Según la doctora Paz, las personas que recurren a este tipo de dietas deciden, de forma voluntaria, ponerse horarios específicos para ingerir alimentos. Hay casos en que la persona deja de comer a las siete de la noche y retoma los alimentos luego de doce horas. Incluso hay otras que no ingieren comida por varios días. Todo esto de forma prolongada.
Aquí viene la duda sobre qué es lo que sucede en nuestro cuerpo cuando aplicamos este modelo nutricional. Una vez que dejamos de consumir alimentos, los triglicéridos o lípidos (tipo de grasa que circula por la sangre) se comienzan a descomponer en ácidos grasos y glicerol, los cuales se usan para otorgar energía al cuerpo. El hígado se encarga de procesar los ácidos grasos para lograr proporcionar una fuente principal de energía a varios tejidos, en especial al cerebro.
En otras palabras, los niveles de insulina en el cuerpo comienzan a reducirse. Las células grasas del cuerpo empiezan a liberar azúcar almacenado para usarlo como energía, lo cual se refleja en la pérdida de peso. De ahí nace la relación del ayuno intermitente con el bajar de peso, ya que el cuerpo empieza a quemar grasa luego de ocho a doce horas.
Sin embargo, según Paz, lo importante no está en cuánto tiempo dejes de comer, sino en lo que comas.
Durante la entrevista señaló que diversos estudios científicos muestran casos de personas que lograron bajar de peso. Pero que, al regresar a sus hábitos alimenticios, tienden a recuperar, nuevamente, el peso perdido.
"Recordemos que el estómago es una bolsa. Entonces, lo más importante es poder educar esa capacidad gástrica. Consumir las cantidades necesarias en cada tiempo de comida”, resaltando el no privarse de ningún alimento, ya que todos cumplen una función en el cuerpo y que lo importante son las porciones que se consumen.
Considerando las porciones, la nutricionista mencionó que 2,000 calorías (unidad de medida que representa la energía de una bebida o alimento) es lo recomendable en todo el día. De esta cantidad señaló que un 25 % se consuma en el desayuno, en el almuerzo puede variar entre un 30 % o 40 % y para la noche puede estar entre ese rango o menos. Esto permitirá que la persona desarrolle con normalidad sus actividades diarias.
El ayuno intermitente puede ofrecer diversos beneficios. De acuerdo con algunos estudios científicos, ayuda a quemar calorías y, por ende, contribuye a la pérdida de peso. También se ha asociado con una mayor resistencia al estrés y una menor incidencia de enfermedades como el cáncer y la obesidad. No obstante, la nutricionista Youmi Paz hizo hincapié en aplicar este cuadro de la mano de un especialista.
Como todo método, el ayuno intermitente no está exento de efectos negativos, los cuales deben tenerse en cuenta. Uno de los más comunes, y menos deseados, es el efecto rebote. Es decir recuperar el peso perdido una vez que se abandona esta práctica, ya que a largo plazo puede resultar insostenible. Además, el cambio repentino en los hábitos alimenticios puede provocar problemas digestivos, alterar las señales de hambre y saciedad, y generar sensaciones de fatiga o debilidad.
Este modelo nutricional no es una práctica que todas las personas deberían realizar. Es importante que un profesional de la salud evalúe el historial clínico y las condiciones particulares de cada paciente antes de recomendarle este tipo de dieta.
No es adecuado para los que padecen de trastornos alimenticios como la anorexia o bulimia; así como las personas con gastritis crónica, diabetes tipo 1, insuficiencia renal o hepática. Asimismo, no se sugiere que las mujeres embarazadas realicen este tipo de dietas, porque podrían generar deficiencias nutricionales y posibles problemas de salud en el bebé como en ellas mismas.