Hablando de esta congregación, Ñique dice que este centro del saber trabajó por muchas décadas bajo los tres principios del “agustinismo”. Sin embargo, la universidad tuvo una gran inspiración en el escolástico jesuita Francisco Suárez, el llamado “Doctor Eximius”.
En el segundo piso del Patio de Letras, del hoy llamado centro cultural de San Marcos, se ha reabierto la exposición permanente La universidad como ‘casa’ del saber. Religiosos y laicos. Nos recuerda que, durante el virreinato, las principales órdenes religiosas que aportaron intelectuales a esta casa de estudios: junto a los agustinos figuran los mercedarios, los dominicos y los jesuitas.
A partir del siglo XIX el pensamiento laico dominaría a San Marcos. Del virreinato, el más importante catedrático fue, sin dudas, Pedro de Peralta Barnuevo, el “doctor Océano”, el intelectual que abarcó todas las ramas del saber y fue rector de esta casa.
Sus pensadores fueron perseguidos por sus ideas. Aunque salvó de la horca, Pablo de Olavide fue el único sanmarquino condenado por la Inquisición en España. En Francia lo acogieron sus amigos Diderot y Voltaire, y volvería a España 17 años después amnistiado por el rey.
De los primeros años de la República, no olvidemos al jurista Manuel Lorenzo de Vidaurre, quien elaboraría el borrador del primer Código Penal del Perú y sería excomulgado por proponer el divorcio.
Ideas libertarias
San Marcos tiene una relación intensa con las ideas libertarias, para forjar un país grande, pacífico e independiente, dice Ñique. Aquí, por ejemplo, ya se conspiraba en tiempos de Túpac Amaru II, se leían los “libros prohibidos” (hasta entrado el siglo XX) poniéndole estampitas en la portada y el lomo del libro, para así sacarle la vuelta “a las fuerzas contrarias al imperio de la razón”.
Fue en sus aulas donde surgieron la Sociedad de Amantes del Perú, El Mercurio Peruano y fecundaría al personaje clave para la independencia americana, Juan Pablo Vizcardo y Guzmán.
Los dos libertadores, San Martín y Bolívar, visitaron la casona de San Marcos. Fue el militar venezolano quien al tomar tierra sanmarquina juró que era uno de los días más grandes de su vida.
A esta casona llegaba un niño Francisco Bolognesi para escuchar a su padre, el músico italiano Andrés Bolognesi, quien trabajaba en este recinto; y también lo frecuentaba Miguel Grau después de asistir al Club Nacional, antes de ser congresista.
En tiempos de la ocupación chilena, el rector Juan Antonio Ribeyro Estada no permitió los abusos de las tropas extranjeras sino, como dice Ñique, el daño a la institución hubiera sido mayor.
San Marcos tuvo históricamente tres locales, el de San Fernando, el de San Carlos y el de San Felipe, por eso un historiador hizo el símil con la santísima trinidad: un San Marcos eterno y verdadero, que es tres y uno a la vez.
El siglo XX es el de las grandes reformas universitarias. La reforma sanmarquina de 1919 estaría inspirada en la de Córdoba (Argentina) y la del Cusco. Se lograría la autonomía universitaria, tema que hoy ha vuelto a la esfera de lo público.
La segunda reforma sería en 1945, tras la caída del gobierno oligarca de Manuel Prado Ugarteche. Y la tercera, en 1960, lograría por ejemplo el pasaje universitario. A finales de esa década, la UNMSM incorporaría nuevas carreras como Química, Farmacia, Veterinaria.
El filósofo Raymundo Prado advierte que podemos caer “aplastados” por la complejidad y la más alta producción intelectual que anida en la UNMSM, una verdadera cuna de la sociedad del conocimiento.
Los maestros
Da una mirada sobre los maestros y visitantes del siglo XX. Porque San Marcos acogió a visitantes de gran vuelo intelectual y político. A la casona llegó, por ejemplo, Niceto Alcalá-Zamora, el presidente de la República Española, para dar una lección democrática: en su país se demoraron dos meses en ponerse de acuerdo en redactar el primer artículo de su constitución. En San Fernando, recitaría su poema Alturas de Machu Picchu el chileno Pablo Neruda.
Augusto Salazar Bondy enseñaría a sus alumnos a analizar con paciencia los problemas cotidianos del país. Dictarían cátedra pensadores de estatura, como el pionero de la lógica matemática Francisco Miró Quesada y el matemático, educador y amante de la cultura Walter Peñaloza. Y Santiago Antúnez de Mayolo no solo era un genial físico, sino que también se preocupaba por la divulgación científica. “No tendremos buenos científicos si no hay buenos divulgadores”, ponderaba en sus clases.
Prado sostiene que no se debe olvidar a maestros sanmarquinos como Víctor Li Carrillo, un filósofo reconocido en toda América Latina, quien dominaba el griego y tradujo a Heidegger. A Mariano Ibérico con su fina mirada de sentimiento cósmico. O al filósofo y políglota Fernando Tola Mendoza, una autoridad del sánscrito. Como recuerda el filósofo Raymundo Prado, San Marcos tiene una riqueza cultural aún por explotar. Lo de este texto es solo la punta de ese inmenso iceberg cultural. ¡San Marcos es el Perú!
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