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BBC Mundo: ¿es cierto que los arequipeños son los más orgullosos de Perú?

Arequipa celebra su 479 aniversario de fundación española

BBC Mundo: ¿es cierto que los arequipeños son los más orgullosos de Perú? Foto: ANDINA/difusión.

BBC Mundo: ¿es cierto que los arequipeños son los más orgullosos de Perú? Foto: ANDINA/difusión.

09:59 | Lima, ago. 2.

La cadena BBC Mundo se pregunta si los nacidos en Arequipa son los más orgullosos de su tierra natal en el Perú y presenta una crónica del escritor arequipeño Orlando Mazeyra Guillén, quien narra con verbo ágil las múltiples razones por las que sus paisanos presumen de su origen.


Mientras, gracias a las redes sociales y a los medios de comunicación, nos enterábamos de las últimas noticias acerca de los afanes independentistas de Cataluña, no faltaron los bromistas o meros provocadores que sentenciaron: "Debemos hacer lo mismo. ¡La hora de Arequipa ha llegado!".

Salvando las distancias, por supuesto, y más allá de las mofas —en Lima y en otras partes del Perú los chistes sobre arequipeños son una especialidad de la casa—, no faltará el oriundo de esta ciudad sureña que adquiera un tono circunspecto antes de aclarar que, ¡mucho cuidado!, pues entre broma y broma, la verdad asoma.

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Arequipa, fundada por el español García Manuel de Carvajal el 15 de agosto de 1540, es la segunda ciudad del Perú y en el corazón de muchos arequipeños aflora desde la más tierna infancia un espíritu anticentralista, es decir, díscolo, rebelde, genuinamente confrontador que, por sobre todas las cosas, se resiste a ocupar un muchas veces incómodo segundo lugar.

"No en vano se nace al pie de un volcán", reza uno de los mantras más famosos que se repite cada vez que un arequipeño levanta la mirada para observar al majestuoso Misti, de cono casi perfecto, uno de los más hermosos de toda la cordillera de los Andes.


El historiador tacneño Jorge Basadre Grohmann (1903-1980) afirmó con agudeza que la Ciudad Blanca era "una pistola que apuntaba al corazón de Lima", como cuando, a mediados del siglo XIX, los arequipeños se rebelaron debido a los entuertos del caudillo Ramón Castilla, provocando la Guerra Civil Peruana de 1856-1858, también conocida como la Revolución de Arequipa.

¿Ciudad Blanca? Sí, así se le conoce a Arequipa

¿El motivo? Algunos —entre los que me incluyo— creen que se debe al sillar, piedra volcánica que confiere un color peculiar a las hermosas construcciones del casco histórico de la ciudad (declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en noviembre del 2000).


Otros, en cambio, con una seguridad a veces no exenta de cierto racismo, arguyen, convencidísimos, que el apelativo de Ciudad Blanca se debe a la gente de piel blanca que se asentó al pie del volcán Misti desde su fundación, es decir, españoles en su gran mayoría.

Este asunto es, huelga decirlo, motivo de ardorosos desencuentros, pues el arequipeño más conservador y trasnochado —que los hay y por montones— considera que su ciudad se ha visto invadida por hordas de migrantes (provenientes sobre todo de Puno y Cusco) que han convertido a su tierra —blanca, o habría que decir nívea— en poco menos que un muladar, en donde para encontrar a un arequipeño de verdad ahora hay que buscar con lupa.

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—¿Qué ha pasado con mi Arequipa?, me preguntó una tía que regresaba a su tierra después de varios años, mientras, con espanto, escudriñaba a la gente que estaba sentada en las bancas de la plaza de Armas.

—¿Por qué?, le pregunté de inmediato.


—¡Esto parece Bolivia!, exclamó con un asco infinito. Su semblante era revelador: parecía estar a un instante de regurgitar.

Hay que decir, de una vez, que el arequipeño es quizá el más orgulloso y el más regionalista del Perú (por su genuino y descomunal amor a su tierra, por considerar que nacer en Arequipa es un privilegio insondable).

No obstante, esto tiene sus lastres: la nuestra también es una de las ciudades más racistas y clasistas del Perú.

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Por otra parte, el limeño, por lo general, cae en el ombliguismo: cree que Lima es el Perú, el centro del mundo. Los demás, dicen, pueden esperar. Por eso es muy conocida la frase capitalina: "Hoy no atiendo a provincias".

Pero el arequipeño no se considera un provinciano. No, de ninguna manera. Es más, apela a la historia para ratificar su carácter de República Independiente. Por ejemplo, durante la Guerra del Pacífico, cuando los chilenos invadieron Lima, se decidió que, dada su posición estratégica, Arequipa fuera la momentánea capital de la República.


El arequipeño entona con fervor el himno de su tierra natal: que por siempre tendrás juventudes que renueven laureles de ayer… ¿Acaso con más enjundia que el Himno Nacional?

