La Plaza de Armas de la ciudad del Cusco es escenario de una de las festividades más emblemáticas de su mes jubilar: la celebración de la solemnidad del Corpus Christi y su encuentro con quince imágenes de santos y de
advocaciones de la virgen María cuyas andas llegan en masivas procesiones desde diversos distritos hasta la basílica catedral.
Esta festividad, cuya celebración se realiza 60 días después de la
pascua de resurrección, es expresión del sincretismo religioso andino católico y referente de identidad cultural cusqueña, lo que valió ser declarada
Patrimonio Cultural de la Nación en agosto de 2004.
Orígenes de la festividad
Cuando los conquistadores españoles llegaron a la capital del imperio de los incas, hace más de 400 años, vieron con sorpresa que en una ceremonia solemne se sacaba en procesión a las momias de los soberanos como antesala al
Inti Raymi.
Como parte de la evangelización católica, las autoridades eclesiásticas de entonces decidieron reemplazar a esos referentes por imágenes religiosas de Cristo, de los santos y de advocaciones de la virgen María. Así surgió esta celebración convertida con el tiempo en una de las principales del calendario festivo cusqueño.
Cómo se celebra
La festividad del Corpus Christi empieza con la salida en procesión de quince imágenes veneradas, procedentes de diversas parroquias, que recorren las principales calles de la Ciudad Imperial hasta su ingreso en la basílica catedral.
La masiva concurrencia de devotos, que visten atuendos representativos de sus comunidades y bailan danzas tradicionales y ancestrales como el Cápac Colla, hace de estas procesiones una genuina manifestación de fe y raigambre cultural en la Capital Arqueológica de América.
Después de una celebración litúrgica especial se inicia el recorrido de las andas de San Antonio, San Cristóbal, San Jerónimo, San Sebastián, Santa Bárbara, Santa Ana, Patrón Santiago, San Blas, San Pedro, San José, Virgen de la Natividad de la Almudena, Virgen de los Remedios, Virgen de la Candelaria, Virgen de Belén y la Virgen de la Inmaculada Concepción.
Estas imágenes acompañan a la carroza de plata o templete que posta la “Custodia”, una pieza hecha de oro que alberga a una hostia de regular tamaño que simboliza el “cuerpo de Cristo” (Corpus Christi en latín) o el Santísimo Sacramento. El templete fue mandado a construir por el obispo Fray Bernardo de Serrada en 1733 y utilizó parte de un legado de Francisco de Goyzueta Maldonado.
La distancia que separa a cada parroquia de la Catedral no determina el orden de llegada, dado que los fieles que cargan las andas compiten por llegar primero. Tradicionalmente llega primero San Antonio, el más venerado junto a San Sebastián.
Tras llegar a la basílica catedral, el arzobispo del Cusco celebra una misa y tedeum en el atrio del templo mayor de la ciudad. Luego empieza la procesión del Corpus Christi, seguido de las quince imágenes más veneradas por la feligresía cusqueña.
Las andas de los santos y advocaciones de la virgen María son llevadas en hombros por integrantes de hermandades y por fieles que, en ciertos casos, caminan descalzos como expresión de fe y devoto sacrificio para agradecer alguna gracia o sanación concedida.
Luego del recorrido alrededor de la plaza de Armas, las quince imágenes retornan a sus templos de origen protagonizando una las procesiones más impresionantes por la enorme cantidad de fieles participantes, muchos de ellos ataviados con vestimenta típica que evidencia la profundidad identidad regional de los cusqueños.
Chiriuchu
Como en toda festividad regional, la gastronomía se manifiesta con potajes emblemáticos. En el caso del Corpus Christi, las cocineras cusqueñas se concentran en preparar el Chiriuchu.
Se trata de un contundente potaje elaborado con cuy, gallina, maíz tostado "cancha", queso, cecina, chorizo cusqueño, torreja, cochayuyo y rocoto. Todo un homenaje a la biodiversidad andina y a uno de los grandes legados culturales cusqueños.
(FIN) LZD/MAO