Un estudio realizado por la especialista del Instituto Geofísico del Perú (IGP), Sigrid Álvarez Ríos, propone evaluar nuevas estrategias que enseñen a los agricultores las nuevas alternativas que tienen para evitar incendios forestales a consecuencia de la práctica tradicional del "rose" en los campos de cultivo de Cusco.
Así lo informó el IGP que subrayó que los
incendios forestales son fenómenos de una amplia recurrencia en el Perú entre julio y noviembre de cada año. Miles de hectáreas de cultivos, bosques y pastizales son consumidos por el fuego en un periodo donde las condiciones ambientales, vegetativas e hidrológicas son más propicias para su desarrollo, y donde la acción de la población juega un papel importante en la gestión de estas emergencias.
Precisa que la
investigación de Álvarez Ríos, como parte de una tesis sustentada con éxito en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, analiza las prácticas y acciones de dos comunidades cusqueñas frente a la ocurrencia de incendios forestales, además de la respuesta y noción social que, como conjunto, han desarrollado frente a estos eventos.
Sigrid Álvarez refiere que, tras haber entrevistado a pobladores de la comunidad campesina de Chanka, (provincia de Paruro) y del centro poblado Arín-Huarán, (provincia de Calca), se identificó que el uso del fuego es una práctica vigente que se emplea para la limpieza agrícola y ampliación de zonas de cultivo dado su fácil uso y rápido beneficio, a diferencia de otras técnicas, como por ejemplo el compostaje, que requieren mayor tiempo y recursos adicionales, además de orientación y capacitación que, a la fecha, no reciben.
“El uso del fuego mantiene, hoy por hoy, continuidad en las labores agrícolas. Esta práctica, en muchos casos, debido a descuidos o a la incapacidad de controlar el fuego, da lugar a
incendios forestales. La investigación nos revela y confirma que la población conoce otros métodos alternativos que evitarían hacer uso del fuego; no obstante, no tienen el acompañamiento adecuado que los instruya y dé soporte para lograr este cambio de práctica. Además, el fuego representa para la población una herramienta accesible para la limpieza agrícola, por lo que hace falta evaluar cada contexto y, si es posible, otorgar las capacidades necesarias para un uso adecuado del fuego”, refiere Álvarez.
Instrucción educativa y no punitiva
El IGP refiere que entre julio y noviembre de 2020, de acuerdo con datos de la Dirección de Ordenamiento Territorial Ambiental del Ministerio del Ambiente (Minam),
se registraron 1,095 incendios forestales en Cusco, la cifra más elevada en los últimos 20 años. Álvarez refiere que su investigación, realizada en campo durante la temporada de incendios de 2021, ha permitido identificar la presencia de esfuerzos desde el gobierno regional y otras instituciones para atender esta problemática latente y creciente, con el fin de capacitar a la población respecto a los alcances e impactos de un incendio forestal.
“La población recibe capacitaciones por parte de autoridades, especialistas y, en otros casos, la policía nacional, quienes durante asambleas realizadas de manera esporádica transmiten alcances concernientes a los delitos penales y administrativos en los que incurriría una persona en caso de generar un incendio forestal. Ahora bien, hemos identificado, por los testimonios recogidos, que la población necesita conocer no solamente las implicancias legales de propiciar un incendio, sino cuáles son las alternativas que se proponen como buenas prácticas agrícolas en lugar de seguir empleando el fuego”, describe.
Piden capacitación
El IGP indica que este deseo de recibir un mensaje más educativo que punitivo se ve reflejado en la siguiente cita recogida de uno de los pobladores entrevistados por Álvarez durante su investigación y citada en su tesis. “Tendrían que capacitarnos, cómo trabajar la agricultura ¿no? Y entonces ya no, de mayormente de la agricultura cuando de la chacra escapa el fuego ¿no? Creo por la ¿? común nomás no puede escapar pe […] nos gustaría que vengan un, siquiera una capacitación de agricultura, cómo podemos hacer con esas chamizas y cómo trabajar”. (testimonio de poblador denominado con el código “CalcaTaqllapata_M27_8”).
En esa misma línea, Alejandra Martínez, investigadora científica del IGP y coasesora de la tesis de Álvarez, manifiesta que el trabajo realizado ha puesto de manifiesto carencias en la estrategia de prevención de incendios forestales en el país, lo que se suma a la ausencia de acciones educativas para fortalecer los conocimientos que la población requiere con fines de hacer un uso responsable del fuego.
“La evidencia nos muestra que debemos reenfocar la estrategia. Esta investigación efectuada por el IGP nos da claras señales de ello. Llevamos alrededor de diez años viendo que los esfuerzos, aunque buenos, no son suficientes. Los incendios forestales en los Andes, lejos de disminuir, han aumentado. Debemos emplear un mensaje que, en vez de amedrentar y prohibir, le dé a la población las herramientas y posibilidades reales que les ayuden a gestionar el uso del fuego. La normativa ha invisibilizado la dimensión humana de los incendios forestales, por lo que el mensaje de ‘no quemen’ no es la solución más adecuada”, comenta Martínez.