El poeta César "Atahualpa" Rodríguez, en su célebre "Canto a Arequipa", es muy visceral: "Aquí, respirando ancestro, se forjó mi loco empeño; yo no he nacido peruano; yo he nacido arequipeño".

El vate insiste declarando que su cuna es recinto de guerreros y poetas que supieron tejer juntas la lira y las bayonetas. Aquí asoma la figura pletórica de Mariano Lorenzo Melgar Valdivieso, poeta y revolucionario independentista peruano que fue uno de los precursores del romanticismo literario en América.


Melgar es un símbolo de Arequipa, que es baluarte de la libertad: murió fusilado en Umachiri (Puno) en 1815, con apenas 24 años.

Al conmemorarse el centenario de su muerte, un grupo de ciudadanos entusiastas se juntaron en el parque Bolognesi (hoy parque Duhamel), del centro de la ciudad, y fundaron el club más importante del fútbol arequipeño: Foot Ball Club Melgar.

Con el paso del tiempo, un estribillo expresa lo que representa el equipo de camiseta rojinegra: ¡Melgar es Arequipa y Arequipa es Melgar!

Melgar es otro símbolo del espíritu antilimeño


Hasta 1981 todos los equipos de fútbol que salían campeones nacionales eran de Lima. En enero de 1982 llega Melgar a Lima para enfrentarse a un club limeño, el Sporting Cristal. A los arequipeños les bastaba el empate para salir campeones y, así, acabar por fin con esa eterna supremacía de los clubes de la capital. En el partido preliminar, otro club limeño, Universitario de Deportes, había ganado y precisaba de la victoria de Cristal para evitar que los arequipeños levantaran la copa.


Los cronistas deportivos que ya peinan canas lo cuentan con viva emoción. En las tribunas del Estadio Nacional de Lima las barras de Universitario y Sporting Cristal se unieron en coro, gritando a voz en cuello: ¡Perú, Perú, Perú!

El mensaje era más que evidente: ustedes, los arequipeños, no son peruanos (habría que decir, no son limeños, para ser más precisos).

El capitán de Melgar, Raúl Obando, arengó a los jugadores: "Escuchen todos, allá afuera dicen que no somos peruanos: esta noche vamos a demostrarles quiénes somos los arequipeños". En aquella memorable jornada Melgar se consagró el primer equipo no limeño en alzar el título nacional.


Pero si empezamos a hablar de hazañas internacionales hay que mencionar a Alejandro Olmedo (nacido en 1936, igual que Mario Vargas Llosa, apenas cuatro días antes), el tenista arequipeño más notable y el único en ganar torneos de Grand Slam: el abierto de Australia y el de Wimbledon, ambos en 1959.

Ningún otro peruano ha consumado tal hazaña… Algunos envidiosos dirán que Olmedo se nacionalizó estadounidense. Son los mismos que le dicen español a Mario Vargas Llosa.

Y precisamente dejamos para el final la cereza del pastel: el arequipeño más famoso del orbe, Mario Vargas Llosa (Premio Nobel de Literatura 2010), quien, a pesar de vivir pocos meses en su tierra natal, siempre se ha sentido devotamente arequipeño —tanto así que le ha donado a la ciudad su invalorable biblioteca personal— y expresa con meridiana claridad por qué los arequipeños nos sentimos tan orgullosos de lo nuestro:


"La ciudad en la que nací, Arequipa, situada en el sur del Perú, en un valle de los Andes, ha sido célebre por su espíritu clerical y revoltoso, por sus juristas y sus volcanes, la limpieza de su cielo, lo sabroso de sus camarones y su regionalismo. También, por "la nevada", una forma de neurosis transitoria que aqueja a sus nativos.

Un buen día, el más manso de los arequipeños deja de responder el saludo, se pasa las horas con la cara fruncida, hace y dice los más extravagantes disparates, y, por una simple divergencia de opiniones, trata de acogotar a su mejor amigo. Nadie se extraña ni enoja, pues todos entienden que este hombre está con "la nevada" y que mañana será otra vez el benigno mortal de costumbre.

Aunque al año de haber nacido mi familia me sacó de Arequipa y nunca he vuelto a vivir en esa ciudad, siempre me he sentido muy arequipeño, y yo también creo que las bromas contra nosotros que corren por el Perú —dicen que somos arrogantes, antipáticos y hasta locos— se deben a que nos tienen envidia. ¿No hablamos el castellano más castizo? ¿No tenemos ese prodigio arquitectónico, Santa Catalina, un convento de clausura donde llegaron a vivir quinientas mujeres? ¿No hemos sido escenario de los más grandilocuentes terremotos y el mayor número de revoluciones en la historia peruana?


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(FIN) BBC/MAO
GRM

Publicado: 2/8/2019