Tener una vida sexual saludable, trabajar la autoestima, fortalecer las habilidades blandas y mejorar el autocuidado son algunas de las claves para reducir las probabilidades de contraer una infección por VIH.
Así lo resaltó Julio César Cruz, quien fue diagnosticado con VIH hace 36 años y ahora es director de la asociación PROSA, un programa de soporte a la autoayuda de personas que viven con el virus de inmunodeficiencia humana.
El activista señaló que, en el Perú, los adolescentes y jóvenes tienen una mala percepción del riesgo frente a las infecciones de transmisión sexual (ITS), entre ellas, el VIH/Sida, ya sea por el exceso de confianza en los nuevos avances terapéuticos o el desconocimiento sobre las medidas preventivas.
Uno de los principales factores que contribuye en la prevención del contagio por VIH es la autoestima, afirmó convencido.
La valoración positiva de uno mismo, sostuvo, no solo ayuda a amar y cuidar nuestro cuerpo, sino también permite proteger el de otros, ya que nos vuelve más conscientes del autocuidado durante el acto sexual, que es la forma de transmisión más frecuente del virus de inmunodeficiencia humana.
“La percepción de riesgo está ligado directamente al tema del autocuidado y la autoestima, básicamente, porque en la medida que tú tienes un nivel de autoestima trabajado, vas a incrementar tu percepción de riesgo, pero si no tienes una buena autoestima, definitivamente no te va a importar lo que te pase en adelante. Por eso hay que informarse y estar preparados emocionalmente para cuidar nuestras vidas y nuestros cuerpos”, comentó a la Agencia Andina.
Poblaciones de mayor riesgo
El experto refirió que otro elemento importante en la lucha contra el VIH/Sida es la educación preventiva promocional, descentralizada y dirigida sobre todo a poblaciones de mayor vulnerabilidad como mujeres trans, hombres que tienen sexo con hombres, trabajadores o trabajadoras del sexo, migrantes y refugiados.
Según Cruz, las mujeres trans tienen entre el 25 y el 30 % de prevalencia de casos de nuevas infecciones por VIH, los hombres que tienen sexo con hombre, entre 10 y 12 %, aproximadamente, y las trabajadoras sexuales están cerca del 0.2 %.
Sobre este último grupo, resaltó que el sexo por supervivencia, una alternativa laboral que afecta la salud y dignidad de los migrantes, ha provocado que las mujeres extranjeras tengan un nivel de exposición a riesgo al VIH mayor que una trabajadora sexual nacional o local, la cual está entrenada para cuidar su cuerpo, de ahí la importancia de crear campañas preventivas más focalizadas.
Estrategias y barreras del Estado
De acuerdo a la Dirección de Prevención y Control de VIH-SIDA, Enfermedades de Transmisión Sexual y Hepatitis (DPVIH) del Ministerio de Salud (Minsa), hay aproximadamente 110,000 personas que viven con VIH en el Perú. Sin embargo, para Cruz, existe un subregistro de casos y en realidad habría cerca de 140,000 peruanos.
“Los sistemas de reportes sanitario del Minsa no funcionan de manera adecuada, incluso el sector privado no trabaja, necesariamente, articulado con los sistemas del ministerio. Las clínicas ahora toman pruebas y detectan casos, incluso dan tratamiento antirretroviral, pero muchas veces esos casos no son reportados”, agregó.
A pesar de ello, destacó que el Perú es uno de los países de América Latina y el Caribe que tiene mayor eficacia e inversión en el tema de la prevención combinada de la prevención con VIH, la cual consiste en una serie de estrategias para reducir las posibilidades de que las personas se sigan infectando o adquieran la ITS.
Dichas estrategias, que se ponen en práctica en el país, son: la distribución absoluta de preservativos en los centros sanitarios, el trabajo con las mismas comunidades como agentes de cambio que trabajan directamente con el Ministerio de Salud como parte de la respuesta nacional, el trabajo en redes para la promoción y prevención, y el tratamiento antirretroviral gratuito a las personas afectadas.
