Han pasado 22 años desde aquel 2003 inolvidable. Desde que en Arequipa, un equipo peruano se alzó contra los gigantes del continente y grabó su nombre en letras eternas al vencer a River Plate en la final de la Copa Sudamericana. Hoy, ese mismo escudo, ese mismo corazón rojo y cusqueño, vuelve a latir fuerte. Cienciano ha vuelto. Y no solo volvió: lo hizo a lo grande, en tierra ajena, con alma guerrera y la historia en la piel.
Y si la historia quería un protagonista, lo encontró. Christian Cueva, el talentoso, el irreverente, el genio que despierta pasiones, encendió su lámpara en el momento justo. Al filo del primer tiempo, pidió la pelota con convicción, bailó sobre la presión y ejecutó un penal magistral. Un repiqueteo elegante, el sello de los grandes, y el balón viajando suave al palo derecho del arquero Everson. Gol y silencio en el estadio. Gol y fiesta en el Cusco.
El pitazo final fue el inicio del carnaval. En los camerinos, Cueva desató la fiesta. Al ritmo de "El Cervecero", hizo cantar y bailar a sus compañeros: Beto Da Silva, Gaspar Gentile, Claudio Torrejón y compañía. El técnico Carlos Desio, emocionado, también se unió a la celebración saltando junto a todos, mientras por videollamada aparecía un emocionado Carlos Garcés, ausente por lesión, que no quiso quedarse fuera del momento.
El Cusco se paralizó
Y mientras tanto, a miles de kilómetros, en la Plaza de Armas del Cusco, una pantalla gigante reunía a familias enteras, a generaciones enteras. Camisetas, banderas, lágrimas y abrazos. Cada pase, cada tiro, cada atajada se vivía como si el césped brasileño estuviera sembrado bajo el Qurikancha. Cuando Cueva anotó, el Cusco celebro. Y cuando el árbitro pitó el final, el Cusco explotó.
Hoy, el equipo de la ciudad imperial vuelve a emocionar a un país entero. Los hinchas sueñan, recuerdan, se estremecen. Porque el fútbol tiene memoria, y Cienciano, con humildad y coraje, ha reescrito la suya. El eco del “Upa, upa, upapa... ¡Cienciano es el Papa!” retumba otra vez en los Andes, porque sí, el Papa ha vuelto. Y sueña con tocar la gloria nuevamente.