En el Perú existen jóvenes que, pese a experimentar carencias materiales, poseen una gran riqueza espiritual que los motiva a trascender y hacer realidad sus sueños a pesar de los obstáculos de la exclusión social.
Bryan Zuñiga Castañeda tiene 19 años, logró acceder a una de las 55 vacantes que ofrecía la Facultad de Medicina San Fernando de la Universidad Mayor de San Marcos (UNMSM), en diciembre del 2023.
Se presentaron más de 5,000 postulantes para seguir esa carrera tan preciada para quienes quieren dedicarse a esa profesión el resto de sus vidas, dictada nada menos que por la universidad nacional peruana más importante de América Latina.
Ingresó en el examen de admisión 2024-II y ocupó el orden de mérito 15. Él sabía que iba a rendir bien la prueba, pero no imaginó que iba a ocupar un puesto tan importante.
Bryan se siente comprometido a brindar sus conocimientos en favor de la salud de su comunidad y del Perú.
“Mi meta es ser un excelente médico comprometido con la salud y bienestar de mi comunidad y de mi país. Dedicarme a la práctica clínica y a la investigación con la finalidad de cerrar brechas y buscar una atención universal en salud que es muy necesaria en nuestro país”, aseveró.
Puede pensarse qué estudioso el chico. Pero la historia de Bryan es más que haber logrado buenas notas por chancón.
Comenzó cuando su mamá, la señora Doraliza Castañeda decidió mudarse de un asentamiento humano ubicado en Manchay, Pachacamac, para dejar de una vez la estrechez económica e intentar acomodarse a la tranquilidad, pese a todo, que le ofrecía el centro poblado Pauca Santa Rosa, distrito José Manuel Quiroz, provincia de San Marcos, región Cajamarca.
Bryan recuerda que, en sus primeros años de vida, su progenitora lo llevaba a su tierra natal de visita. Por eso, no le fue extraño regresar nuevamente al lugar cuando cumplió 7 años y quedarse a vivir allá. Su memoria ha recogido el choque que sintió los primeros días porque notó la diferencia de dejar la gran ciudad para quedarse en el centro poblado donde apenas viven un poco más de 100 personas.
“Pero me enamoré inmediatamente del lugar, me sentía libre, jugaba, gozaba la naturaleza, había paseos. Creo que eso fue muy bueno para mí. Recuerdo que en la primaria éramos cinco alumnos y en la secundaria, 12”, comenta a la agencia Andina.
La escuela
Destacó entre sus compañeros, cuenta, porque siempre fue preguntón, le gustaba participar en clase y mientras fue creciendo aprendió, sin saber cómo, a redactar muy bien las tareas.
Su fuerte no es la oratoria, todavía, pero es un gran conversador. Una cualidad que seguramente llamó la atención de sus maestros de la escuela multigrado Pauca Santa Rosa que lo vio crecer y florecer.
Así es que lo incentivaron a presentarse a Beca 18. Bryan siempre había sentido el deseo de estudiar en una universidad nacional. Su primera opción era San Marcos y la segunda, la nacional de Cajamarca. Su interés por la medicina se lo inculcó su madre que siempre lo estimuló.
En Lima, ella había trabajado en una farmacia, y cuando su pequeño Bryan la acompañaba, observaba que había personas grandes que usaban mandiles blancos mientras trabajaban. “Mami, yo quiero ser como ellos”, le decía. “Si tesoro, así serás”. Se lo dijo muchas veces. Hasta en su adolescencia, se lo recordaba. “Como tienes lentes, vas a ser médico”, le repetía.
La universidad
Al terminar la escuela él sabía que quería ser médico y estudiar en la UNMSM, se preparó, primero solo, luego ganó una beca en Aula 20, una academia en Lima donde se preparó a conciencia, monitoreando día a día sus progresos. Postuló a Beca 18, fue preseleccionado y, mientras esperaba los resultados, se presentó a San Marcos e ingresó.
"El límite se lo pone uno mismo", señala como adulto experimentado. Porque en este camino, Bryan no solo tuvo que enfrentar sus propios miedos, sino las dudas y desconfianzas de personas cercanas que, lejos de darle confianza, le señalaban lo difícil que sería para él, un joven provinciano del centro poblado de Pauca Santa Rosa, a 2,835 metros sobre el nivel del mar, competir con miles de postulantes y lograr una vacante.
Pero ingresó y será el primer médico de su centro poblado. No tiene más agradecimiento que a su mamá, quien siempre confió en él, dice. A finales de agosto empezará el segundo ciclo. Vive cerca de la Facultad de Medicina San Fernando, y ya fue bautizado con un robo.
“A los que ingresamos nos recibieron con una charla magistral y la imposición de la bata médica. La primera imagen que atravesó mi mente fueron las de mi madre preocupada siempre por mi alimentación. El esfuerzo valió la pena. Ese día sentí que ingresaba a un nuevo mundo", manifiesta.
Ahora, y a pesar de la soledad que siente por estar lejos de la tierra que lo adoptó, su sueño es estudiar en el extranjero para conocer qué desarrollan otros países en el ámbito clínico, regresar con nuevos conocimientos y ponerlos al servicio del Perú, el país que tanto ama, afirma.
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