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Billy Idol: un espíritu que nunca deja de rockear

Ícono británico se presentó por primera vez en Lima en un gran concierto

ANDINA/Andrés Valle

ANDINA/Andrés Valle

00:21 | Lima, set. 5.

Por Víctor Lozano Alfaro

El paso del tiempo es inexorable. Puede doblegar los más duros metales, curtir las más firmes pieles y ajetrear las más melodiosas voces. Pero si hay algo que el tiempo no puede hacer es apaciguar un espíritu rebelde, un espíritu rockero, el espíritu de Billy Idol.

A sus 66 años, el ícono británico del rock de la década más prolífica de la música (1980) se presentó por primera vez en nuestra capital, en un concierto lleno de nostalgia, energía y mucho entusiasmo. Tuvimos que esperar mucho tiempo para verlo aquí, pero la espera valió la pena.

Como buen ciudadano inglés, su espectáculo se inició a las 9 de la noche en punto, con su hit más sonado, más representativo: “Dancing with Myself”. Había que enchufar al público desde el inicio y qué mejor que aquel himno para calentar la fría noche limeña en el Arena Perú.


“Lima, Perú, com‘on!” gritaba Billy, mientras iba de una lado a otro sobre el escenario. El público se conectó casi de inmediato con el artista y la fiesta ya estaba en su punto. “Cradle of Love” y “Flesh for Fantasy” continuaron, prácticamente sin pausa entre canción y canción para luego dar pasa a “Cage”.

“Speed” es la siguiente canción. Con la fuerza natural que sugiere el título del tema (velocidad, en español), Billy sigue en su línea, no se inmuta, canta y hace cantar. Prosigue con “Bitter Taste” y luego la archiconocida “Eyes Without a Face”. En ese momento ya no había diferencias entre el Billy ochentero y el actual, simplemente era Billy Idol.

 Idol gesticula, hace puño, grita, sus esfuerzos son loables, el publico responde con aplausos, gritos y admiración. La entrega de Billy es notable, pese a las limitaciones físicas propias de la vida de un rockstar de su categoría.

Y es aquí donde emerge su compañero de mil batallas (o mil conciertos), Steve Stevens. El guitarrista hace gala de su virtuosismo. Un solo de guitarra para el recuerdo, una clase para los nóveles rockeros o para quienes gustan de este instrumento. Stevens matiza acordes flamencos con estruendos electrónicos y sorprende con el intro de “Starway to Heaven” de Led Zeppelin, para luego seguir dando rienda suelta a su genial creatividad.



El reconocimiento del público es absoluto. Terminada la presentación de Stevens, los estruendos de la batería anuncian “Mony, Mony”, otro himno de los ’80 infaltable en el repertorio de Billy.

“Running from the Ghost” y “One Hundred Punks”, esta última de su etapa inicial con Generation X, mantienen a la gente activa, sin parar, ávida de más Idol. Stevens nuevamente deslumbra con una breve introducción para luego soltar los acordes de “Blue Highway” y, posteriormente, Billy anuncia a la emblemática “Rebel Yell”. Imposible no cantarlas o, al menos, tararearlas. 

Luego del encore respectivo, Idol y compañía retornan al escenario para interpretar “Born to Lose” y cerrar una noche memorable con “White Wedding”. Al final, el británico presentó a cada uno de sus músicos y, al ritmo de “olé, olé, olé, Billy, Billy”, se despidió de su público limeño.


Fueron exactamente 90 minutos de concierto, ni más, ni menos. Para muchos, quizás no haya sido suficiente, pero, como popularmente se dice, “de lo bueno, poco”. Lo importante es que Billy Idol demostró que lo último que envejece es el espíritu. 

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(FIN) VLA

Publicado: 5/9/2022