10:37 | Lima, abr. 04 (ANDINA).
Por Susana MendozaEl destacado actor Hernán Romero conserva su espíritu rebelde y la fuerza de su versatilidad en escena. Confiesa que estuvo a punto de morir en el 2002 y reafirma su vocación con el cristianismo.
¿Valió la pena 50 años dedicados al teatro?
-Claro que sí, sin duda. No me equivoqué tomé la decisión adecuada, no hubiera servido para otra cosa.
Tomar una decisión a los 18 años para siempre, no es muy frecuente…
-En esa época mis ocupaciones las desarrollaba durante 14 horas diarias, entre la universidad y mis labores en el ministerio de Trabajo, pero en el teatro pensaba 10. Hice un examen de conciencia.
¿A quién le comunicó se decisión?
-A mi papá, y ya se imagina. Uno podía ser en esa época médico, abogado, ingeniero, cura o militar, si no se era nada. Mi papá creyó que era un juego mi decisión. Pero no lo fue. El trabajo de actor es un muy demandante, le exige a uno estar actualizado y en buena forma.
¿Qué es lo más demandante para un actor?
-El mantenerse vigente, lúcido, despierto, renovándose constantemente, realizando cosas nuevas, sorprendiendo a la gente con lo que uno hace.
¿Le cuesta hacerlo?
-Mientras más cosas buenas hayas hecho hacia atrás, mayor es el compromiso de estar distinto y mejor la siguiente vez.
¿Cómo cree usted que logró la vigencia?
-No lo sé. Yo me esfuerzo mucho por la excelencia. Me esfuerzo mucho por dar lo mejor de mi mismo, por hacer todo bien.
¿Tiene necesidad de demostrarle algo a alguien?
-No, lo hago porque creo que es deber de todo ser humano dar lo mejor de si mismo siempre.
¿Pero por qué cree que nos sigue sorprendiendo?
-Creo que porque cuando empiezo un trabajo, lo hago de cero. Borro todo lo anterior y empiezo de nuevo.
¿Eso quiere decir que es dócil para el trabajo?
-No, soy un actor dúctil… (Piensa)… pero también dócil con algunos directores, aunque algunas veces he tenido fricciones con algunos directores, pero por cosas del momento.
¿Y por qué se dieron esas fricciones?
-Por la necesidad de hacer bien las cosas.
Es raro escucharlo decir que es dúctil y dócil porque siempre proyecta la imagen de hombre duro…
-Eso es actuación… (risas) pero en el fondo Hernán Romero es un hombre sencillo, tranquilo, no es menso, no es un tonto, le gusta su privacidad, que lo respeten.
A pesar de actuar en la televisión su vida no está asociada a escándalos, ¿cómo lo logró?
-No he sido un desaforado, ni tampoco un ángel, nunca busqué que mi vida personal sirva para promocionarme, si no que la excelencia de mi trabajo sea lo que me de prestigio.
Estuvo enfermo, casi al borde de la muerte, ¿ocurrió un milagro?
En 2002 casi me muero. Se me perforó un divertículo en el colon, me dio septicemia. Pero estoy aquí rescatado por el señor…
¿Se ha convertido en cristiano o cree más en él?
-Siempre he sido creyente, pero ahora lo soy más que antes. Tengo un gran compromiso con el señor.
¿Cómo descubrió que tiene un compromiso que cumplir?
-El talento que yo tengo, no me pertenece, yo no hice nada por tenerlo, yo nací con él. Es un don, un regalo de Dios. Estudié y me perfeccioné. Si este regalo que me dio Dios no lo pongo a su servicio, para qué vivo.
¿Y antes, sentía un vacío?
-Sentía la necesidad de búsqueda, de encontrar un propósito mayor. Hasta que tuve esta enfermedad tan grave y me di cuenta que no podía hacer nada por mí. En ese momento recibí el mensaje de Dios.
¿Lo sintió?
-¡Por supuesto! Tengo una relación muy cercana con el señor y converso con él, y le pregunto por qué me llamaste ahora y no cuando tenía 20 años, es que te necesito así, maduro. No necesito un imberbe sino un hombre con experiencia.
¿Y desde entonces, cómo lo sirve a él?
-A parte de mi testimonio personal, con mi familia y gente cercana a mi, yo difundo la palabra de Dios. He aprendido el evangelio de San Marcos, y durante dos horas desarrollo un monólogo. Acabo de llegar de Cuba, en donde realicé 10 presentaciones.
¿La gente se aburre?
-La gente se engancha, y a los 10 minutos se puede escuchar el silencio hasta el final de la obra. Y no es por mí, no es una pieza teatral, es un evangelio, no tiene ninguna técnica dramática, es una sucesión de relatos, de hechos y sucesos, que me inspiran. El señor me da las fuerzas. Más de 25 mil personas ya lo han visto. Aquí en el Perú, Uruguay, Guatemala, Colombia, Cuba, España y Londres.
¿Qué reflexiones le ha suscitado esta experiencia?