En ese camino, aparece la pregunta de quién debe ejercer el liderazgo y cuáles son los esfuerzos que se vienen realizando para lograr una gestión eficaz del problema. Martínez precisa que los incendios forestales son una temática transversal que involucra dimensiones ambientales, agrícolas, de gestión del riesgo de desastres y, desde luego, humanas, en la cual participan institutos de investigación, ministerios, gobiernos locales y regionales, organizaciones no gubernamentales y la población.
“A nivel del Estado se vienen dando pasos alentadores. Hoy, a diferencia de años atrás, existe una coordinación sectorial. Por ejemplo, en la mesa del Minam se sostienen reuniones donde participan el IGP, el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) y el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp). El siguiente paso es lograr una integración intersectorial que nos permita establecer un liderazgo más claro en el tema en beneficio de las poblaciones y ecosistemas vulnerables a los incendios forestales”, agrega Martínez.
Incendios forestales, variabilidad y cambio climático
La ocurrencia de incendios forestales está asociada a factores naturales y factores antrópicos, es decir, donde tiene responsabilidad directa el hombre. Al respecto, según el Minam, más del 90 % de los incendios forestales tienen su origen en la acción humana favorecidos por condiciones meteorológicas y vegetativas que propician su propagación.
Ricardo Zubieta, investigador científico del IGP y coasesor también de la tesis de Álvarez, refiere que la investigación de los impactos de la sequía sobre la vegetación y el monitoreo adecuado de parámetros climáticos contribuirán a prever el incremento severo de la ocurrencia de incendios. Sobre ello, destaca la labor que desde el IGP se realiza en el monitoreo de la cantidad acumulada de “días secos”, lo cual repercute en el contenido de humedad del suelo y de la vegetación que se desarrolla sobre él y que se convierte, finalmente, en combustible forestal.
“La cantidad acumulada de días secos en 2022 es muy similar a la presentada durante los periodos de sequía de 2005, 2010 o 2016. Puntualmente, la temporada de incendios forestales de 2022 aún no ha finalizado, dado que el periodo de lluvias 2022-2023 viene experimentando un retraso en varias regiones de la sierra; en consecuencia, el combustible forestal, es decir, la vegetación, se mantiene aún en gran proporción seca y muy expuesta a prácticas de quema. Este panorama tiene concordancia con lo advertido en su último comunicado por la comisión Enfen (Estudio Nacional del Fenómeno El Niño), de la cual también forma parte el IGP, donde se manifiesta que se esperan lluvias por debajo de lo normal en la región norte y centro occidental, además de la sierra sur oriental, entre noviembre de 2022 y enero de 2023”, detalla Zubieta.
Ahora bien, el gran número de incendios forestales que se vienen registrando en el país durante los últimos 20 años ha provocado que gran parte de la población asocie este fenómeno con una problemática vigente que es muy popular: el cambio climático. Zubieta afirma que no se puede establecer un vínculo directo, ya que los impactos del cambio climático en fenómenos naturales se observan en largos periodos de tiempo, como por ejemplo el retroceso glaciar en los últimos 100 años. En el Perú, lo que sí se ha observado en los últimos 20 años es el vínculo entre la sequía (reducción de lluvias en niveles por debajo de lo normal) y el incremento de la ocurrencia de incendios (más de 400 %).
“Investigaciones efectuadas por el IGP han documentado que los impactos de la variabilidad climática vienen manifestándose en cambios del inicio, duración y final del periodo de lluvias en los Andes. Ese es un primer punto. Un segundo aspecto para tener en cuenta es que los impactos de la variabilidad climática propia de nuestra región se manifiestan también mediante eventos climáticos extremos, tal es el caso de las sequías de 2005, 2010 y 2016, las cuales estuvieron asociadas a eventos de El Niño en el Pacífico central. En contexto, debemos entender que la propagación y el descontrol de incendios no solo están asociados a condiciones climáticas, sino también al rol social que ejerce la población como factor de ignición, lo cual debe ser tomado en cuenta en los planes locales de prevención de incendios forestales”, añade Zubieta.
El IGP subraya que todo lo expuesto nos muestra que, como país, se han logrado avances en la comprensión de los incendios forestales, lo que involucra el desarrollo de investigaciones científicas y estudios que han permitido caracterizar sus impactos y monitorear mejor sus parámetros. No obstante, los especialistas entrevistados en este reportaje coinciden, apoyados en los resultados de sus investigaciones, en que es necesario apostar por un enfoque que involucre un acercamiento más próximo hacia la población.
“En nuestro país gestionamos los incendios, mientras en otros países, como Chile y Argentina, se viene realizando la gestión del uso del fuego y del combustible forestal de la mano con la población, la cual, en gran porcentaje, es quien detona un incendio forestal. A ello debemos apuntar”, concluye Zubieta.
Más en Andina:
(FIN) NDP/MAO
Publicado: 29/11/2022