Urquiaga asegura que la fe lo ha acompañado desde la infancia, inculcada por su madre, pero reconoce que sus errores lo alejaron de su familia. "Yo no he sido un hombre malo. Pero mis pecados, mi mal actuar cuando era joven, me hizo alejarme. Y hoy vengo a Él, a humillarme, arrodillarme. [...] Hasta hoy pido por ellos [mis hijos]. Pido por su salud, por mi salud; para que sean grandes, para que sean exitosos".
Aquel deseo no ha sido lo único que ha reforzado su devoción. Recientemente, se encontraba con un amigo discapacitado viajando en su auto de Trujillo a Lima. “Y se nos bajó la llanta del auto. Era por la noche, totalmente desolado. Busqué la forma de dar una llamada a uno de esos corredores de bus. A la primera llamada, no contestaron. A la segunda, contestaron y les pedí ayuda. No te mentiré, vinieron en 20 minutos. Me aseguraron que si tardaban más, cualquier cosa podría haberme pasado”, afirma.

Un bebé vestido de morado
Doris Sánchez, de 38 años, y su esposo Manuel Hilario, de 42, cargan en brazos a su hijo de nueve meses. El niño fue operado al segundo día de nacido debido a una grave complicación. "Y prometimos traerlo...", dice quebrando su voz antes de entrar en un adolorido silencio.
El bebé es llevado en brazos hasta el santuario. Estará vestido con la túnica morada durante todo octubre como parte de la promesa hacia el Señor. “Por eso estamos acá con él. Y venimos a la misa a escuchar. Somos de Villa María del Triunfo, pero casi siempre venimos al hospital”, retoma Doris, convencida de que la devoción ahora forma parte de la vida de su hijo.
Doris carga, como todos los feligreses, una vela morada aún sin encender. Su cometido es encenderla, dejarla, y pedir por la salud de su pequeño, de sus familiares y de su hija que espera en casa.
Más que tradición
A lo largo de los pasillos del santuario se repiten escenas similares: fotos entregadas para ser bendecidas, ancianas en silla de ruedas que insisten en llegar, hijos que acompañan a padres enfermos. Cada historia se entrelaza con una tradición que, en octubre, moviliza a Lima entera.
Los Caballeros de las Nazarenas, encargados del orden en el templo desde hace más de 25 años, confirman esa vigencia. "Recibimos a enfermos, ciegos, personas con discapacidades. Todos buscan compasión, todos buscan un milagro", comenta uno de sus integrantes, que prefiere no revelar su nombre. El lema de los Caballeros es "Amor y Servir". Amar al Señor y servir a la Iglesia. También resalta que el verdadero testimonio de un milagro es vivir con fe, más que contarlo.
Para todos los feligreses, el calendario procesional del Cristo Moreno marca sus recorridos más esperados: el 4, 18, 19, 26 y 28 de octubre, además del 1 de noviembre, cuando regresa a su altar hasta el próximo año. Hay que prepararse porque cada salida convoca multitudes que reafirman una de las expresiones religiosas más grandes de América Latina.