La
afecta la moral de una población o un país y no denunciarla significa convertirse en su cómplice, advirtieron expertos del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi.
El médico psiquiatra de la Dirección de Salud Colectiva de dicha institución especializada, Luis Matos Retamozo, definió la corrupción como el aprovechamiento del poder para beneficio propio de una persona o un grupo de personas.
"Es un comportamiento que se produce por
imitación de las conductas de otros. Por lo general,
la persona corrupta es aquella que tiene rasgos sociopáticos de personalidad", comentó.
Dijo que el corrupto es una persona que no respeta ni toma en cuenta
los valores de una sociedad. Es decir, le da lo mismo robar y no le importa quedar mal con tal de beneficiarse.
“La impunidad favorece el florecimiento de la corrupción”, anotó.
Para el especialista, la corrupción puede conducir a uno de los problemas más graves que afectan la salud mental: la anomia, que implica considerar que da lo mismo actuar de manera honesta o no.
La anomia justifica la corrupción y la alienta de una manera cómplice por no denunciarla, afirma Matos, quien agrega que es un riesgo, pues, las personas pueden acostumbrarse a esas conductas inadecuadas y volverse indiferentes.
“Ese día estaremos perdiendo nuestros valores y dañando nuestra salud mental”.
Es allí, dijo, que los padres, maestros o tutores cumplen un rol importante en educarlos y fomentar buenos valores e indicarles que todo acto incorrecto lleva a una sanción o castigo.
“Es necesario inculcar desde la niñez buenos valores, enseñarles a diferenciar entre lo bueno y lo malo, y que cada ciudadano tome conciencia de sus actos y asuma la salud mental como un derecho fundamental en su vida”, puntualizó Matos Retamozo.
Por su parte, el psiquiatra Guillermo Ladd, de la misma institución, comentó que quien corrompe puede tener algunos rasgos de personalidad psicopática, a diferencia de que es corrompido.
No obstante, algunos -en un contexto de poder- pueden no tener empatía, ni sentir culpa cuando hay un error; y además emplean al otro para beneficio propio".
Ladd comentó que hay dos tipos de corrupción, la que se da a nivel del Estado y la que ocurre en el entorno cotidiano y "que muchas veces pasa desapercibido porque están muy interiorizadas".
Como ejemplo de esto último, citó cuando los padres de familia -ante una llamada telefónica que no desean responder- piden a sus hijos mentir aduciendo que no están. "Toda conducta dirigida hacia el egoísmo, la falta de solidaridad con el otro, dará lugar a conductas corruptas. Eso se ve en cosas mínimas: llamadas que son recibidas y se niegan; el maltrato que se hace hacia personas que trabajan en el hogar".
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(FIN) NDP/RRC