Estas estrategias forman parte de la política mundial 95-95-95, una propuesta de la Asamblea de Naciones Unidas para frenar el Sida al 2030 y que tiene como objetivo que el 95% de las personas con VIH estén diagnosticadas, que el 95 % de ellas reciba un tratamiento, y que el 95 % de ellas cuente con carga viral indetectable y, por tanto, sea intransmisible.
“En el Perú se está cumpliendo (estas estrategias), sin embargo hay todavía algunas barreras de acceso, por ejemplo, la falta de disponibilidad de preservativos o insumos de cuidados, los equipos de atención en los centros de salud no son como deberían de ser, no tienen el recurso humano necesario y existen todavía algunos desabastecimientos de medicamentos, ocasionalmente”, añadió.
Una de las principales barreras para el acceso a tratamiento en los migrantes es el gasto de bolsillo de las citas y exámenes solicitados antes de iniciar los antirretrovirales (conocido como “pre TARGA”), lo cual puede llegar a costar hasta 450 soles. La atención en ese sentido es heterogénea y varía en los diferentes hospitales. También indicó que no pueden ser afiliados al SIS mientras no tengan la calidad migratoria de residente.
Principales causas de abandono del TARV
Cabe resaltar que, las personas que viven con VIH y reciben el tratamiento antirretroviral (TARV) no pueden transmitir el virus a otras personas, esto fue comprobado al 100 % desde el 2018, por la Organización Mundial de la Salud, en la Conferencia Mundial de VIH-SIDA, en Ámsterdam, en Holanda.
A pesar de estos resultados, en Perú, el nivel de abandono del TARV es muy alto por diversas razones, revelando desafíos tanto sociales como médicos que afectan la adherencia a esta crucial terapia. Entre los factores más destacados se encuentran:
1. Estigma y discriminación
El estigma asociado al VIH persiste como una barrera significativa para aquellos que viven con la infección. La discriminación percibida, junto con el miedo al rechazo, desincentiva a algunas personas a buscar tratamiento, generando resistencia para acudir a los hospitales.
2. Condiciones logísticas y atención médica
La calidad de atención y el trato recibido en los centros de salud pueden influir en la decisión de continuar o abandonar el tratamiento. Experiencias negativas, como el maltrato o la atención deficiente, sobre todo a poblaciones vulnerables como personas trans, hombres que tienen sexo con hombres o migrantes, contribuyen a la reticencia de los pacientes a buscar ayuda en instalaciones sanitarias.
3. Autoestima y autodiscriminación
La autoestigmatización entre las personas que viven con VIH puede surgir debido a la falta de apoyo emocional y psicológico. Esta autoestima disminuida y la autodiscriminación pueden desmotivar a los individuos a comprometerse con el tratamiento, afectando su bienestar general.
4. Falsa percepción de riesgo
La sensación de bienestar una vez que se inicia el tratamiento a veces lleva a una percepción errónea de riesgo reducido. Esto conduce a la interrupción ocasional del TARV, ya que los pacientes pueden creer que ya no necesitan el tratamiento continuo.
5. Efectos adversos
Los efectos secundarios del TARV, como erupciones cutáneas, diarrea, problemas dermatológicos y cambios en la composición corporal, pueden ser desafíos significativos. La aparición de estos efectos colaterales a menudo lleva a la interrupción del tratamiento, ya que algunos pacientes no pueden tolerar las consecuencias físicas asociadas.
Como parte del Día Mundial de la Lucha contra el Sida, que se conmemora cada 1 de diciembre, Julio César Cruz brindó un mensaje de amor propio para aquellas personas que viven día a día con esta enfermedad.
“No puedo amar a otro, si es que no me quiero yo mismo, hay que cuidarse primero, por mí y también para evitar que otras personas pasen lo que me pasó a mí. Tengo que quererme para poder amar a otra persona y cuidarla”.