-Todos los libros de autoayuda que uno pueda imaginar, los encuentra en la biblia, en los proverbios de Salomón o los Salmos. Todo está contenido allí.
El Hernán de 19 años, y el de hoy, casi con 70 años de existencia es otro…
-Uhmmm… pero mantengo mi dosis de ingenuidad. Lucho bastante por mantener esa capacidad de sorpresa que la gente pierde. Un creador, un artista debe mantener esa pequeña dosis de espíritu infantil.
¿Por qué dice que lucha para tenerlo?
-Porque el roce cotidiano con las circunstancias puede volvernos escépticos, o hacernos perder las esperanzas. Yo tengo mucha fe y muchas esperanzas.
Es un hombre optimista…
-No me hubiera dedicado a esto si no fuera optimista (risas)… alguien dijo alguna vez que el teatro en el Perú era un acto demencial, pero cuando yo empecé era un suicidio.
Interpreta papeles de bueno y malo, ¿con cuál se siente más cómodo?
-Los buenos, generalmente, son victimas, todo les pasa, sufren. En cambio el malo, tiene más riqueza, matices, más capacidad para emocionar.
¿El ser guapo ha sido una carga para usted?
-No. Yo disfrutaba mucho caricaturizándome, haciéndome cicatrices y barbas. Como yo tenía un estupendo profesor de maquillaje, Pablo Fernández, era toda una diversión cambiar. Una de las últimas interpretaciones que hice, fue en Las brujas de Salem, en donde hice toda una composición del personaje.
¿Hay un poco de narcisismo en su elección de ser actor?
-No. Lo que se necesita es valoración y reconocimiento. Uno es un comunicador. Uno, comunica sentimientos, mensajes. Uno entrega su alma, entrega lo mejor de sí siempre. Cuando eso no se quiere recibir porque hay prejuicio, eso duele.
¿Nunca quiso dirigir?
-Si dirigí, por ejemplo la telenovela “El hombre que debe morir”. Estudié en la escuela de cine de Armando Robles Godoy y también dirigí documentales.
¿A qué director recuerda porque le sacó el jugo?
-Mi primer director fue Ricardo Blume.
Pero quién lo hizo llorar…
-Lucho Peirano me sacó canas verdes. Él dirigió la obra de Mario Vargas Llosa, “Ojos bonitos, cuadros feos”…
¿Qué fue lo difícil?
-El personaje es un homosexual, y yo no tengo esas preferencias. Así que tener que mirar a un actor y que me gustara, me resultaba complicado, no lo entendía. Pero se logró. Otro papel que me costó interpretar fue el de pedófilo en la obra “La celebración” que dirigió Chela De Ferrari. La violación a los niños es un problema tan antiguo como la humanidad, y ninguno de los clásicos lo trata.
¿La televisión ha pervertido la actuación?
-No, El cine, teatro y televisión tienen su estilo. En mi caso no tengo preferencias, soy actor y en cualquiera de los medios me gusta actuar, me siento cómodo.
No todos los que actúan en la TV, son actores y pervierten el oficio…
-No creo eso. Hay gente que empieza en la TV y luego empieza a estudiar. No me parece mal.
¿En qué espacio la entrega es mayor?
-En los tres, hay un grado de entrega diferente. En el teatro, es presente, viva, real, temporal: en cambio en la TV y el cine, es diferente, existe la posibilidad de repetir y corregir.
¿Para ser actor hay que ser revolucionario?
-Si revolucionario es no ser conformista, si. Uno siempre está en búsqueda de algo mejor.
¿Y ser racional?
-No necesariamente.
¿Y calculador?
-Tampoco. Para ser actor hay que ser una persona muy sensible, pero no al punto que la necesidad anule el control. Uno cuando actúa se desdobla como en tres cosas: un ente físico que se mueve, otro que siente y el tercero que controla a los otros dos, como un titiritero.
¿El actor tiene que respetar al director de todas maneras?
-No, no, no se puede. Felizmente, hasta ahora no he sentido falta de respeto ni desprecio por ninguno de los directores.
¿Qué director le marcó la vida?
-Luis Álvarez, como ejemplo de actor y director. Un ejemplo de lucha, seriedad, respeto por lo que hace, de compromiso. Un maestro.
¿Se arrepiente de algo?
-Bueno… creo que no, porque hasta la metida de pata han sido necesarias para aprender. El señor me ha dado lo que yo merezco.
¿Y qué ha merecido hasta el momento?
-Gratitud, mucha gratitud. La gente cuando me reconoce en la calle, lo hace con simpatía y respeto. Eso es inapreciable. No me tratan como un payaso.
¿Su apellido materno, Berrío, de dónde es?
-Es colombiano, mi abuelo materno fue de Medellín y mi abuela, alemana.
¿Y usted físicamente se parece a su papá o mamá?
-A mi mamá.
(FIN) DOP
Video: Hernán Romero en escena. Fuente: YouTube
Publicado: 4/4/2011