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Biohuertos y crianza de cuyes y gallinas para mantener el hambre a raya

World Vision Perú impulsa iniciativa por la seguridad alimentaria de la población en condición vulnerable

Proyecto de biohuertos y crianza de animales menores impulsado por World Vision. Foto: ANDINA/Difusión

Proyecto de biohuertos y crianza de animales menores impulsado por World Vision. Foto: ANDINA/Difusión

16:51 | Lima, oct. 31.

Marisol abraza al pequeño Mayck mientras un grupo de gallinas revolotea en el corral que la familia habilitó en el patio de su casa con ayuda de la ONG World Vision, en la etapa más dura de la pandemia de covid-19 y como parte de un proyecto para asegurar la alimentación de personas vulnerables.

“Estoy muy contenta con mis gallinas”, asegura desde Ayacucho esta joven madre de 21 años que antes también criaba aves de corral, tal como aprendió de sus padres y abuelos: con mucho entusiasmo, pero con poco conocimiento técnico para el cuidado y crecimiento de los animales.
 
De acuerdo con proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 6.8 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria grave en el Perú, es decir, han pasado al menos un día completo sin consumir alimentos.
 
Marisol y Mayck no han llegado a ese extremo. Sin embargo, forman parte de la población objetivo de iniciativas como las de World Vision Perú (WVP) para el impulso de biohuertos familiares y comunitarios y para la crianza de animales menores.
 
La intención es ayudar a desarrollar capacidades en las familias y la comunidad para que tengan un flujo constante de alimentos que luego puedan complementar con otros víveres que consiguen en el día a día, explica José López, coordinador de Gestión de Riesgo de Desastres de WVP.
 
“Primero utilizo los huevos para alimentar a Mayck, a él le gusta jugar en el patio y darles de comer a las gallinas –comenta Marisol–. El desayuno favorito de mi hijo es el ponche de huevo; a veces vendo los huevos a mis vecinos y conocidos”.


Del reparto a la incidencia

 
Durante el 2020 y parte del 2021, con la pandemia en su punto crítico, WVP enfocó su respuesta específicamente en el reparto de víveres. “Nosotros llevábamos alimentos a las familias y ollas comunes”, recuerda José López.
 
No obstante, la dinámica de la crisis obligó a replantear una estrategia que fue adecuada para el primer momento, pero que se hizo insostenible al segundo año de la emergencia. Como no había forma de mantener un flujo constante de alimentos por un periodo largo, se optó por diferenciar las respuestas.
 
En la emergencia alimentaria, la primera línea de trabajo tiene que ver con la incidencia, acota López. “Es el Estado quien debe identificar la problemática y colocar un fondo para atenderla. En ese ámbito, fortalecimos a organizaciones como las ollas comunes para que participen en el proceso de decisiones”.
 
En paralelo, la ONG implementó –en algunas regiones del país– otras dos iniciativas: por un lado, los biohuertos familiares y comunitarios, y, por otro, la crianza de animales menores en corrales, también con carácter familiar y comunitario.
 
Con el proyecto de biohuertos en familias hemos intervenido en Ayacucho, Huancavelica y Cusco –detalla López–; y en el caso de los animales menores, en Ayacucho y Huancavelica, sobre todo con crianza de cuyes y gallinas.
 
Además, este mes iniciamos una experiencia en Lima, afirma el coordinador. Si bien la poca disponibilidad de espacios para huertos y corrales puede ser una barrera en las zonas urbanas, la experiencia previa y la tecnología ayudan a equilibrar los pro y los contra.
 
Por ejemplo, tú vas a Villa El Salvador, a Villa María del Triunfo y encuentras que en la planificación de estos lugares se pensó en los huertos urbanos, agrega. Ahora, el que la dinámica de la ciudad haya convertido esos espacios en arenales sin uso, es real. Pero los espacios existen y se pueden recuperar.

  

Llenarse no es alimentarse 


Lourdes tiene 38 años e, igual que Marisol, comenzó en medio de la pandemia con un pequeño proyecto: un biohuerto familiar. El terreno libre de su casa en Ayacucho está dividido en surcos y señalizado con letreritos de madera que identifican el cultivo en marcha: “zanahoria”, “cebolla china”, “rabanito”.
 
Con World Vision aprendí cosas sobre cómo sembrar, explica Lourdes: “Siembro para que mi hijo coma las verduras y no tenga anemia; en donde vivo es muy difícil conseguir verduras frescas, solo en las ferias semanales puedo comprar. Pero si tengo un terreno, puedo sembrar”.
 
“Además –acota con seguridad–, he pensado en llevar parte de la cosecha de mi huerta para vender en las ferias”.
 
¿Qué porcentaje de la canasta básica puede cubrirse con biohuertos y corrales menores? La pregunta busca una respuesta no solo desde los números, sino también desde la relación entre el esfuerzo y el costo que implica llevar adelante el emprendimiento y el beneficio resultante para la familia.
 
“Lo puedo plantear en dos líneas”, responde José López. La primera es que cuando se da una crisis como la de ahora, principalmente los niños –y las familias, en general– no tienen un equilibrio alimentario. Es decir, mucha gente come solo para llenarse, pero no necesariamente se alimenta.
 
Entonces, con este proyecto que muchas familias y ollas comunes ya están aplicando, vamos a potenciar la oportunidad de que puedan complementar su alimentación con la carne de gallinas y cuyes y, además, accedan a verduras de calidad, dice López. “La idea es que su alimentación sea más completa”.


Biohuertos y corrales


A escala nacional, World Vision ha implementado hasta ahora 510 biohuertos familiares fuera de Lima. “Cada biohuerto tiene un valor aproximado estándar de 1,800 soles, aprovechando el espacio y los materiales que la propia familia aporta para empezar el proyecto”.
 
En el caso de los criaderos de animales menores, la institución apoyó la instalación de 620 galpones para cuyes y 420 para pollos y gallinas, a un valor aproximado de 2,300 soles cada uno.
 
Ahora, en Lima estamos por iniciar próximamente el proyecto de biohuertos y corrales con 10 ollas comunes. “Hemos comenzado con el levantamiento de información y tenemos ya los materiales”. 

Cada olla común atiende a alrededor de 70 comensales, calcula el coordinador de World Vision Perú. “Eso te está dando un promedio de 30 familias por olla, es decir, en su primera etapa el proyecto beneficiará a unas 700 personas, aproximadamente”.

En junio de este año, el Decreto de Urgencia 017-2022 otorgó un presupuesto de más de 96 millones de soles gestionados por el Ministerio de Desarrollo a Inclusión Social (Midis) ante Economía y Finanzas para asegurar la atención a 214,257 usuarios de las ollas comunes, en 15 regiones, hasta finales del 2022.

Estos recursos forman parte de los esfuerzos del Estado para atender a más de 5 millones de personas vulnerables que reciben alimentación oportuna en los programas sociales del Midis. Números más, números menos, todo suma cuando se trata de enfrentar a la crisis alimentaria.



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(FIN) CCH

Publicado: 31/10/2022