Para los visitantes madrugadores nunca hay pierde. Desde muy temprano, diligentes comerciantes despliegan una variada oferta gastronómica a la entrada del cementerio, promocionando viandas para todos los bolsillos. Hay combos de quinua, emoliente o cafecito más pan con relleno o tortilla. Para los más comelones, el menú tendrá una oferta más contundente. Nadie se quedará sin comer porque la subida del cerro siempre requiere esfuerzo.
Los conocidos mototaxis, que antes llevaban pasajeros hasta los nichos más lejanos, esta vez no ingresarán al camposanto. La municipalidad de Villa María del Triunfo anunció que el ingreso será exclusivo para peatones.
Pero esto no será impedimento para algunos visitantes, sobre todo los acostumbrados a no escatimar gastos en el reencuentro con sus difuntos: muchos llevan grupos de bailes folclóricos, danzantes de tijeras o bandas de músicos, con los que generan nuevos recuerdos, donde la nostalgia se macera con grandes dosis de cerveza.
Como todos los años, las familias llegarán con mochilas llenas de “regalitos” para sus difuntos y elementos para alegrar su última morada. No faltarán las ollas rebosantes de deliciosos potajes que unirán nuevamente a los huérfanos, a los viudos, a los padres que perdieron a sus hijos, juntos otra vez alrededor de un plato como lo hacían en vida.
Flores para la zona 95
Los visitantes recorrerán los cerros, casi infinitos, guiados únicamente por el waze del amor, moviéndose con premura entre 60 hectáreas que cobijan a miles de abuelos valientes que viajaron a Lima huyendo de la violencia política, a madres que sacaron adelante solas a sus hijos, a padres que fundaron con esfuerzo el negocio familiar que ahora sustenta su clan, a hermanas y hermanos que eran la alegría de la casa, a hijos que no lograron florecer.
El cementerio Nueva Esperanza tiene sus propias reglas y está dividido geográficamente por zonas de nombres peculiares: Huancaínos, Noventas, Noventa y cinco, Sindicato, Bebés, Nueva Esperanza, Margen Izquierdo, Margen Derecho, Santa Cruz, Ficus, Quinceañeras, entre otros.
El Día de Todos los Santos no faltará la música, la comida y las flores. La mayoría apostará por un atado de claveles amarillos, gladiolos blancos y algunas rosas solitarias, que se balancearán con el paso tembloroso de quienes buscan acortar el camino.
Cabe destacar que el acecho del dengue en Lima obligará a los visitantes a optar por flores remojadas solo en arena húmeda. Para los prácticos, quedarán las flores de plástico. En eso no habrá negociación.
Como es tradición, con el paso de las horas, el lugar se irá llenando de globos, de flores, de música, de vida. Algunos se animarán a darle un baño de color a las piedras que rodean las tumbas de sus seres queridos. El celeste y el rosa siempre son los de mayor demanda.
El día avanzará con el cementerio convertido en el mayor centro de convenciones al aire libre. Habrá momentos para la añoranza, los abrazos, el consuelo. No faltarán las lágrimas en cada metro cuadrado del cementerio, repleto de cruces blancas y lápidas convertidas en puertas imaginarias que nos separan de quienes más amamos; como pensaba aquel niño que rompió innumerables corazones al ser registrado mientras visitaba la tumba de su madre para enseñarle sus buenas calificaciones y pedirle que regrese para su cumpleaños.
Como todos los años, las familias acompañarán a sus muertos lo más que puedan. Les cantarán, les bailarán, convirtiendo el Día de Todos los Santos en una fecha donde el cariño vence a la parca y la vida vence a la muerte.
Este 1 de noviembre, el cementerio más grande de Latinoamérica, estará abierto desde las 8 a.m. hasta las 5 p.m.
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(FIN) KGR /RRC