Hoy, 55 años después, el espíritu rebelde del punk no ha desaparecido. Quizás se haya adaptado a las nuevas tendencias, pero se mantiene vivo, potente, enérgico y ello se puede observar en bandas como
Green Day la que, por tercera vez, tocó en la capital peruana.

Desde el inicio con los promisorios
Bad Nerves, la noche se perfilaba como una marea punk interminable. Los oriundos de
Essex (Reino Unido) no defraudaron. Fueron el preámbulo perfecto para la presentación de
Green Day. Ya, previamente, Armstrong los había calificado como
“la mejor banda de Inglaterra en este momento” y quizás tenga mucha razón.
“Bohemian Rapsody”, el himno de Queen; y “Blizkrieg Bop” de los pioneros Ramones, fueron la cortina musical perfecta para el ingreso de los americanos al escenario. El público ya estaba entonado, animado por un simpático conejo que los alentaba a cantar y moverse, a la sola espera de la banda. Y ocurrió.
“American Idiot” abrió el concierto. Brutal, conciso, un mensaje contra los medios de comunicación de su país que enajenan mentes y transforman a las personas en el título de la canción. Así irrumpió Green Day su tercera vez en Lima.
“Holiday” y “Know Your Enemy” continuaron el show y, como ya es una costumbre en Billy Joe Armstrong, invitó a una persona de entre el público para que cantara con él. La afortunada, una joven que no creía lo que estaba viviendo, se desgañitó en el escenario, presa de la emoción y la incredulidad de estar al lado de su ídolo.
“Boulevard of Broken Dreams”; “One Eyed Bastard”; “The Grouch” y “Longview”, siguieron en el repertorio. Armstrong siempre sincronizando con el público, haciéndole partícipe de la noche, del concierto, de la energía que emanaba del escenario, convirtiéndolo en su coro más selecto.
“Welcome to Paradise” fue otra explosión. La gente dio rienda suelta a su energía en un solemne pogo que nadie quiso perderse. Jóvenes, adultos, todos formando masas incontenibles que chocaban entre ellas al ritmo de la guitarra de Armstrong, el bajo de Mike Dirnt y la incansable batería de Tré Cool.
“Hitchin' a Ride”; “Missing You” y “Brain Stew” soltaron sus acordes. Como buena banda punk, los espacios entre cada canción eran mínimos, una lección aprendida por los punkies estadounidenses de míticos maestros como Ramones.
Por supuesto, no podía faltar el reconocimiento a otro grande del rock que, si bien es cierto se desempeñó en un género diferente, su legado es imperecedero y así lo hizo saber Green Day, cuando su vocalista tocó el intro de “Iron Man” y, juntando las palmas de sus manos, las elevó al cielo en un gesto de respeto al gran Ozzy Osbourne.
