Tiene el poder de conservar los recursos naturales. Desde hace cuatro lustros lo ha utilizado para proteger importantes áreas de reservas nacionales de biodiversidad en la Amazonía peruana. Algunas de ellas son las del Manu y Tambopata, que han recibido sus cuidados y consolidados en el Sernanp, entidad que él dirige.
Estaba trabajando con su familia en la producción de papayas y naranjas en Putucusi, el pueblo donde nació, en ceja de selva cusqueña, cuando un amigo lo invitó a viajar a la provincia El Manu, en Madre de Dios, para apoyar a los agricultores del lugar. José Carlos Nieto Navarrete era un muchachón de veintitantos años.
Para trasladarse al otro lado del valle, cuenta, se trasladaron en un ómnibus antiguo que recorrió el trayecto con cierta lentitud, la suficiente como para bajarse en un lugar en donde contemplaría la salida del sol más espectacular que hasta el día de hoy no ha vuelto a ver.
“Fue en la madrugada. Por primera vez en mi vida observé el llano amazónico y cómo salía el sol del fondo, acompañado de celajes anaranjados sobre el vasto verdor. Sentí una profunda conexión con El Manu y prometí cuidarlo, y como a él, a nuestra Amazonía. Esa promesa cambió mi vida”, confiesa.
El elegido
Algunos años después comenzó a andar el camino sin retorno de la conservación de áreas naturales. Lo hizo inicialmente en un proyecto llamado Pro Manu y luego en el
Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp), en donde empezó como voluntario del Parque Nacional Manu, el territorio con mayor biodiversidad del Perú y del mundo.
Se dice que la naturaleza elige a quien los va a cuidar, y en agradecimiento, ella le confía su flora y fauna, sus bosques y plantaciones. Es lo que le puede haber ocurrido a Nieto Navarrete, destacado ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco (UNSAC) y hoy jefe del Sernanp desde el 2022, porque desde hace 19 años su labor en esa entidad pública ha sido constante, perseverante y creativa, por respeto a esa reciprocidad.
Fue guardaparques, bombero forestal, gestor ambiental y directivo, y en cada una de esas funciones ha sido testigo de la riqueza inconmensurable de esas tierras húmedas y llenas de vida, como del conocimiento que tienen las familias que habitan en ellas para cuidarlas. Algunas, más de una centuria.
Los aliados
Con base en ello, y a lo que ha observado y aprendido, hoy tiene dos certezas que lo motivan para seguir dando lo mejor de sí: considerar como aliados en el recorrido de la preservación, al personal de guardaparques y a las mujeres y hombres de las comunidades, que por sus saberes y deseos de superación seguirán siendo leales a la naturaleza.
Solo no es suficiente, sobre todo ahora, cuando las mayores amenazas para la biodiversidad son los incendios forestales, que llegaron a nuestro país para quedarse, y las economías ilegales, afirma. Por eso su interés de sumar esfuerzos.
Para este cusqueño, hijo de un maestro y de una ama de casa dedicada a las tareas del hogar y del campo, los guardaparques son el personal de primera línea, cuya mística es la impronta de su labor, desplegada a lo largo y ancho de las 77 áreas naturales protegidas a cargo del Sernanp. “Los recursos que poseen deben servir para las generaciones futuras”, dice.
“La mejor forma de cuidar nuestra biodiversidad es que la población local perciba los beneficios de la conservación y entienda que puede generar progreso. Son cientos de familias que viven en las zonas de amortiguamiento. Queremos conservación, sí, pero con desarrollo sostenible. Eso significa aprovechar los recursos de hoy, pensando en las generaciones futuras. Este mecanismo también nos ayudará a enfrentar la minería y la economía ilegal”.
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