.
Accidente que cambió su vida
En mayo del año 2000, Enzo se cayó de una altura de casi 2.5 metros sobre el filo de una vereda. Estaba en la escuela en Huancayo, cuando sucedió el accidente que le dejó parte del cráneo roto, pero que también marcó su vida, siendo el comienzo de una serie de pericias que enfrentó valientemente con su familia, considerando que era apenas un niño de 6 años.
La lesión resultó grave, necesitaba una operación especializada urgente y en Huancayo en ese entonces no había neurocirujanos, tampoco equipo tomográfico para exámenes especializados. A esto se sumaba la falta de recursos económicos de su familia que hizo que cayeran en desesperación.
Ante la situación, no había otra decisión que traerlo a Lima. Fue referido del Hospital Daniel Alcides Carrión a los seis días del accidente. Enzo tiene bien marcados los recuerdos de esos días. Viajó únicamente con su padre; su madre les dio el alcance luego por falta de dinero. Pisaban Lima por primera vez, sin conocer a nadie, con mucha incertidumbre y miedo. Sin embargo, si algo los animaba era la gran determinación que tenían por encontrar la tan ansiada atención especializada.
Sus días en el INCN
Enzo recuerda que llegó al Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas (INCN) con su padre y una maleta, la misma que le sirvió para descansar herido mientras hacía la cola para ser atendido, escena que precisamente llamó la atención del médico neurocirujano Jorge Medina Rubio, quien conmovido por la situación del niño y al escuchar la desesperación del padre, decidió ayudarlos.
El doctor Medina recuerda que Enzo llegó con el hueso hundido, hematoma, coágulo y absceso que exigía intervenir cuanto antes. Y así fue, a Enzo se le realizó una craneotomía amplia con evacuación de hematoma intraparenquimal.
La recuperación no fue fácil, llegó a UCI y hubo que colocarle un dren, aplicar muchos lavados y antibióticos y esperar la reacción de su organismo que afortunadamente respondió positivamente. “Cuidábamos que no aparezcan complicaciones mayores, como una meningitis o encefalitis, dada la situación en que llegó”, refiere el especialista.
La intervención quirúrgica y los cuidados recibidos posteriormente en sala permitieron que la evolución de Enzo fuera favorable al punto que se recuperó por completo, aunque eso tomó tres meses de hospitalización. Luego de su alta, Enzo recibió controles primero mensuales y luego anuales. “Parte de mi cráneo se ha reconstruido y hoy llevo una vida normal”, destaca.
“También está el hecho de que el cerebro tiene plasticidad, se va acomodando por sí solo y depende mucho del medio ambiente donde se desenvuelve el paciente y del estímulo que recibe”, indica el médico especialista.
De hecho, los padres de Enzo jugaron un rol determinante en la recuperación de su hijo. No solo hicieron todo lo posible para salvar a su hijo, también mantuvieron su fe inquebrantable y la esperanza de que su hijo volvería a estar bien. “Muy frecuentemente vi a los padres ante el altar de Cristo Pobre, siempre rogando”, evoca el doctor Medina.
Enzo visitó el hospital con su enamorada
Agradecimiento
En el corazón de Enzo solo hay agradecimiento con el INCN. Durante los tres meses que estuvo hospitalizado hizo familia –como él dice– con el personal médico, enfermeras y técnicos que tuvieron a cargo su cuidado. “Las noches que no podía dormir, la madrecita y/o las enfermeras me sacaban con silla de ruedas porque no podía caminar y me paseaban por el hospital hasta quedarme dormido”.
De allí una especial gratitud al doctor que lo operó: “Pienso que el Dr. Jorge Medina fue la persona que me regaló una segunda oportunidad en esta vida. Amablemente me atendió cuando hacíamos cola con mi padre para que puedan atendernos y nos ayudó con los trámites para que me pueda operar. Cada vez que puedo intento agradecerle por todo lo que hizo por mí y mi familia”.
Según el galeno, Enzo se encuentra bien, el accidente no afectó en nada su capacidad intelectual. “Por el contrario, al parecer la operación potenció sus habilidades”, bromea el doctor Medina tras comentar orgulloso que su paciente es hoy un ingeniero metalúrgico, ganador de becas y proyectos en su carrera.
Actualmente, Enzo estudia una maestría y tiene planes a largo plazo de liderar su propia empresa. “Pienso que para todas las personas que están en un hospital es importante llevarles consuelo, esperanza y recursos por el momento difícil que atraviesan. Detrás de cada familia hay una historia. Creo mucho en Dios y en la ciencia que me salvó y pienso que me regaló una segunda oportunidad después del accidente”, agradece Enzo al recordar su historia de vida.
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(FIN) NDP/RRC